“La cultura es una de las posibles vías para salir de la crisis”. Esta reflexión, publicada en mayo de este año en EL DÍA-La Opinión de Tenerife, sirve para envolver la figura siempre optimista de Alberto Delgado Prieto (Santa Cruz de Tenerife, 1953), un resistente que falleció en la madrugada de ayer tras sufrir una larga enfermedad. Su espíritu de lucha y vitalidad le permitió esquivar una situación delicada en el pasado, pero esta vez no pudo ser.

Presidente de la Fundación CajaCanarias y antes viceconsejero de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias durante dos mandatos, las reacciones son unánimes al pulsar las sensaciones de aquellas personas que se movieron cerca de él. “Se fue un hombre de la cultura”, repiten sin regalar ni una sola de las muletillas facilonas que se suelen contar en los funerales. “Alberto era un hombre que vivía por y para la cultura”, inciden al pedir unas cuantas pinceladas biográficas con las que tratar de elaborar un pequeño retrato robot.

A partir de ese veredicto se puede reconstruir el perfil de un profesional cultural, no solo por todo el amor que destilaba hacia el sector sino por su habilidad para administrar los recursos –licenciado superior de Música y experto en Gestión Cultural– que las administraciones públicas y privadas confiaron a su sabiduría en varias fases de su vida. Padre de cuatro hijos, el que lleva su nombre y apellido defiende a capa y espada que “era una persona a la que le podías contar una cosa sin tener en consideración su gravedad... Él te escuchaba, guardaba un silencio sostenido y siempre ayudaba”, enumera Alberto Delgado hijo al colocar sobre la mesa una simple pero certera radiografía imaginaria de su padre: “Era un amigo”.

Música y números

Años antes de entrar a formar parte de la nómina de la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Santa Cruz de Tenerife, en 1974, Alberto Delgado comenzó sus estudios de Económicas en La Laguna, una etapa universitaria que “aparcó” en cuanto empezó a trabajar en diferentes departamentos de la red comercial de la entidad que evolucionó hasta convertirse en CajaCanarias. Pascual Arroyo se convirtió en uno de los compañeros más próximos en la Obra Social y Cultural durante la década de los 90. Durante este periodo se impulsó el Festival de Jazz de Canarias, el de Teatro y el de Artes Escénicas. Sobre esta diversidad cultural se ensambló un puzzle repleto de creatividad cuyas primeras postales hay que buscarlas en los recuerdos en blanco y negro de su paso por Los Sabandeños o la experiencia que sumó al frente de la Coral de Voces Blancas, de la que fue su primer director junto a Jesús Fariña (1973).

Una oferta laboral realizada por el Ayuntamiento de La Coruña –se impuso en el concurso que buscaba cubrir una plaza como gerente del Organismo Autónomo de Cultura– lo alejó de Tenerife durante unos años (1995).

Cuando puso fin a su etapa gallega se reincorporó a CajaCanarias para desarrollar proyectos en diversos campos. “Siempre tenía algo en la cabeza”, subraya su hijo al exaltar la vocación emprendedora de un gestor que puso su conocimiento al servicio del Archipiélago cuando aceptó ejercer las funciones de viceconsejero de Cultura del Ejecutivo que presidió Paulino Rivero (2007-2015).

Su vuelta a CajaCanarias

Alberto Delgado regresó a CajaCanarias un año antes de que Fernando Clavijo tomara el control en las filas de Coalición Canaria. Su destino fue la presidencia del Patronato de la Fundación. Social y culturalmente fue un ciclo complejo que requirió de unas estrategias pensada para salvar una Obra que volvió a respirar con lentitud.

En este periodo se notó la buena mano que tenía para escuchar –a Alberto Delgado le gustaba conversar con los periodistas un ratito antes de sentarse en una mesa para dar una rueda de prensa– y, sobre todo, tenía cintura para intentar resolver problemas que la mayoría de las veces no tenían un encaje real en agenda. “Lo voy a recordar siempre como el padre que se preocupaba por la familia pero, a su vez, como una persona cercana e infatigable que ponía todos los medios que tenía a su alcance, aunque fueran pocos, para encontrar soluciones”. Muchas de esas salidas se materializaron a través de la Obra Social de CajaCanarias –la entidad de la que era presidente mostró en la mañana de ayer su pesar ante una pérdida de este calado–, en forma de ayudas que llegaron a colectivos que se encontraban en una situación de extrema necesidad.

Además de exhibir una tenacidad incombustible para sobrevivir a situaciones enrevesadas –su hijo Alberto subraya la dignidad y entereza con la que peleó cuando la salud flaqueaba–, Alberto Delgado Prieto era un ser al que le costaba borrar de su cara la media sonrisa con la que aceptaba el devenir de las cosas. Era consciente que en el campo de batalla en el que se mueven los políticos las amistades no abundan, al menos las que precipitan de manera natural, pero su habilidad para generar situaciones de diálogos le permitió ganarse el cariño y el respeto de sus rivales independientemente de las siglas a las que pertenecían.

Y es que Delgado, más que un político, era un hombre de la cultura que aceptó ser una pieza clave en el engranaje que debe hacer funcionar a la administración y a los creadores. Él siempre fue consciente de las misiones imposibles que abundan en un sector en crisis, pero también presumía de vivir en una tierra talentosa.

En la composición fotográfica aparece Alberto Delgado Prieto en distintos instantes culturales

Adiós a un Sabandeño

Carlos García, médico y escritor, recordaba ayer en su Facebook la figura de un excompañero de Los Sabandeños. “Otra desgracia más acumulada en este fatídico año que hasta su final, nos sigue trayendo malas nuevas”, remarca el exdoctor del CD Tenerife sobre una relación que nació el 1979. Alberto Delgado estuvo cuatro años en la formación de Sabanda (Punta del Hidalgo), pero en ese tiempo “aportó grandes logros en la trayectoria del grupo, no en vano, su titulación académica como Licenciado en Música, especialidad en guitarra, trajo un aire nuevo y renovado la forma musical que se tenía entonces”, destaca García. | J.D.