Existen proyectos cuya esencia se basa en el mensaje reivindicativo que sus creadores quieren gritarle al mundo y uno de ellos es Una joven prometedora. A medio camino entre la gamberra modernidad de Kill Bill, dirigida por Quentin Tarantino, y la brutalidad justiciera de Hard Candy, realizada por David Slade, en cada uno de sus planos se palpa la necesidad por parte de sus productores de ejercer como correa de transmisión de unas voces que se sienten silenciadas. En ese sentido, el objetivo se ha cumplido con creces, ya que este largometraje ha obtenido una considerable repercusión y ha acaparado numerosas portadas en los medios de comunicación. Sus cinco nominaciones a los Oscar, las cuatro a los Globos de Oro y las seis a los Bafta, entre otros muchos reconocimientos, han obrado como altavoz eficaz a la hora de difundir y amplificar el recado que contiene.

Carey Mulligan.

No obstante, además de su labor didáctica, cabe resaltar otros méritos de la cinta. La actriz protagonista lleva a cabo un destacado trabajo, diversas secuencias alcanzan un notable nivel de sarcasmo y, por momentos, el guion posee chispa y sentido del humor. A mi juicio, uno de sus mayores aciertos es asimismo el desenlace de la historia, lúcido y lucido. Sin embargo, el relato también refleja a su paso defectos evidentes. Uno de ellos es renunciar a los aspectos más cinematográficos en pos de su causa de reivindicación, dando como resultado que la obra no pueda considerarse de primer nivel. Pese a algunos pasajes llenos de perspicacia y a contadas escenas narradas con acierto, el metraje presenta altibajos y no logra mantener un grado uniforme de calidad. Además, no pocos de los personajes se muestran groseramente caricaturizados con el mero fin de subrayar el discurso, lo que afecta al rigor de la historia y a la credibilidad global del filme. En otras palabras, se trata de una propuesta interesante y quizá necesaria, pero que no ha quedado plasmada en un gran título.

Una joven y prometedora estudiante de Medicina ve truncados sus planes de futuro como consecuencia de un traumático episodio de abusos sexuales sufrido por su mejor amiga. Mientras los implicados en aquella terrible agresión han seguido adelante con sus vidas, aparentemente sin secuelas ni remordimientos, ella deambula desde entonces sin rumbo personal ni profesional, apartada de familia y amigos, y librando cada noche una singular cruzada aleccionadora contra los hombres que intentan propasarse con ella. Convertida en una especie de justiciera urbana, se focaliza en diseñar una venganza contra los participantes de aquella terrible orgía.

Emerald Fennell debuta en la dirección con este trabajo, aunque cuenta con una amplia carrera como actriz. Conocida por interpretar a Camilla Parker Bowles en la serie The Crown, la hemos visto asimismo en La chica danesa (2015) de Tom Hooper o Anna Karenina (2012) de Joe Wright. En esta primera incursión detrás de la cámara saca a la luz diversas carencias, pero acompañadas de suficientes alicientes que animan a aguardar con esperanza su evolución como cineasta. Como sucede con la joven del título, ella también promete, aunque sería deseable que se centrara en dotar de mayor credibilidad a los personajes y en asentar la trama a través de una narración más sólida y coherente, puesto que las moralejas deben trascender las historias sobresalientes sin necesidad de realzar lo obvio.

En mi opinión, Carey Mulligan es, con diferencia, lo mejor de la película. Pocas actrices son capaces de transmitir tanto con la mirada. Su filmografía es brillante y su valía, digna de todo elogio. Cinco veces nominada a la estatuilla de Hollywood, ha actuado en joyas como Orgullo y prejuicio (aparece de nuevo Joe Wright), An Education, Nunca me abandones, Shame o Drive. Sus aportaciones son sinónimo de buen hacer, convirtiéndola en una de esas actrices que mejora cualquier secuencia con sus matices, gestos y entonación. Dejó hace tiempo de ser una joven prometedora para convertirse, sin discusión, en una de las actrices más relevantes de su generación. Si yo tuviese que votar al premio de la Academia, se lo otorgaría a ella en su categoría, aunque no daría ningún otro a la cinta. A su lado, el resto del elenco aparece perdido y difuminado y semejante descompensación se debe, fundamentalmente, a que ni el guion ni la dirección han prestado la atención necesaria a los demás perfiles, interpretados por Alfred Molina (Frida, Spiderman 2), Chris Lowell (Criadas y señoras, Up in the Air), Bo Burnham (La gran enfermedad del amor, Eighth Grade) o Adam Brody (Noche de bodas).