En los últimos tiempos, en estos pagos, se ha incluido en los discursos políticos la palabra “seducción” como prueba la expresión “hay que seducir a los catalanes” proferida por un alto dirigente y diputado del Parlamento español.

No dicen, acaso para evitar más cursilería, “amor” entre dos sujetos sin reciprocidad: se puede amar a alguien sin ser amado. Tampoco “fascinación” que sería la relación de un sujeto con un objeto con efectos como el fetichismo o el sublime. Ni “persuasión”: hacer creer para que el otro crea lo que dice o en quien lo dice. Dicen “seducción” pero no sabemos muy bien si se están refiriendo a una “estrategia fatal” (Baudrillard) entre dos sujetos, víctimas de tal estrategia, que no pueden impedir que el seductor esté también seducido y viceversa; o al hechizo fruto de la magia y de las pociones mágicas como ofreciera Circe a la tripulación de Ulises con “un perverso licor que olvidar les hiciera la patria” (Odisea Canto X, 236). Licores, fármacos, ungüentos, aromas.

En la mitología griega (Detienne), ciertos aromas procuraban efectos de seducción, como le sucedía a la pantera perfumada. Otro ejemplo, el barquero Faón, recibe como regalo de Afrodita, un fármaco o ungüento que le convierte en un irresistible seductor hasta el punto de no respetar las leyes del matrimonio; como castigo terminó escondido en una lechuga que, al contrario de la mirra o la menta, era una planta anafrodisíaca (Detienne).

Deriva seducción de seducere, poner aparte, lo que la emparentaría con el secreto. Un desvío de sentido, “un rito de pasaje de un universo a otro” (Virilio). En su comunicación oblicua, predomina el implícito y se da el máximo de simulación; su destino, las apariencias.

Engañar con arte y maña; así reza la voz seducir (Diccionario de Autoridades); con ardides, toda una estrategia de la simulación.

Quizá sea mejor la disimulación, “industria de no hacer ver las cosas como son. Se simula lo que no es, se disimula lo que es” (Torquato Accetto). La disimulación honesta, un excelente y eficaz tratado barroco de seducción política.