La opción de que la filóloga Dolores Corbella Díaz (Santa Cruz de Tenerife, 1959) acabara siendo la primera canaria en acceder a la Real Academia Española se diluyó en torno a las ocho de la tarde de ayer. Canar(’i’)as, pues, lleva 75 años sin representación en la RAE: el último embajador fue Blas Cabrera y Felipe. 

Hace 75 años que Canarias no tiene ni voz ni voto en las decisiones de la Real Academia Española (RAE). Curiosamente, el sillón que quedó libre entonces estaba identificado con la i que ayer le asignaron a Paloma Díaz-Mas. El físico conejero Blas Cabrera y Felipe (1878-1945) tuvo el privilegio de ocupar el 26 de enero de 1936, medio año antes del inicio de la Guerra Civil, el asiento que dejó vacante Santiago Ramón y Cajal, que tres décadas antes había sido galardonado con el Premio Nobel de Medicina. En su discurso de ingreso fue bastante crítico con la escasez de textos de perfil científico que habían sido traducidos al español, lo que obligaba a los investigadores de vanguardia a recurrir a manuales extranjeros.

Cabrera y Felipe empezó a sentirse atraído por la Física participando en las tertulias que se organizaban a diario en el Café Suizo madrileño bajo la tutela de Ramón y Cajal. Antes de ser elegido académico de la RAE fue presidente de la Sociedad Española de Física y Química (1916-1923) y la Real Academia de Ciencias (1934-1938). De convicciones republicanas, el lanzaroteño fue una de las muchas mentes privilegiadas que optaron por el exilio durante los días de gloria del franquismo.

El “difícil” acceso de Galdós

El grancanario Benito Pérez Galdós (1843-1920) no lo tuvo fácil a la hora de adueñarse de la N. Su timidez y, sobre todo, sus posiciones ideológicas abortaron en diferentes oportunidades su llegada a la Real Academia Española. Finalmente, la tenacidad de Marcelino Menéndez Pelayo ganó el pulso a sus grandes enemigos y el canario fue “bendecido” el 7 de febrero de 1897, veintitrés años antes del fallecimiento del autor de Los Episodios nacionales. Con anterioridad había sido boicoteado como posible ganador del Nobel de Literatura. Pérez Galdós tardó más de doce años en tomar posesión en la RAE.

El académico Félix de Azúa, actual “propietario” de la H, comentó en enero de 2020 que “nosotros aún podemos enmendar la ceguera de los dirigentes de entonces en este centenario”, exaltó el filósofo y escritor barcelonés junto a la tumba madrileña –está enterrado en la Almudena– de un creador que muchos posicionan en un lugar ubicado casi en el mismo plano que Miguel de Cervantes.

Sus públicos vaivenes políticos, desde sus orígenes liberales y posterior acercamiento a un republicanismo algo tibio y el socialismo de Pablo Iglesias, retrasaron un reconocimiento que la historia ha sabido reajustar con la inequívoca recompensa de ser uno de los novelistas de lengua española más leídos en el mundo.

La doble vía tinerfeña

Otros dos tinerfeños, los portuenses, Juan de Iriarte y Bernardo de Iriarte, se instalaron en la Real Academia Española mucho antes que Blas Cabrera y Felipe y Benito Pérez Galdós. El primero tomó posesión de la letra Z el 21 de septiembre de 1947. Sus méritos crecieron como bibliotecario real y jefe de la sección de manuscritos. Juan de Iriarte (1702-1771). Entre otros cometidos reales le asignaron ser traductor de francés y latín en la Secretaría de Estado y de Despacho Universal. A pesar de sus raíces tinerfeñas, hizo carrera en Madrid y también fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alumno aventajada de Voltaire, el grueso de su formación lo adquirió en París e Inglaterra.

Sobrino de Juan de Iriarte y hermano mayor del dramaturgo Tomás de Iriarte, la entrada de Bernardo de Iriarte en la RAE se constató el 22 de noviembre de 1763, es decir, medio siglo después de su fundación. Su perfil es inminentemente político y entre sus amistades estaban el conde de Aranda, el Marqués de Grimaldi, el conde de Floridablanca e incluso Godoy. En su hoja de servicios, repleta de ascensos, destaca el cargo de ministro de Agricultura, Comercio y Navegación y de las Posesiones de Ultramar. Antes cumplió con sus obligaciones de hombre de Estado como secretario de la Embajada de España en Londres, ministro supremo del Consejo de Indias o miembro de la Junta de Comercio, Monedas y Minas.

Canar(i)as, pues, no pudo “recuperar” ayer la i que dejó libre Blas Cabrera y Felipe: la espera que se inició el 1 de agosto de 1945 continúa abierta.