El tenor grancanario Manuel Gómez Ruiz dedicó al 250º aniversario del nacimiento de Beethoven, celebrado en 2020, un espléndido programa de concierto con amplia selección del bloque tal vez menos frecuentado de su catálogo: las canciones populares de varios países convertidas en lieder para voz y conjunto de cámara. Acompañado siempre por el Trío Arbós, el más internacional de los españoles, Manuel Gómez interpretó admirablemente este programa en diversos espacios europeos y salas peninsulares y canarias. El éxito de los conciertos en vivo desembocó en el requerimiento de una grabación digital que, patrocinada por el Cabildo de Gran Canaria, fue realizada en Berlín por el prestigioso sello Sacratif.

Este disco, titulado Un viaje, Eine Reise, A Journey, alusivo al recorrido beethoveniano por países e idiomas, acaba de ser distribuido con excelente presentación formal y, sobre todo, una toma de sonido de auténtico lujo en la que brillan admirablemente la belleza y la técnica vocal de un tenor canario que, además de operista es un liederista riguroso y refinado, imaginativo en la vocalización de los textos y sus idiomas (el español entre ellos, muy bien asimilado por Beethoven en ritmos y giros expresivos), e iluminado por una demostración de cantabilidad camerística en íntima fusión con el violín, la viola y el piano de Cecilia Berkovich, José Miguel Gómez y Juan Carlos Garvayo, titulares del Trío Arbós. El bellísimo repertorio de 25 lieder, aquí elegido y casi ignorado en las salas de concierto, bien merece un comentario.

Manuel Gómez Ruiz.

El pueblo, en una imaginación genial

El gran barítono Fischer-Dieskau refiere en uno de sus libros la “reacción de asombro y hasta confusión” de Furtwängler cuando le propuso un concierto íntegramente dedicado a las canciones de Beethoven. El no menos legendario director orquestal y compositor acabó calificándolo de “irrealizable”. Ya no se hacía nada parecido con el liederismo beethoveniano, por algunos criticado hasta la segunda mitad del siglo XX como “enemigo de la voz” y “muy difícil de interpretar”. El repertorio de este CD demuestra justamente lo contrario.

El programa grabado reúne muestras de los tres catálogos de su obra (Opus, WoO y Hess) que suman 238 melodías para una voz y, generalmente, grupo de cámara. De ese conjunto, 171 son cantos sobre aires populares galeses, irlandeses, escoceses, alemanes, españoles, italianos y de otros países , en sus idiomas originales.

Algunos críticos y teóricos de entresiglos defendían la autonomía de la música a despecho de las situaciones y sentimientos contenidos en el texto. Para ellos, era un error técnico y estilístico supeditar el canto a la palabra poética o narrativa. Aquello cambió con las crecientes cargas de subjetividad del poematismo romántico, que a lo largo del siglo XIX se hicieron determinantes en la música cantada. La carne y el espíritu de los poemas alcanzan su mejor ensamblaje en la estructura más intimista del siglo romántico. El género lied, por así denominarlo, fue más admirado y amado cuanto mejor enlazaba la realidad visual y la espiritualidad de las palabras. En uno de sus cuartetos para cuerdas aparecen dos series de quintas paralelas. Un colega le advierte que “no están permitidas” y él responde: “Pues yo las permito”. Muchas de sus piezas contienen autopermisos de naturaleza similar o más antiacadémicos. Ese marchamo de autenticidad no brilla negativamente como licenciosa “incorrección” sino que es tributario de ella.

Cultivó el lied llamado “de composición desarrollada” con la misma liberalidad con que se asomaba a las plantillas post-barrocas y post-clásicas. Hizo fraguar la comunión del sonido verbal y el musical en el ámbito estético en que previamente fraguan como pensamiento único la metáfora y la melodía. Es el advenimiento de un nuevo lenguaje que concretiza los significados y abstracciones de dos lenguajes preexistentes. Trágicas o burlescas, heroicas o lúdicas, festivas o dramáticas, las manifestaciones de ese nuevo lenguaje ambicionan la calidad de la fusión, su independencia y sus inmensas posibilidades de comunicación estética.

Las bellísimas melodías de inspiración popular, repertorio cumplidamente representado en este registro, se basan en el folklore de varios países y lenguas, si bien ennoblecido rítmica y armónicamente por la idea beethoveniana. Eran una escritura placentera en la superpoblada mesa de sus ambiciosos proyectos y borradores. Con frecuencia respondían a encargos de gentes acomodadas o grandes eruditos que querían dar un aire de nobleza a las músicas espontáneas de su predilección. La gran mayoría fueron peticiones de George Thomson, funcionario escocés y gran mecenas que mantuvo diez años de correspondencia con Beethoven (entre 1809 y 1818) El escocés enviaba las melodías y el compositor las devolvía con sus arreglos. Thomson reunió así una enorme colección de estas piezas, en la que también aparecen los nombres de Haydn, Hummel o von Weber.

De estas canciones populares no conocemos grabación unitaria sino conjuntos más o menos amplios de los diferentes países y lenguas, o selecciones multinacionales de cantantes que dominan la fonética de las lenguas en programa. Es el caso de este CD y del tenor y los instrumentistas que lo ofrecen. Manuel Gómez Ruiz vocaliza en danés, alemán, sueco, español, portugués, inglés, francés e italiano: veinticinco melodías seleccionadas en la Op.108, y recopilaciones WoO o de Hess. El trío de cámara y las voces complementarias que entonan en ocasiones motivos corales revelan una investigación muy elaborada en el criterio omnicomprensivo de la creativa fidelidad de Beethoven a los aires característicos de los distintos países y a la coloración amatoria, satírica o costumbrista de los textos.

Conviene no caer en el error de una estimación populista de la volkslied, y mucho menos de su reelaboración culta. La Ilustración desarrolla poderosamente el concepto de pueblo en la idea de sociedad civil. El interés cultural por el género se aprecia en todas las épocas y estilos, pero se desarrolla y adquiere autonomía cuando Europa estima llegado el momento de incorporar a la música de los salones y de las iglesias el sonido de la calle.

El binomio tradicional evoluciona en un trípode que tarda poco en afianzarse y “legalizar” influencias populares antes denunciadas por el saber académico como mixtificada vulgarización. Se articula el movimiento Volksgeist . Los espléndidos liederistas del siglo XIX beben en las fuentes espontáneas y las convierten en material de primera calidad. La atención rigurosa que les dedicó Beethoven, con respeto incuestionable a la melodía y a su carácter según el país y la lengua de procedencia, las hace inmortales. Más aún: influyeron en su ambición de crear una música universal para todas las criaturas humanas que, a lo largo de varias tentativas, cristaliza al fin en el himno de la Novena Sinfonía, cuyo tema es el más popular y amado de todos los suyos .Ennoblecer la música de la calle ha hecho posible, entre otras muchas cosas, el programa aquí desplegado, que conmemora dos siglos y medio de la llegada al mundo de un dios benévolo que nos ha hecho mejores.