Las obras de César Franck y Charles Marie Widor protagonizarán el concierto que Esteban Landart ofrecerá en el Auditorio de Tenerife. El órgano de la Sala Sinfónica volverá a sonar a partir de las 12:00 horas para demostrar que es una maravilla única en el mundo. El instrumento, un prodigio colosal de más de 3.800 tubos, es uno de los mayores tesoros de la Isla. La Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel colabora en el proyecto.

Aire, metal y madera. Pese a que el majestuoso órgano de la Sala Sinfónica de Auditorio de Tenerife es un magnífico ejemplo de cómo la tecnología puede ponerse al servicio de un instrumento, un viaje por sus tripas es más que suficiente para darse cuenta de que la artesanía más exquisita juega un papel primordial en su sonido.

Su creador, el organero Albert Blancafort, incluye a este instrumento del Auditorio en el selecto grupo de sus proyectos más destacados. El catalán es heredero de una saga musical de cuatro generaciones. En ese exclusivo listado figuran también el órgano de la Sagrada Familia y el de la Catedral de Barcelona, por poner solo dos ejemplos. “Un órgano del siglo XXI con gran número de innovaciones técnicas y musicales”, reza la descripción destacada en su página web oficial.

Apenas dos cables son suficientes para conectar la consola principal con la verdadera estructura del órgano: los 3.835 tubos insertos en las paredes de la Sala Sinfónica. Una de las cosas que lo hacen único es que se construyó al mismo tiempo que Santiago Calatrava levantaba su imponente edificio. La Sala Sinfónica consiguió desde muy joven sus propios pulmones. Descansan escondidos tras sus paredes y están alimentados por motores.

Este impresionante instrumento, que volverá a sonar hoy a partir de las 12:00 horas de la mano del organista vasco Esteban Landart, es definitivamente la mezcla perfecta entre la tecnología y la tradición. El sonido de un órgano se asemeja al de una orquesta sinfónica al completo y este, además, incorpora los sonidos del arpa y la voz humana. Es único en el mundo. Para levantarlo fueron necesarias 22.000 horas de trabajo.

Lo que la Sinfónica esconde

El paseo por las entrañas del recinto permite conocer un poco más este tesoro cultural. “Una de las características que lo hacen aún más especial es que tiene sensibilidad en las teclas. Normalmente eso no pasa en un órgano tradicional”, explicó Ángel García, ayudante de Producción Técnica del Auditorio, mientras mostraba los cuatro teclados que integran la consola principal. Es una suerte de centro de operaciones futurista desde el que el intérprete puede manipular, literalmente, la estructura del propio Auditorio.

Al abrir cada uno de los registros –los tiradores que simbolizan los distintos instrumentos y que se sitúan en los laterales– el aire llena los correspondientes tubos y los prepara para emitir sus indescriptibles sonidos. Al tiempo, con los pies puede controlar la apertura de las ventanas. Están situadas en las paredes de la sala y permiten que el sonido entre hasta el patio de butacas con mayor o menor intensidad. Todo, por supuesto, está al servicio de la partitura. Es más, continuó el técnico, a la consola principal se le pueden añadir otros ocho teclados auxiliares. Hasta nueve personas, por lo tanto, pueden ponerse a los mandos de este fenómeno técnico. Completa el despliegue de sonidos un pequeño órgano positivo.

El concierto de hoy es una colaboración del recinto del Cabildo de Tenerife con la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, que tanto se ha preocupado siempre por mantener y restaurar los órganos de las Islas. Será una nueva oportunidad para ver este órgano en acción. Desde el pasado viernes, Landart ha estado ensayando para sacarle el mejor de los provechos. “Es la primera vez que lo toco. Lo conocía, he oído hablar mucho de él”, reconoció. Para Landart, ponerse a los mandos de este instrumento resulta una experiencia “muy inspiradora. Tiene muchas posibilidades que son bastante novedosas en un instrumento de este tipo. Los órganos del siglo XXI incorporan ciertas posibilidades que hasta hace unos años no existían. Estoy descubriéndolo”, añadió. Como todo organista, está acostumbrado a ponerse al frente de todo tipo de instrumentos, desde los más modernos como el tinerfeño a otros del siglo XVII. “Tenemos que ser muy polivalentes. El placer de ser organista es enfrentarte a instrumentos y estilos de música completamente diferentes que proceden de épocas que no tienen que ver unas con otras. Podríamos decir que son instrumentos distintos en función de cada estilo, cada época, cada país y organero”, añadió.

En esta ocasión, Landart celebró la posibilidad de poder familiarizarse con el órgano del Auditorio durante dos jornadas consecutivas antes de sentarse frente al público de la Isla. “Hay muchos sitios en los que cuando vas a dar un concierto el tiempo que te ofrecen antes es muy limitado. Tienes que tener las ideas claras de antemano para saber lo que quieres obtener”, concluyó.