Como los generales que siguen las incidencias del campo de batalla posicionados en el punto más elevado de una colina, el director de teatro guanchero Juan José Cuco Afonso recibió en la retaguardia las noticias de la puesta en escena de su última producción (’Dignidad’) en su tierra natal. Instalado en Madrid desde hace décadas, aunque con un ojo puesto siempre en Canarias, este creador es consciente de los peligros que acechan al mundo de la cultura.

¿No volvió a casa por miedo?

Algo de eso sí que hay... Como iba a pasar aquí (Madrid) las navidades tenía miedo de que no me dejarán volver, pero a partir del 8 de enero estaré por la Isla,

¿Cómo ve desde la distancia un guanchero lo que está sucediendo en Canarias?

Con preocupación. Vivimos un ciclo tan adverso que resulta imposible evadirte de una realidad tan cruel. Yo soy guanchero, pero además me casé en Agüimes, por lo tanto, me duelen las cosas malas que ocurren en Canarias.

Eso se arregla con un buen vasito de vino de Tenerife. ¿no?

¡Por dios, eso no puede faltar!... Y tampoco un ratito en un guanchiche. Cada vez que voy a la Isla con unos amigos me hago un maravilloso tour de guanchinches. Los del norte me los conozco casi todos...

Analizando sus raíces sería inviable pensar que en algún instante de su vida no corrió las tablas de San Andrés en Icod...

Muchas más veces en La Guancha que en Icod... Yo de pequeño era un gran aficionado a las tablas. Recuerdo una que me hizo mi padre que aguantó varios años.

¿Y escapó?

Raspones, golpes en la cabeza y alguna que otra pelada en el culo me llevé, pero nada grave...

¿Los recuerdos de la Isla siempre acaban regresando?

La gran mayoría de los amigos que anudé a mi vida cuando era joven siguen en Tenerife. Alguno tengo en Madrid, pero es evidente que hay recuerdos que el paso del tiempo no consigue borrar.

Lo que va a ser difícil de “borrar” es un año tan adverso como el 2020.

Desde que yo me dedico a esto no he dejado de escuchar que “el teatro tiene una mala salud de hierro”. Este es un oficio en el que los problemas siempre tienen que estar, es decir, que la tranquilidad no existe. Las personas que nos metemos en estos líos sabemos que esto no es como una balsa de aceite sino todo lo contrario... Hay más días de tormenta que de calma, pero la crisis sanitaria está poniendo las cosas imposibles. Todo está parado y el miedo a no saber qué va a ocurrir te acaba matando. Mantenerse sano se ha convertido en una prioridad ahora que el miedo a un contagio domina nuestras vida. Hay que ser más responsable porque la onda expansiva del Covid tiene unos efectos terribles para la sociedad. Muchos siguen infravalorando los daños colaterales del coronavirus.

¿Alguna vez se enfrentó a un ciclo tan devastador?

No, ni de lejos he vivido antes una situación parecida... Llevo 34 años en Madrid y un parón de esta dimensión no se ha dado en ninguna de todas las crisis económicas que nos han golpeado. La sensación de vacío que experimentas al no sentir al público es muy difícil de transmitir. Es como si vivieras permanentemente en el modo ensayo.

¿Cómo están las “pulsaciones culturales” de la Gran Vía?

Congeladas. Madrid no es Madrid. Caminas por sus calles y ves todo cerrado. El bar en el que ibas a tomarte una tapa, la tienda de la esquina en la que comprabas, los teatros... Esa angustia crece ante la certeza de que las opciones de que no vuelvas a abrir aumentan día a día. Esto es algo que ocurre en todo el país. El sector del ocio de Tenerife también vive jornadas complicadas.

¿Salvando las distancias, es como si el peor de tus enemigos hubiera tirado una bomba atómica sobre la ciudad?

Más bien, sobre todo el país. Es una visión apocalíptica en la que no conviene perder la esperanza, aunque los plazos son largos y en el camino va a caer mucha gente, no solo del mundo de la cultura.

Algo que sí nos han enseñado esta etapa tan empinada es que, a pesar de la utilidad de las nuevas tecnologías, hay cosas en el mundo de la cultura que no se pueden reemplazar. ¿El teatro, por ejemplo, no parece que vaya a tener un recorrido exitoso en su versión ‘online’?

El teatro nunca podrá ser online. Precisamente, lo que va a permitir que no desaparezca es todo lo contrario, es decir, el contacto con el público... Tú cuando vas a una función pagas a sabiendas de que te van a engañar y vuelves a casa contento porque te han engañado. El enlatado tiene otras claves relacionadas con las formas de consumo, la puesta en escena o el lenguaje, pero el teatro es algo más verdadero y, sobre todo, puro. Los errores, incluso, son componentes necesarios pero lo virtual no tiene la profundidad, el peso y el hecho incontestable de estar asistiendo en vivo a una suceso que es inmediato.

¿Se puede soñar a lo grande?

¿En el teatro?

Sí...

...cada día está más complicado, pero cuando salgamos de este bache, que saldremos, la gente va a tener hambre y el consumo de cultura en vivo crecerá. La duda es cuántos vamos a llegar “vivos” a ese momento. Se acabó pensar a lo grande, ahora el futuro es lo que pasará mañana. Yo creo que en el año 2022 estaremos bastante recuperados. Lo vamos a empezar a notar en la segunda parte del año que viene, pero las buenas noticias llegarán en 2022. Lo único que podemos hacer es resistir.