La Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife es, también, un gran instrumento. Sus paredes cantan. Albergan un gran órgano que está, además, entre los mejores del mundo. El próximo domingo, Juan de la Rubia será el encargado de sacarle las notas de Bach, Bartholdy y Guridi. Serán un total de 3.853 grandes tubos a las órdenes de un único intérprete, una experiencia única que se extenderá a lo largo de 75 minutos.

El próximo domingo, día 24 de enero, el Auditorio de Tenerife volverá a dar protagonismo a uno de sus grandes tesoros: el órgano de la Sala Sinfónica. Se trata de un instrumento único en el mundo. Juan de la Rubia será el encargado de darles vida a las paredes del recinto diseñado por Calatrava en un programa que se extenderá a lo largo de 75 minutos. Piezas de Bach, Bartholdy y Guridi harán vibrar a los asistentes al acto, que comenzará a las 12:00 horas y lleva por título Ecos desde el espejo.

No es la primera vez de De la Rubia se enfrenta a este impresionante órgano. Su visita forma parte de la colaboración que el Auditorio de Tenerife mantiene con la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel. El intérprete prevé un encuentro muy especial. “Tocar el órgano del Auditorio es una experiencia única”, asegura. Y lo es, puntualiza, por varias razones. Primero porque asegura que el propio Auditorio es un icono de Santa Cruz de Tenerife y un edificio que personalmente “le encanta”. Además, el órgano con el que se acompañará en el concierto tiene unas características que ”lo hacen muy especial. No solo por su tamaño sino por su calidad tímbrica y variedad de sonidos”.

El órgano ha sido considerado históricamente como el único instrumento capaz de compararse con una orquesta sinfónica. “En el caso del órgano del Auditorio esto se cumple. Es un órgano futurista que aporta muchas novedades tecnológicas del siglo XXI aplicadas a la construcción de instrumentos y eso permite al organista un abanico de posibilidades tímbricas y dinámicas muy grande”, aseguró. Esas condiciones lograrán que el recital que ofrezca en Tenerife suene distinto a cualquiera que haya dado en otros lugares. “Nunca dos conciertos en dos órganos diferentes son iguales, todo lo contrario”, precisó. Acostumbrado a tocar órganos de todo tipo, desde los más históricos a los más modernos, De la Rubia goza de una versatilidad de la que se siente orgulloso. “Creo que cada instrumento ofrece posibilidades distintas. La verdad es que el repertorio sinfónico me fascina, la música del romanticismo, la contemporánea y la improvisación también. De hecho, al final del concierto haré una improvisación. Disfruto mucho de cada instrumento porque creo que al final lo importante es que el órgano y el organista se puedan hacer amigos para poder sacar lo mejor de cada uno”, insistió. Puede, de hecho, que los organistas se encuentren entre los músicos más camaleónicos. No en vano, preparan un repertorio que luego interpretan en distintos órganos a los que no suelen tener un acceso continuado. “Se trata de mimetizarte y comprender el instrumento cuanto antes para sacar lo mejor de ellos. Por esa razón intento llegar siempre un par de días antes del concierto y pasarme tantas horas como sea posible buscando lo mejor de cada instrumento”. La pasión de este músico por los órganos surgió cuando aún era muy pequeño. “No sé, probablemente es una especie de megalomanía de niño, igual que los hay que desarrollan una pasión por los aviones. Al fin y al cabo es lo mismo: un gran aparato comandado por una sola persona desde un espacio muy reducido”, explicó.

Pese a estar tradicionalmente vinculados al mundo de la liturgia y los templos, los órganos han llegado a las salas de muchos otros grandes auditorios contemporáneos como el Alfredo Kraus, el Auditorio Nacional de Madrid el Palau de la Música de Barcelona, el Palacio Euskalduna en Bilbao.

22.000 horas de trabajo

La del próximo domingo será la primera oportunidad de la temporada para escuchar el órgano del Auditorio de Tenerife, construido por el prestigioso maestro Albert Blancafort y su equipo. Es un instrumento único por su diseño pero también por su sonoridad y registros, que surgen de los 3.835 tubos que viven en las paredes de la Sala Sinfónica. Todos ellos se tocan desde una consola que se sitúa en el escenario. Su construcción fue bastante compleja, especialmente por la dificultad de encajar los tubos en las paredes inclinadas de la sala. En total, para hacerlo realidad fueron necesarias 22.000 horas de trabajo. Para muchos, el órgano del Auditorio es aún un desconocido, aunque poco a poco estos instrumentos se están volviendo a popularizar. “Es verdad que muchos se destruyeron durante la Guerra Civil. Probablemente de ahí venga un poco el desconocimiento”, explicó al respecto Juan de la Rubia. No obstante, añadió el organista, “últimamente están recobrando el reconocimiento de la gente gracias a su uso en espectáculos como las proyecciones de cine mudo o por su papel en importantes bandas sonoras del cine”.