Se encuentra afincada en Madrid y, en la medida de lo posible, viene y va, un vaivén algo incómodo, arrítmico, que en nada se asemeja a la armonía y la libertad de su cuerpo y mente sobre las tablas o en la calle, frente al público, ante el espejo o en la soledad creadora.

El hecho de que laCaixa, en su programa Art for Change, haya elegido su obra La Carne representa para Paula Quintana una alegría tremenda, “y más aún en estos tiempos tan complejos”, afirma con brillo en la voz. Lo cierto es que no es producto de la casualidad; lleva ya varios años pensando y articulando sus producciones no sólo para ser representadas en público. “A la vez que vamos creando la pieza escénica, también nos proyectamos hacia otras vertientes”, de tal manera que se hace aprovechamiento de todo el material paralelo, producto de la reflexión y la investigación, los debates, las pruebas, los esbozos, las notas al margen, los escorzos, los pasos... “Siempre he creído que resulta una pena (acaso hasta un desperdicio) no poder extender todo este rico material a más campos”.

En este caso, al tiempo que la carne iba creciendo, madurando, se desarrollaba simultáneamente una rama que Paula Quintana denomina Calentando la carne –Cuerpos Llegan–. “Y fue precisamente una versión la que presentamos al Art for Change, que finalmente resultó escogida”. Le resulta gratificante que este proyecto se desarrolle con un grupo de adolescentes, que por naturaleza representan el colectivo más vital y protagonista de cualquier cambio. “Ya definíamos en nuestra propuesta a qué público iba destinada: jóvenes entre 15 y 17 años”. La razón es que el trabajo se concibe como una génesis, “la primera carne de una nueva era”, que pretenden sea más potente y luminosa para la especie humana. “¿Y quiénes mejor que los adolescentes para proyectar ese futuro?”.

Se trata, explica, de un trabajo que combina la reflexión filosófica, desde el cuestionamiento del modelo de vida y de mundo al que aspiran, con la acción, el cuerpo, el movimiento y la resistencia como motores de cambio: moverse por un ideal, por un pensamiento. “No es el acto de bailar en un plano lúdico, porque sí”, sino un proceso revolucionario que implica “construir desde las ruinas y las cenizas, discernir sobre quiénes somos y quiénes queremos ser”.

La figura de Camille, la protagonista de la pieza La Carne, simboliza a la líder de un mundo futuro. “Nos hemos inventado este personaje que, de alguna manera, personifica a la nueva heroína”. De ella, dice Paula que es una mujer subalterna, resistente y migrante, opuesta al modelo clásico. “Aquellos héroes anteriores venían de fuera y nos elevaban; ahora van a surgir de la carne, del pueblo, de la gente que trabaja y resiste”. Y esa mujer, investida de un carácter anónimo, va desarrollando a lo largo de su vida una serie de facultades que la llevan a convertirse en una persona solidaria y comprometida, que entiende cómo debe colaborar con la humanidad hasta erigirse en la iniciadora de un movimiento, un modelo que hasta ahora estaba vetado, silenciado, “que no se podía elevar”.

Las referencias, los paradigmas de heroínas, confiesa Paula que han sido dispares, desde los reflexiones de filósofos contemporáneos hasta, en lo estético, esa Marianne que inmortalizó Delacroix en su cuadro La libertad guiando al pueblo, con ese acto de elevarse sobre los cuerpos.

Y con este grupo de adolescentes, en los talleres se trabaja sobre el concepto del legado y la tradición. “El ser humano ha venido resistiendo desde el comienzo de la historia. Ese legado está ahí, no se puede negar. Los de atrás nos enseñan y nosotros crecemos y, a partir de aquí ¿dónde lo llevamos? Es como tomar el testigo, un relevo”. Y así recuperar los cuerpos “despolitizados y libres, pensar fuera de lo que está pasando, representa una actitud política”, un posicionamiento. “Nos permitimos actuar con criterios propios”.

Ante un siglo XXI decadente, como también esperanzador, cargado de fantasías y falto de imaginación, Paula estima que “nos encontramos justo en esa brecha, en un momento histórico, más allá del arte, que nos ofrece una tremenda oportunidad, de igual manera que un formidable desastre. ¿Vamos a seguir reproduciendo los mismos comportamientos que nos han llevado hasta aquí o seremos capaces de imaginar y crear escenarios mejores?”.

La coreógrafa y bailarina se considera una mujer de su tiempo y asume esa responsabilidad. “Se nos llena la boca hablando de la Transición como una época clave o de otros hitos históricos, y ahora es la propia historia la que nos sitúa en el papel protagonista”. Y ante ese desafío “no podemos ponernos de perfil”. Y la nueva era que está por venir pasa irremediablemente por aprender que para que cada no de nosotros sea mejor necesitamos que el otro, que el prójimo, crezca. “Venimos de un tiempo de lucha, de competitividad, donde ganan unos y pierden muchos. Creo que la máxima es que todos cabemos y que debemos aprender a convivir”.