Sin público presencial. El azote de la pandemia aconseja un formato online para las artes, de manera que el concierto De La Habana a New York, programado en el teatro Leal como parte del ciclo Classical Laguna Experience (CLE), se ofrecerá hoy, martes, a partir de las 19:00 horas, pero en modo streaming, a través de los perfiles sociales del Ayuntamiento de La Laguna. “Espero que pueda repetirse, pero con el calor de los espectadores en la sala”, confiesa Carmen Acosta, quien intuye que este modelo “ha llegado para quedarse” y por tanto presume que, más allá del coronavirus, cualquier tipo de acto cultural que combine el directo con la emisión en línea va a representar una fórmula de progresiva implantación. Con todo, la soprano tinerfeña y el pianista grancanario Juan Francisco Parra brindarán un recital que supone un viaje musical, histórico y emocional, con obras de Ernesto Lecuona, en la escala cubana, continuando travesía hacia la orilla norteamericana para encontrar a George Gershwin y Duke Ellington.

De padre chicharrero, un periodista que emigró a la isla caribeña, y madre nativa, Lecuona (que falleció accidentalmente en Santa Cruz de Tenerife en 1963) está considerado como el más versátil e internacionalmente reconocido de los compositores cubanos. El volumen de sus obras es amplísimo: música para piano solo, piano y orquesta, cámara, ópera, zarzuelas, sainetes, revistas, bandas sonoras para películas, canciones populares y lieder para voz y piano. Precisamente, este último registro ocupa un espacio destacado en su producción, con más de seiscientas piezas publicadas, aunque siempre se le vincule más con la canción popular que con la de concierto. En buena medida es así porque sus composiciones llevadas al soporte discográfico, las que han contado con una mayor difusión, son precisamente las que abarcan los géneros de la llamada canción tradicional cubana. “De ahí que su universalidad como compositor de obras para concierto, las consideradas cultas, hayan quedado de alguna forma escondidas, como unas grandes desconocidas”, señala Acosta.

Un registro ignorado.

Y acaso movidos por ese sentimiento de deuda musical, cantante y pianista han decidido descubrir el perfil más ignorado del compositor, quien recurrió a textos de brillantes poetas hispanoamericanos para crear relevantes ciclos vocales. Así, el programa que hoy interpretan se abre con las obras Siete composiciones (1935), con versos de José Martí, a las que seguirán Cinco canciones (1937), con versos de Juana de Ibarbourou. La primera, para tenor o soprano y piano, la compuso Lecuona en México a la vuelta de un viaje a Hollywood, donde había puesto música a varias películas para la Metro Goldwyn Mayers, inspirándose en textos del poemario Versos Sencillos del conocido como el Apóstol de la revolución cubana. “Va a ser la primera vez que se canten en Canarias y creo también que en España. Prácticamente nadie las conoce”, afirma la solista. Lo cierto es que pocas veces la poesía de Martí ha sido musicalizada con tanta delicadeza y un lirismo tan sutil, “y como santacrucera me llena de orgullo cantar estas piezas del hijo de la chicharrera Leonor Pérez”, subraya la soprano. La segunda propuesta, también para voz aguda y teclado, compuesta en La Habana, pon música a los versos de la notable poetisa uruguaya, distinguida con el sobenombre de Juana de América, donde el amor, la juventud y la belleza se manifiestan en un canto a la exuberante naturaleza. Estas piezas requieren una marcada expresión y una técnica firme, con timbre claro, y además esa precisa tensión dramática en la voz capaz de transmitir emotividad a las melodías.

Va a ser la primera vez que las ‘Siete canciones’ de José Martí se interpreten en Canarias

El Gershwin de Cuba.

El enorme talento de Lecuona ayudó a preparar el escenario para llegada de estilos como el jazz y la salsa latinos, de ahí que a menudo sea señalado como el George Gershwin de Cuba, fundamentalmente por el hecho de haber compuesto e interpretado piezas que fusionaron música clásica y popular. Sin embargo, a juicio del crítico musical Richard Dyer “esto no es del todo exacto”. Tal y como escribió en el periódico The Boston Globe, “aunque su música, como la de Gershwin, atraviesa las divisiones entre el concierto y la música popular”, sostiene que fue esencialmente “un miniaturista” y que en él se percibe “un elemento de encanto y novedad en muchas de sus piezas”.

Lo cierto es que Gershwin y Lecuona se conocieron en la década de los 40 del siglo pasado y además de su pasión por la música estuvieron vinculados por lazos de amistad. De ahí que el cubano sirva de excelente anfitrión para poner rumbo desde La Habana a Nueva York, siguiendo el periplo musical propuesto en el programa, y así arribar al encuentro con los ritmos de los años 30. Por entonces, el genio de Gershwin ya sintetizaba elementos procedentes del jazz y de la tradición clásica, lo que le permitió destacar en campos tan dispares como el de la música sinfónica y la popular. Ahí queda su Porgy and Bess, ópera en tres actos en la que el aria Summertime suena como pieza más reconocible, y su excepcional Antología del cantante de canciones, un rico catálogo sonoro.

De tránsito al jazz.

Continuando el tránsito, lo que el jazz encierra en cuanto a sonoridad e instrumentación, desde los años 30 en adelante, tiene que ver, ente otros, con la enorme figura de Duke Ellington o bien es cosa suya. Este músico fue uno de los pioneros en el mestizaje del jazz, en la implantación y desarrollo de algunos instrumentos que hoy no podrían faltar en una banda y, para el caso que nos ocupa, en la incorporación de la voz al conjunto como un instrumento más. Al mítico Cotton Club acudían compositores como Stravinsky y Gershwin, especialmente para escucharlo, atraídos por su música y composiciones, que es también el propósito de Acosta y Parra, quienes esperan convocar a un nutrido público a través de las redes en su recital de esta tarde. Y ya de cara al próximo mes de enero, siempre que el coronavirus lo permita, la pareja artística retomará el proyecto La voz humana (La voix humaine), la ópera en un acto para un solo personaje con libreto de Jean Cocteau y música de Francis Poulenc, con dos funciones en el Auditorio de Tenerife.