Fueron unos años felices en su azarosa vida. Y lo cierto es que despertó una gran expectación en aquella antigua república bajo dominio soviético, en cuyas salas expuso gran cantidad de cuadros, hasta el punto de que casi un cuarto de sus obras conocidas proceden de colecciones checas y eslovacas, si bien muchas de ellas se encuentran dispersas. El nombre del joven Domínguez caló entre la crítica, que destacó la particularidad de sus cuadros y su enorme personalidad. Además, el viaje de Eduardo Westerdhal a aquel país subraya la importancia que tuvo aquella visita a Praga en la gestación de ‘gaceta de arte’.

Un libro de reciente aparición, editado por TEA Tenerife Espacio de las Artes, recoge la trayectoria del pintor Óscar Domínguez en Checoslovaquia, concretamente en el periodo comprendido entre los años 1946 y 1949. El volumen, al cuidado de los comisarios del proyecto, el historiador checo Pavel Štěpánek y el conservador de la Colección, Isidro Hernández, es una edición bilingüe español-checo con más de trescientas páginas, un recorrido por los diferentes capítulos del paso de este pintor tinerfeño en las ciudades de Praga, Olomouc, Brno, y Bratislava.

En febrero de 1946, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, se celebró en la Sala de Arte Mánes de Praga una exposición colectiva titulada El arte de la España republicana. Artistas españoles de la Escuela de París. Aquella muestra logró un éxito fabuloso y una parte sustancial de las 224 obras expuestas se quedaron en colecciones checas y eslovacas. A tanta aceptación contribuyó la presencia física de los pintores, como fue el caso de Óscar Domínguez, Joaquín Peinado, Pedro Flores, Antoni Clavé y Manuel Viola, así como los escultores Baltazar Lobo, Honorio García Condoy y Apel-les Fenosa, quienes entablaron contactos artísticos y humanos con artistas checos, algunos de por vida.

Óscar Domínguez despertó una gran atención, no sólo por la cantidad de cuadros que expuso en aquella primera muestra –hasta 12–, “sino fundamentalmente por su personalidad atrayente, tanto como por su originalidad y coherencia artística y vital, auténticamente surrealista”, subraya Pavel Štěpánek. No obstante, la influencia de Domínguez se hace patente ya antes del conflicto mundial, a partir de las decalcomanías. En 1936, Domínguez aportaba al surrealismo esta nueva técnica, que supuestamente funciona siguiendo el dictado del automatismo psíquico. Breton le concedió la paternidad de esta técnica, que divide en decalcomanía sin objeto preconcebido y decalcomanía del deseo. Con el tiempo, Domínguez abandonaría su propio descubrimiento por otros estilos y sólo volvió a él de forma esporádica.

Regresaría a Checoslovaquia varias veces más, organizando exposiciones con cada visita y viviendo en aquel país momentos muy intensos no solo desde el punto de vista personal, sino profesional, tanto en la capital checa, Praga, como en las ciudades de Olomouc y Bratislava. Trabajó tan intensamente que casi un cuarto de sus obras hoy conocidas proceden de colecciones checas y eslovacas, si bien muchas de estas piezas se encuentran dispersas por colecciones de todo el mundo.

Además de las pinturas presentadas en sus exposiciones –casi todas vendidas o bien regaladas–, en Checoslovaquia se quedaron otros trabajos que Óscar Domínguez creó en Olomouc y Bratislava, ciudades en las que pasó largas temporadas y donde pintó de prestado en los talleres de sus colegas Jára Šolc y Ján Mudroch. Asimismo, otros coleccionistas checos y eslovacos adquirieron sus obras durante sus visitas al taller del pintor tinerfeño en París.

La fortuna crítica de Domínguez.

Sorprendentemente, sus exposiciones cosecharon muy buenas críticas por parte de artistas, coleccionistas y del público en general”, manifiesta Pavel Štěpánek. Esto se repitió, aunque en menor grado, al celebrarse la muestra con motivo del aniversario del nacimiento de Domínguez (ochenta años) en 1986, cuando se dio a conocer la amplitud artística, temática y técnica del conjunto checoslovaco de sus obras. Así se explica el hecho de que Domínguez mereciera en 1946 la mayor atención de la crítica después de Picasso, y el máximo interés por su desbordante personalidad. Así, resulta sorprendente que el nombre del joven Domínguez calase tan temprano en el ambiente checo. y lo hizo en buena medida gracias a la revista Surrealismus, dirigida por Vítezslav Nezval, cuyo primer y único número, aparecido en Praga en 1936, recoge información sobre este movimiento.

El crítico que más atención prestó al grupo español a partir de 1946 y con posterioridad es Miloslav Míčko. Con todo, la crítica de arte checa capta desde el primer momento el sentido del mensaje de la obra de Domínguez, las particularidades de sus cuadros y su inconfundible personalidad entre los demás artistas españoles. Reconoce también su punto de partida, su inspiración y modelo en Picasso, pero siendo consciente de la diferencia que les separa y de la singularidad de Domínguez.

El toro: bestiario surrealista.

El conservador de la Colección en TEA, Isidro Hernández, sostiene que en su pintura, “la figura del toro es el símbolo de su compromiso con la creación pictórica y con la vida, siempre dispuesto a entregarse hasta las últimas consecuencias”, Tal y como el propio pintor afirmaba, “si se pinta en serio, es a vida o muerte: como un buen torero ante su toro”. En sí mismo representa “una apuesta por el todo o nada” en el que el artista tiene la obligación de entregarse en pleno compromiso, como subraya Michel Leiris en el prólogo a su libro L’âge d’homme. Esa obsesión taurina o dedaliana acompaña a Óscar Domínguez hasta el final de sus días, si bien encuentra en sus años checoslovacos, en el periodo comprendido entre los años 1946 y 1949, uno de los momentos de mayor creatividad del artista.

En palabras de Isidro Hernández, “su pintura evoluciona hacia una encrucijada vital que apunta al laberinto de soledad en el que se debatirá el pintor, ante los primeros síntomas de una enfermedad incurable y el presentimiento de la muerte”. De esta manera es cómo su imagen deviene y se metamorfosea, “entonces en minotauro en su laberinto, en rinoceronte enjaulado o en mariposa que busca su redención al contacto con las llamas”.

Al igual que ocurre con otros elementos iconográficos que son propios de ese bestiario surrealista que alimenta la obra de Óscar Domínguez de principio a fin, la fascinación por la tauromaquia se encuentra presente en su obra desde mediados de los años treinta, situándose entre las realizaciones pictóricas más originales de este motivo.

La vida, el humor y la metamorfosis.

Estudioso de Domínguez, Fernando Castro Borrego, catedrático de Historia del Arte de la ULL, señala que su obra pictórica refleja un conjunto de categorías estéticas que reflejan s modo surrealista de concebir la vida: el deseo, la muerte, el juego, el azar y el humor. En la poética de Domínguez, el “principio de placer” se impone al “principio de realidad”, y esto es así porque los sueños ejercen, según la teoría surrealista, una jurisdicción absoluta sobre la vida del hombre.

Pero Domínguez, tras el paréntesis de felicidad que supusieron sus viajes a la antigua Checoslovaquia, se hallaba atrapado en un cul-de-sac (callejón sin salida) y en este sentido no deja de ser sintomático que al final de su vida abundasen en su pintura los signos de la melancolía y las alusiones a la libertad imposible.

Praga y gaceta de arte.

Canarias fue el lugar de España en el que más tempranamente se estableció un contacto intenso con Checoslovaquia y fue así a través de la experiencia del viaje de Eduardo Westerdahl en 1931, cuando tras visitar Holanda y Alemania continuó su derrotero hasta aquel país centroeuropeo, antes de recalar en París y regresar a Canarias, señala María Isabel Navarro Segura, catedrática de Historia del Arte en la ULL. “Fue un viaje informado y con una visión clara del panorama europeo”. La última referencia que explica las razones de este itinerario figura en la correspondencia intercambiada durante el viaje con su colega Domingo Pérez Minik que confirma la importancia que tuvo la visita a Praga en la creación de la revista gaceta de arte. María Isabel Navarro abunda en su decisiva contribución para explicar “las coincidencias llamativas de ambos proyectos: el de gaceta de arte, liderado por Eduardo Westerdahl, y el promovido a través de múltiples grupos de acción por el líder del movimiento checo, Karel Teige”.

Westerdahl hizo un particular homenaje a Praga en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife al organizar la actividad inaugural de gaceta de arte y su grupo. La Exposición del mueble moderno (1932) prefiguraba uno de los aspectos del proyecto de la revista, “la necesidad de conciliar la vida contemporánea con una estética propia”, subraya la profesora. Formaban parte del mecanismo del funcionalismo óptico que escogió para defender la necesidad del paisaje insular natural y sus productos; en segundo lugar, la pintura moderna expresada en la obra de Paul Klee y su abstracción lírica; y los productos asociados a la vida contemporánea simbolizada en la estructura tubular y funcionalista de los muebles de Breuer.