Este refrán de uso general en castellano y bastante frecuente en las islas, al igual que la locución sinónima: “yerba mala, nunca muere”, en realidad viene a ser un dicho universal que con formas similares se registra en otras lenguas y culturas del entorno (en francés: “Mauvaise herbe croît toujours”; en italiano: Mala erba non muore mai; en inglés: A bad penny always comes back, y fórmulas por el estilo que se repiten en alemán, portugués, etc.).

“Bicho” en el español de Canarias se usa como nombre genérico de cualquier tipo de gusano, insecto o arácnido; o bien al referirse a algún espécimen de animal no doméstico, raro o desconocido para el hablante, incluso en sentido familiar y cariñoso puede hacer referencia a una persona adulta o a un niño: “bicho” o “bichillo” o también —entre otras varias acepciones— referirse a una persona ruin o perversa, de malos sentimientos (“ese es un bicho malo”). En definitiva, puede aludir a cualquier ser viviente. “Bicho malo o yerba mala nunca mueren” viene a aseverar que la gente vil suele arreglársela para salir adelante y persistir en su actitud malvada, como mismo parecen estar dotados de un eficaz instinto de supervivencia animales dañinos y plantas invasivas que toman posesión del terreno y arruinan enteras cosechas. Otro dicho similar y acaso más genuino es la que dice: “Tierra ruin no se la lleva barranco”. Metáfora que expresa que cuando “corre el barranco” no suele arrastrar la tierra infértil, sino que se lleva a su paso animales, terrazas cultivadas y “nateros” [en el español de Canarias se llama “natero” a un pequeño huerto situado en el cauce del barranco y en terrenos enriquecidos con limos y otros sedimentos arrastrados por las corrientes pluviales] que lindan o invaden el lecho del torrente, lo que figuradamente, y a sensu contrario, afirma que las personas de mala condición suelen salir incólumes y airosas ante los contratiempos y dificultades.

Así las cosas, el enunciado de la frase comentada parecería sentar sus fundamentos en una suerte de principio universal a tenor del cual todo en la naturaleza obedecería a esta máxima, al no excluir “bicho” viviente alguno: animales (Homo sapiens incluido) y plantas (malas hierbas) que en forma de plaga o predadores, los primeros, o de invasión del terreno, las segundas, se apoderan o destruyen especies benignas y parecen sobrevivir a cualquier inclemencia o vicisitud. Lo que puede dar a entender que gozan de mayor audacia y facilidad en esta simbiosis perversa que parece concebir la madre naturaleza, aunque en realidad nos asista alguna duda de su certeza. Como mismo en la naturaleza existe una tendencia natural al equilibrio, en las comunidades humanas también se libra esta batalla entre antagonistas y el refranero popular se hace eco de ello con algunos aforismos que tratan —a veces con la paciencia por única arma— de atenuar el daño provocado por un mal: “No hay mal que cien años dure (ni cuerpo que lo resista)” que acaso sirve de consuelo a quien padece un daño con que “nada es eterno”; o en sentencias como: “el que la hace, la paga” o “Dios castiga sin piedra ni palo” que aluden al carácter retributivo de la justicia humana o divina frente a la maldad.

“Bicho malo o yerba mala nunca mueren” no solo se constriñe, pues, a un sentido propio para referirse al daño que puedan producir determinados animales agrupados bajo en nombre genérico de “bichos” o a las nefastas consecuencias de la proliferación de malas yerbas en los cultivos, sino —y sobre todo— a la actitud vil y dañina de un sujeto. Pero a menudo lo escuchamos como frase irónica para quitar hierro al asunto ante el delicado estado de salud de una persona cercana a nosotros. Cuando el enfermo muestra su inquietud o dudas por su situación, de manera chistosa se exclama: “No te preocupes que yerba/bicho malo, nunca muere”. Expresión jocosa que no es infrecuente escuchar del propio sujeto convaleciente, en un claro sentido autoreferencial y de sana ironía.