¿Han llegado a poner un precio a su cabeza por su literatura?

No que yo sepa... No me gustaría vivir como Roberto Saviano. La clave está en no meterse con nadie, crear unos símbolos que representen a muchas personas y situaciones. Tratar de convertir la novela policiaca en una obra de arte que obligue a juzgarla de otra manera. Por su calidad literaria y no por la podredumbre que subyace en la historia que se cuenta.

¿Un escritor “oscuro” tiene la obligación de conocer la noche?

Por supuesto que sí, pero le advierto que hay muchas maneras de conocerla... Un escritor oscuro no tiene que venir del mundo de la delincuencia, simplemente, debe ver el mundo que lo rodea; un mundo lleno de historias susceptibles de ser contadas. Debe observar la sociedad en la que vive y la época. Las formas de delinquir y cómo se aplican las leyes. Sobre todo, debe estar atento a las costumbres y a lo que genera la vida cotidiana.

Pero novelar sobre el narcotráfico es como ponerse una diana en la cabeza, ¿no?

En mi caso no... He tratado de hacer un registro muy parecido a la realidad y enriquecer aspectos de la estética de la violencia. Mis novelas no son un discurso inofensivo pero tampoco van dirigidos a una persona en particular. A veces me dan más temor los buenos, los que fingen vivir dentro de la ley y supuestamente son ejemplares: son gente corrupta y los escucho todos los días. Esos sí que son muy peligrosos. La historia de un sector de la gente decente es muy negra y son una tentación para cualquier novelista. Los que no resisten contar la verdad son los periodistas y los cronistas Y en México hemos perdido a muchos.

¿Qué hay de usted en el ‘Zurdo’ Mendieta?

Aunque mi amigo Arturo Pérez-Reverte apunta que se parece mucho a mí, no creo que sea para tanto. Los dos somos tenaces, crecimos en el mismo barrio de la ciudad, nos gusta leer literatura, nos gusta el whisky, el pescado y la carne roja... Los dos admiramos a la gente esforzada y nos quedamos dormidos viendo televisión. Fuera de eso, creo que hay diferencias fundamentales. Para empezar, yo nunca quise ser policía.

¿Todo esto del Covid-19 parece ser digno de una buena trama policiaca o detectivesca?

Eso es verdad... Todo ese misterio con los chinos, la carrera por tener la vacuna, el anuncio acelerado de los rusos, la prudencia de los ingleses, la revelación de los gringos después de las elecciones, el ocultamiento de el número real de fallecidos e infectados, la actitud de los países nórdicos, los movimientos contra el racismo y los atentados en Europa...

¿Cree en las teorías conspiratorias para favorecer la expansión del virus?

En algunos momentos creo en eso, pero en otros no. La conspiración es posible porque el poder no tiene límites ni sentido ético. El ser humano no importa. Cuando no creo pienso que se necesita estar muy enfermo para planear un atentado tan devastador... Dicen que el virus se quedará entre nosotros y que regulará nuestras vidas. De cualquier forma, me parece un fenómeno tremendo que pone a prueba la soberbia de una sociedad cuya identidad se sustenta demasiado en lo que no es esencial.

¿Por qué los detectives literarios son seres tan imperfectos?

Porque nadie es perfecto... De lo que se trata es de hacer bien el trabajo que te corresponde y en eso lo detectives funcionan muy bien. Al menos en la ficción. También cumplen con plantear la posibilidad de que un ser que no es ejemplar, que puede ser un antihéroe, resuelva un problema de beneficio de la sociedad... Un detective nos enseña que la redención social es posible.

Usted es un escritor sin escrúpulos a la hora de quitarse del medio a un personaje vital con tal de no sacrificar un buen final.

Soy de los novelistas que no se enamoran de sus personajes... Les doy vida e independencia, pero si la historia exige que deben morir así debe ser. Muchos de mis lectores se enamoran de mis personajes y me reclaman cierto grado de crueldad cuando se convierten en víctimas... Lo que ocurre es que siempre trato de escribir mis novelas lo mejor posible y, por lo tanto, no debo dar concesiones de ninguna naturaleza.

‘Balas de plata’. ‘Besar al detective’, ‘La cuarta pregunta’... Son historias que destilan crudeza social, ¿cómo mide el grado de violencia que convive en ellas?

No reparo en el grado de violencia, lo que pretendo es crear atmósferas emocionales de tal suerte que mis lectores se resisten a dejar de leer; que se resistan a esperar qué pasa en el próximo capítulo... Esto requiere de ciertos instrumentos técnicos que los autores conocemos muy bien porque todos queremos que nuestros lectores se enganchen, disfruten, se sientan vivos y esperen la próxima entrega.