Hemos dicho que gran parte de los tabús sobre la sexualidad revisten la forma lingüística de las metáforas, el eufemismo o recurren el circunloquio como medio para sortear las referencias directas sobre el tema. Estos tabús “lingüísticos” incorporados al léxico dialectal tienen un marcado origen popular y resultan muy ricos en imágenes, a veces ingeniosas. Un buen ejemplo de ello es el extraordinario número de sinónimos existentes en el español de Canarias para denominar los órganos sexuales, tanto masculinos como femeninos (valgan a modo de ejemplo: bicha, gajo, chola, tolete, pilila, etc.; o borrego, breva, pájaro...). En ocasiones la ocurrencia no puede menos que inducir a una sonrisa o a una carcajada, llegando incluso a desdramatizar situaciones que en su propio contexto pueden llegar a ser dramáticas. [Célebre es el titular de portada de un periódico local que puso de actualidad la voz “chivichanga”, eufemismo jocoso para nombrar el atributo sexual masculino, dulcificando así el impacto de la noticia que informaba sobre un desgraciado suceso]. Muchas veces las figuras metafóricas usadas poseen un marcado signo machista, recurriendo a imágenes disfemísticas que pueden pasar fácilmente de la ironía a la grosería o al escarnio. Es el caso de la ya comentada: “Esta cabra/jaira quiere macho”, o en su fórmula abreviada: “Esa está buscando macho” que recurre al pronombre demostrativo (esa) con un sentido claramente despectivo.

Pero hay que reconocer el ingenio en las ocurrencias de algunas construcciones para eludir con maña determinadas voces interdictas sobre la materia o, por el contrario, a través de un mensaje que induce a ellas claramente y huye de cualquier eufemismo cuando se pronuncia en ambientes íntimos, casi siempre entre varones.

Las expresiones que hemos llamado libidinosas, “verdes” o “picantes” suelen ambientarse en elementos del imaginario doméstico y rural, principalmente. Son comunes las metáforas zoológicas, inspiradas en animales del entorno rural, como por ejemplo: “Echarle un puño a la baifa”. Expresión que con insinuaciones sensuales hace referencia al novio cuando va a ver a la novia. Otras veces se recurre a locuciones fitolibidinosas, inspiradas en el mundo vegetal, con referencias a frutas u otros productos de la tierra. Aquí tendrían cabida los símiles hortofrutícolas que incorporan a menudo imágenes insinuantes a través de voces, bromas y frases chistosas que inducen a asociar una fruta con los órganos sexuales masculino y femenino, como por ejemplo el plátano (“¡Lo que se come, se cría!”) y el higo, respectivamente. O cuando se dice de alguien que “está más salido que una pita” [de ‘pitera’] para referirse al varón que da muestras de una acusada propensión y disposición a mantener relaciones sexuales.

Las metáforas zoológicas a veces pueden resultar una mezcla entre la falta de pudor y la grosería, como cuando se dice: “Estar armado como un burro” para parangonar la nota virilidad de un individuo con la merecida fama de este ungulado de estar en celo permanente y con la ostentosa exhibición de sus atributos sexuales. O poco decorosas e irrespetuosas como la que expresa: “Estar caliente como una gata en febrero”, que se dice de una mujer con ardiente deseo sexual. No parecen, pues, ideológicamente neutras, sino que gran parte de las referidas al género femenino y a otras orientaciones sexuales se consideran hoy decididamente “machistas”, cuando no “moralistas” o “paramisóginas”. Incluso pudieran llegar a resultar hirientes, como la comparativa “ser más puta que las gallinas”, que se dice para tachar la actitud liberal y atrevida de la mujer en sus relaciones amorosas; o juicios con connotaciones homófobas, aun cuando a veces adoptan la forma “chistosa” o de “insultos amistosos”. Por ejemplo: “Ser más maricón que un palomo cojo”, comparativa que recurre a la metáfora del macho de la paloma con dificultad en la movilidad pedestre que le impide dar el salto decisivo para “montar” a la hembra, y a través de esta imagen expresar la evidente homosexualidad de alguien.