Si el covid-19 fuera una película de terror, a estas alturas del metraje habría ya un par de cosas claras: una, que los guionistas se han superado como nunca para epatar al público y mantenerlo con las uñas clavadas en la butaca (en este caso, en la de su salón); dos, que cuando lleguen los títulos de crédito, ese público será diferente al que empezó a ver esta historia de virus, contagios, pánico y muerte hace ya medio año.

Según Paco Plaza, el celuloide no saldrá indemne de ese impacto. “La pandemia nos está llevando a replantearnos cuestiones que antes de la primavera no imaginábamos y el cine es permeable a todo lo que ocurre en su tiempo. Ha cambiado nuestra forma de vivir, mirar y relacionarnos. Esto, queramos o no, acabará reflejándose en las películas que se hagan en el futuro”, pronostica el realizador. El cómo es lo que el director no acaba de tener claro, al menos de momento. “Es todo tan reciente, estamos tan inmersos en la pandemia que aún es difícil saber cómo nos va a afectar, pero nuestra forma de contar la realidad cambiará”, asegura.

"El cine es permeable a todo lo que ocurre en su tiempo"

De momento, el Plaza espectador que habita bajo la piel del cineasta ya ha empezado a experimentar esa transformación: “Ahora mismo, ver una película de masas me genera ansiedad. Siento el impulso de gritarles: ‘¿Qué hacéis tan juntos y sin mascarilla? ¡Que os vais a contagiar!’”, confiesa el director de Quien a hierro mata. El estado de alarma le pilló a la mitad del rodaje de su próxima película. Se titulará Abuela y es de terror, pero no hay temor en el cineasta a pillar al espectador curtido en sustos después de la pandemia. “Los miedos atávicos son eternos y no cambian por un virus”, asegura.