Compás firme y timbre claro. Son algunas de las claves de su partitura vital. Confiesa que la noticia de que Benito Cabrera se bajara del carro lo cogió por sorpresa, No se lo esperaba. El martes ya ofició como nuevo director musical de Los Sabandeños y admite que vivió una mestura de sensaciones. De estar en una silla, ahora lo hará virado al grupo, que tiene por delante culminar la grabación de un nuevo disco y esperar a que acabe la agonía del jodido bicho.

¿Lo cogió por sorpresa la despedida de Benito Cabrera?

Pues, sí... Siendo sincero no me lo esperaba y cuando me dijeron que había presentado una carta anunciando que se bajaba del carro me sorprendió la noticia. De verdad, no me lo esperaba.

¿Elfidio Alonso tuvo que convencerlo para que aceptara la dirección musical del grupo?

Sé que mi nombre fue la propuesta inicial de Elfidio. Él sí estaba convencido, pero quien no lo tenía demasiado claro era yo. Mi vida estaba ya estructurada y mis cosas suelo disponerlas bien engarzadas para que nada se salga del tiesto, pero después de meditarlo mucho me comprometí y acepté. A Elfidio le hacía una gran ilusión, creo que incluso más que a mí.

¿Ya se ha estrenado como nuevo director musical?

Sí, el martes tuvimos la primera toma de contacto.

¿Y cuál fue su sensación?

Extraña. Son diez años sentándome en la misma silla, en la esquina, y mi intención fue esa, hasta que un compañero me dijo que no, que aquel ya no era mi sitio. Muchas emociones mezcladas...

¿Cómo fue la acogida?

Bastante buena. La gente está motivada y me he sentido arropado en una situación que exige armarse de confianza ante tanta responsabilidad. No quiere fallarles.

Oiga, ¿cuánto pesa una manta esperancera?

Pues... Depende de si es doble o sencilla. La verdad es que la manta esperancera tiene un peso especial. No es cualquier cosa. Cuando uno se la pone sin ser nadie, solo un simple componente, ya supone una responsabilidad que lleva aparejada un deber; hay que llevarla de la manera más digna posible. Es el legado que nos han dejado quienes pusieron al grupo en el lugar que hoy ocupa, como referente del folclore canario, nacional y sudamericano. Cuando entras a la sala de ensayo y ves la cantidad de premios y galardones... Eso es lo que pesa la manta para un componente y ahora, imagínese lo que representa llevar no solo la tuya, sino la de los demás.

El grupo pierde un tenor primero, ¿pero qué gana?

No lo va a perder; voy a seguir cantando... Si me dejan, claro. Mi planteamiento de grupo se centra en trabajar con ilusión. Siempre digo que cada cual entiende la música de una manera distinta, pero la finalidad no es otra que emocionar y creo que esa es la premisa que debemos buscar.

Imagino que lo inmediato se centrará en continuar los proyectos que están en marcha.

Estamos atravesando un año bastante atípico y hay poco trabajo, con escasas actuaciones. Ahora tenemos por delante la grabación del disco que ya dejó adelantado Benito, con el repertorio elegido y del que sólo faltan algunos temas. De cara al futuro espero que desaparezca este jodido bicho, que sólo nos ha dejado disgustos y penas. Pero creo que también hay que buscarle la parte positiva.

¿En algún momento se planteó hacer carrera profesional como solista de canto?

Es cierto que a veces pienso, pues me hubiera gustado ser cantante, pero creo que mi voz no estaba colocada a la altura que yo considero que debía. Siempre me ha apasionado el instrumento vocal, al que considero el de mayor cantidad de matices y que más emociones es capaz de transmitir. La curiosidad me llevó a estudiar canto, matricularme en el Conservatorio y aunque la meta podría haber sido ser cantante, debo confesar que me siento contento de haber enfocado mi carrera a la dirección coral, a que los grupos canten un poco mejor.

¿Se considera un parrandero?

He tenido mis épocas. Ha habido de todo, desde mucho parrandeo, menos y nada. Es como todo. Imagine a quien trabaja no sé cuántas horas en una cocina, va a un tenderete y lo ponen delante de la parrilla... Creo que he pasado todas las facetas del parrandeo.

¿Y se ha ido de parranda con Celso Albelo?

Pues claro que sí. La parranda tiene un sabor especial, unas vivencias que son únicas.

¿Cree que esa ligazón que se da entre lo lírico y lo folclórico se convierte en las Islas en un elemento singular?

Estos días estaba hablando con unos compañeros sobre la lírica como raíz del Carnaval, cuando nos referimos a un género considerado serio que está incluido y asimilado en un ambiente festivo. También de la cantidad de conjuntos corales y agrupaciones líricas que existen y, en el plano folclórico, cómo los grupos se han convertido en coros, influidos desde que Los Sabandeños empezaron a meter voces. Tenemos una cantidad de gente involucrado en el canto en sus distintas modalidades que nada tiene que envidiar a la calidad y el entusiasmo del País Vasco.

Y a esto hay que ponerle un poco de pulso y un tanto de púa.

Claro, ese apoyito armónico para que suene lo más decente posible.