Yapci Ramos propone, con su nueva vídeo instalación ‘Lloro’, una purificación a través del llanto colectivo para afrontar la desesperanza. Esta propuesta se puede descubrir ya, y hasta el mes de junio, en el Espacio Cultural El Tanque para ahondar en las emociones, las dificultades personales y la vulnerabilidad humana. En un momento de emergencia humanitaria, climática y sanitaria, la artista tinerfeña saca la intimidad al espacio público.

El llanto fue, para Yapci Ramos, una sanación, su cura. Hace unos años, en un momento de cambio vital, se grabó a sí misma llorando y guardó ese material hasta que en febrero de 2020, durante una residencia artística en The Watermill Center Artist Residency de Nueva York, invitó a otras personas a realizar el mismo proceso que ella para que lloraran solas en una habitación tras ver su vídeo. El resultado de esos encuentros se puede descubrir estos días en el Espacio Cultural El Tanque de Santa Cruz de Tenerife con Lloro, una muestra que estará abierta hasta el 12 de junio en horario de tarde de martes a viernes y durante la mañana de los sábados.

La vulnerabilidad del ser humano protagoniza esta vídeo instalación específica para el Espacio Cultural El Tanque en la que cada participante, incluida la propia artista canaria Yapci Ramos, deja escapar sus lágrimas por diferentes motivos, que después explicaron ante la autora. Sin embargo, estos motivos pierden importancia en la muestra que está ahora abierta al público y que invita al espectador a “parar y a reconectarse con su humanidad para seguir adelante”. No obstante, la artista avanza que los participantes atribuyeron su llanto a motivos tan variados como el fallecimiento de un familiar, la crisis climática o el racismo.

De este modo, Yapci Ramos destaca lo bien que ha conectado esta propuesta que se comenzó a gestar hace ya algunos años con la situación actual que vive la humanidad. Al igual que le ocurrió a Ramos, estos participantes “expresaron un sentimiento de alivio, como si se hubieran quitado un peso de su alma” y eso es precisamente “lo que necesita la sociedad ahora mismo”, ante la llegada abrumadora del coronavirus, que parece que ha aparecido también para que Ramos pueda descubrir ante el público su último proyecto. La pandemia, la violencia sistemática traída sobre las vidas y libertades de los afroamericanos o un alarmante y creciente cambio climático son solo algunos de los motivos que llenaron de lágrimas los ojos de los participantes.

Ahora, esta vídeo instalación “es una obra sobre el poder de nuestra tristeza compartida”. Lloro supuso un acto de liberación para la artista quien, con este proyecto, invita también al público tinerfeño a recrear esa experiencia a través de un montaje sobrio pero efectivo en el que la oscuridad de El Tanque otorga pleno protagonismo a los vídeos de Yapci Ramos grabados en Nueva York hace ya más de un año.

La instalación planteada específicamente para El Tanque otorga al espacio expositivo parte de protagonismo puesto que la artista presenta una circunferencia de pantallas por encima de la altura humana, lo que obliga a los espectadores a levantar la vista para descubrir los rostros del grupo de participantes. De este modo, se crea una especie de altar ante el que el espectador se vuelve minúsculo. Pequeño también se siente el visitante dentro del espacio vacío del tanque de queroseno que, oscuro y desprovisto de más elementos, “emula los vacíos del alma”, aventura Ramos.

Continuidad de la obra

Yapci Ramos explica que esta nueva obra se encuentra de algún modo vinculada a un proyecto anterior, I Don’t Mind II, en el que la tinerfeña reunió rostros y sonidos de orgasmos rompiendo los tabúes instalados en la cultura actual. De este modo, la creadora ahora transporta al público del goce al sufrimiento mostrando una vez más cómo un acto que habitualmente se realiza en privado se puede presentar también en un entorno público.

Lloro invita al público a parar y a reconectarse con su humanidad para seguir adelante. “Nos hace conscientes de nuestra fragilidad”, resume Ramos, quien sostiene que se trata de “una obra sobre el poder de la tristeza compartida y sobre el narcisismo de la sociedad”, que se coloca en el centro de todo ante cualquier cuestión.