El veterano actor Stellan Skarsgard (Gotemburgo, 1951) no para: ha estrenado Hope, compagina series como Chernobyl, participa en la saga Vengadores, prepara una precuela de Star Wars y espera el estreno de Dune. De naturaleza optimista, Skarsgard considera que el coronavirus ha permitido que nos demos cuenta “de lo vacío y absurdo que es concentrarte en tu carrera profesional y lo necesario que es volver a los verdaderos valores de la vida”. Por lo mismo, confía en que el cine no se pierda y que la gente quiera volver a las salas a sentir la experiencia de ver una película en pantalla grande.

La historia de Hope se basa en la experiencia de la directora, que además es su amiga. ¿Cómo se enfrentó a un papel que surgía de un espacio tan íntimo y doloroso?

Maria Sødahl es una gran amiga desde hace mucho tiempo. Con su marido, Hans Petter Moland, he hecho seis películas, así que imagina el grado de conexión que tenía con ellos. Por supuesto conocía la historia, sabía por todo lo que había pasado Maria a causa de su enfermedad. Cuando me mandó el guion me daba miedo la forma en la que lo hubiera abordado, pero cuando lo leí me di cuenta de que no había sido autoindulgente consigo misma, que había mantenido una distancia con aquello que estaba narrando. Lo más importante es que no adopta el punto de vista de la típica película de cáncer. Digamos que no cae en el sentimentalismo característico del género, es mucho más rigurosa.

Usted encarna a su marido, a Hans Petter Moland. ¿Hablaron alguna vez sobre eso y la forma de abordarlo?

Nunca quise hacer una imitación. Creo que ella lo dejó en mis manos, confiaba mucho en mí y en que yo también tuviera la distancia suficiente como para no dejarme llevar por mi relación de amistad con ellos.

¿Qué fue lo que más le sorprendió de la historia?

Que Maria fuera capaz de introducir el humor. Que no se dejara llevar por la gravedad, que no pareciera obsesionada con la película. Para ella fue una especie de exorcismo, pero logró que todo fuera fácil y agradable. Lo que cuenta es muy dramático, pero el tono que utiliza no lo es, lo desmitifica todo.

Su personaje en la película es un hombre volcado en su trabajo que poco a poco se va distanciando de su familia. ¿Es una opción personal o que la sociedad de alguna manera nos empuja a eso?

Desde luego, llevamos décadas con la idea de que lo que está bien para los negocios, es bueno para la sociedad, y por tanto para nosotros mismos. Es de lo que va el capitalismo desaforado en el que todos de alguna forma nos hemos visto absorbidos. Creo que es algo que ni siquiera nos parábamos a pensar, porque lo teníamos muy interiorizado. Pero también creo que el horror del coronavirus ha cambiado todo eso. Y nos hemos dado cuenta, al menos mucha gente de mi entorno, de lo vacío y absurdo que es concentrarte en tu carrera profesional y lo necesario que es volver a los verdaderos valores de la vida. Por supuesto, hablo de ciudadanos privilegiados como yo, porque hay millones de personas que no tienen más remedio que trabajar en situaciones penosas para sobrevivir.

En la película se dice que “a veces ha de pasar algo malo para que reaccionemos”.

Creo que tiene razón. Ha pasado con Trump, ha pasado con el coronavirus. Todo eso nos ha dado una buena sacudida.

Usted alterna grandes producciones con películas de autor, como es el caso de Hope, ¿cómo ve el futuro de la industria tras los cambios estructurales que estamos viviendo?

Creo que antes de la pandemia del Covid -19 las películas pequeñas y medianas ya tenían que luchar muchísimo. Las distribuidoras han sido absorbidas ahora por las grandes corporaciones a las que no les interesa el cine de autor, solo el cine de palomitas. Yo espero, sinceramente, que la gente quiera volver al cine, sentir la experiencia de una sala y no estar en su casa viendo una película estando pendiente del móvil o del mensajero que llama a la puerta.

La cosa está complicada.

Todo apunta a que las películas que se exploten sean las que se vendan como grandes acontecimientos. Yo he visto cómo la mayor parte de la gente que trabajaba en películas pequeñas y medianas se ha pasado a la televisión. No les culpo, cadenas como HBO hacen series de un alto nivel cinematográfico, que tienen en cuenta la historia, la narración, no solo están pendientes de la acción y de que pasen cosas sin sentido. Pero yo quiero seguir haciendo películas como Hope, como El pájaro pintado. Ese tipo de cine no se puede perder, porque perderíamos todos.