El investigador histórico y magistrado Nelson Díaz Frías ha publicado un nuevo libro en el que sigue la pista a la esclavitud en el Sur de Tenerife hasta mediados del siglo XIX. La obra se llama: Rosalía Gómez. (1801-1874) La última esclava de la isla de Tenerife (Editorial Llanoazur), donde aborda la biografía de esta mujer, así como de sus antepasadas, un linaje que durante casi dos siglos y medio sirvió en régimen de esclavitud, casi siempre a la misma familia. Según el autor, “lo más impactante y lo que le generó interés fue lo cerca que en el tiempo está de nosotros la ignominiosa institución de la esclavitud”.

Díaz Frías explica que Rosalía nació en Charco del Pino y tuvo dicha condición por nacimiento, ya que era hija de la sierva Úrsula, en aplicación de la llamada “Ley de vientre”, mediante la cual los descendientes de una persona esclava también lo eran, con independencia de quién fuera su padre.

En la España peninsular, Baleares y Canarias, la existencia de esclavos se prohibió en 1837. A pesar de ello, Rosalía logró la libertad tres años después, cuando su último dueño se vio obligado a otorgarle tal derecho. Y en 1880 se aplicó la citada legislación en las entonces colonias de Cuba y Puerto Rico, donde estas personas configuraban el motor económico de sus grandes explotaciones agropecuarias.

Al seguir la pista de Rosalía, el investigador descubrió que formó parte de “todo un linaje esclavizado por la misma familia, los Quijada-Sarabia, desde principios del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX”. Su madre, su abuela, su bisabuela y su tatarabuela también vivieron como esclavas.

Rosalía también tuvo tres hijos, que nacieron antes de 1840, por lo que su condición de esclavos solo la tuvieron hasta la pubertad o la niñez. Esta mujer falleció en noviembre de 1874 y, en su partida de entierro, el cura de Arona hizo constar que la difunta “fue traída a Arona como esclava”. Esta anotación impactó a Nelson Díaz Frías, “por lo cerca que teníamos, cronológicamente, la esclavitud”; un tema que “apenas ha sido tratado por la historiografía en el Archipiélago.

La madre de la protagonista de la historia, Úrsula, apenas tenía nueve años cuando entró en la dote (tierras, dinero, enseres, muebles y otros bienes) que unos padres de Vilaflor le dieron a su hija, que se había casado y se fue a vivir con su marido a Charco del Pino, en Granadilla de Abona. Y en ese enclave nació Rosalía y su primer propietario fue Antonio Gómez del Castillo, un acomodado propietario de la zona de Chiñama (entorno de la iglesia de San Luis) que fue alcalde de Granadilla. De dicho hombre recibió la niña su apellido.

A una corta edad, la menor fue vendida a un vecino de San Miguel de Abona, José Hipólito Calcerrada. Y, algún tiempo después, vuelve a ser vendida por este último a José Medina, un hombre originario de una humilde familia de La Sabinita (Arona), que emigró a América y que, tras 17 años de estancia en Cuba y Venezuela, regresó a su tierra natal como un rico indiano. Medina adquirió extensas propiedades en Arona y fue una de las figuras más destacadas de la primera mitad del siglo XIX en dicho municipio, en el que llegó a ser alcalde. Además, es un relevante benefactor de la parroquia de Arona y bisabuelo del médico y etnógrafo Juan Bethencourt Alfonso, autor de “Historia del Pueblo Guanche”.

Rosalía llegó a Arona con 13 años. Durante alrededor de tres décadas continuó al servicio de la familia de Medina, ya que, tras obtener la libertad en 1840, siguió trabajando para la misma, aunque ya en libertad y con salario. Cuando esa relación se extingue, la mencionada mujer se trasladó a vivir al barrio aronero de Túnez, donde falleció rodeada de sus hijos y nietos.

Rosalía, ‘última’ esclava de Tenerife

En 1821, el mencionado terrateniente José Medina hizo constar: “Tengo una esclava, llamada Rosalía, de color blanco, de edad de 20 años, que compré a Hipólito Calcerrada. Quiero que permanezca en servidumbre y que si se portase con honradez, encargo a mi hija, Doña María del Patrocinio, que teniendo edad para ello, le dé su libertad”.

En opinión de Nelson Díaz Frías, la mencionada mujer debió llevar una vida muy dura, sobre todo por su importante desarraigo familiar y social, ya que es una niña de pocos años cuando la separan de su lugar de nacimiento y de sus familiares. Explica el investigador histórico que a su madre, tras su nacimiento, se le pierde el rastro, por lo que no descarta que pudiera fallecer al dar a luz a la propia Rosalía.

Un tío y una tía suyos, Tomás y Gertrudis, se rebelaron contra su condición de esclavos y huyeron de sus propietarios, la familia Sarabia en Valle San Lorenzo y se convirtieron en prófugos. Respecto a Tomás, la Justicia le dio la razón para que obtuviera su libertad y se estableció en La Orotava, donde se casó en dos ocasiones y tuvo descendencia. Pero Rosalía no heredó ese espíritu de rebeldía.

Díaz Frías refiere que el mencionado libro se completa con un “exhaustivo estudio de otros linajes de esclavos africanos en el Sur de Tenerife”.

Para el autor de la obra, no es habitual que una familia permanezca durante cinco generaciones vinculada a la misma familia, ya que, a veces, los dejaban en libertad, en otras ocasiones lograban comprar la libertad con su trabajo, o bien eran vendidos y se iban a residir a otros lugares.