Biosfera 2 fue el nombre que recibió uno de los empeños científicos, ingenieriles y técnicos más seductores, ambiciosos y malogrados entre los que se acometieron a finales del pasado siglo. Un intento que sobrevive todavía hoy como la construcción del mayor ecosistema cerrado jamás concebido, diseñado con el fin de configurar un mundo autónomo e independiente, sin conexión alguna con el exterior, y creado con el propósito de indagar en las posibilidades de supervivencia de diversas formas de vida vegetal y animal con vistas a una más que plausible colonización del espacio. El proyecto, radicado en Arizona, integraba cinco biomas distintos diseñados a escala: un océano con su arrecife de coral, un desierto, tierras de cultivo, un manglar y una selva. Dos misiones sucesivas, constituida por ocho miembros la primera y por siete la segunda, habitaron el complejo entre septiembre de 1991 y septiembre de 1994, cuando la segunda misión abortó y fue suspendida, cancelando de paso la carrera de Biosfera 2 como centro experimental.

T. C. Boyle novela en Los Terranautas esta epopeya a medio camino entre la ciencia de última generación y el show televisivo, la vanguardia tecnológica y la biomecánica del hambre, el genio propositivo y la mezquindad del interés propio. Si Tom Wolfe cartografió en Elegidos para la gloria el cronotopo ideológico y sentimental de los astronautas del Proyecto Mercury, T. C. Boyle sitúa a sus terranautas, viajeros todavía inmóviles para un futuro más allá de las estrellas, en un espacio sin duda menos épico que el de sus predecesores pero no por ello menos enigmático. Pues una de las lecciones que cabe extraer tras finalizar la lectura de la novela es que tan misteriosa como cualquier aventura espacial es la circunstancia de llevarla a cabo en compañía humana. Esto es: hay antimateria, supernovas y agujeros negros no sólo en la enormidad del Universo, sino en el corazón de las personas, en su mezcla de codicia y altruismo, de orgullo satánico y entrega incondicional.

Las tres voces de las que se sirve Boyle para extender su tapiz narrativo son muy eficaces en este sentido. Dawn y Ramsay, la pareja protagonista, llamados a jugar el papel de padres primigenios de una nueva era en ese Arca rediviva que es el complejo, satisfacen mediante su apasionada y a menudo dolorosa relación los complejos mecanismos de supervivencia y reproducción por un lado y de imperativos éticos y elecciones no exitosas desde el punto de vista biológico por otro que conforman el andamiaje del Homo sapiens. La tercera voz narrativa, Linda, es el contrapunto ideal, alocado, cínico y por momentos irresistible en su desnuda avidez, que sostiene un discurso lleno de razones memorables y a la vez sometido a las pasiones más groseras, hasta propiciar un canon a tres voces que corrobora por enésima ocasión una de las paradojas fundamentales del ser humano, su ambigüedad constitutiva de monstruo y de héroe, de traidor y de visionario, así como su destino de constructor de edenes condenados a malograrse.