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En la película de David Cronenberg Cromosoma 3 (The Brood, 1979), Oliver Reed interpreta a un psiquiatra que desarrolla un dudoso método terapéutico llamado psicoplasma para transformar los traumas y los miedos de los pacientes en mutaciones corporales. La periodista y crítica de cine Desirée de Fez (Barcelona, 1977), voz de referencia en el muy masculino ámbito del cine fantástico y de terror y columnista de El Periódico, del mismo grupo editorial que EL DÍA, también ha buscado la manera de otorgar a sus miedos una existencia material, pero ha hallado un modo bastante más razonable de hacerlo al darles forma de libro. El resultado es Reina del grito (Blackie Books), un recorrido por algunos de los temores más arraigados de la autora que establece un revelador juego de espejos con una veintena de películas clave del género. Un viaje al corazón de los horrores cotidianos que De Fez emprende manteniendo un equilibrio bastante prodigioso entre la confesión lacerante, el análisis perspicaz y la anécdota tronchante.

En su primer día en el instituto hizo un esquema con el orden en el que morirían sus nuevos compañeros si se colaba un psicópata asesino en el edificio.

(Ríe) Ya, ¿qué clase de persona enferma hace eso? Bueno, era una cuestión de supervivencia. Para mí el colegio fue bastante duro: era una niña con sobrepeso, muy insegura, muy protegida por mi familia, y arrastraba un miedo grande a no ser aceptada, así que desarrollé ese tipo de estrategias. ‘Como he visto muchos slashers, sé cuáles son los perfiles a los que me tengo que agarrar para hacer que esto funcione’. Y me hacía mi lista.

El libro aborda temas muy complejos, incluso dolorosos, pero está lleno de episodios hilarantes como ese.

Yo soy muy autocrítica y tengo tendencia a castigarme, y mi forma de escapar a eso es a través del humor. Me pareció necesario introducir en el libro ese elemento de contraste. Es posible acercarte a tus miedos desde la risa. Y, al final, de lo que hablo es de mi vida, y mi vida está llena de situaciones absurdas. Todas las mujeres de mi familia somos un poco Chus Lampreave: ante los grandes conflictos, las soluciones más zumbadas.

Como desconectar el teléfono para que no llamen del videoclub exigiendo la devolución de una película que se ha quedado atascada en el reproductor.

¡Lo desconectamos de la pared! ¡En aquel tiempo corría la leyenda urbana de que las cintas costaban 500.000 pesetas!

Pertenece a una generación que llegó al cine a través del VHS.

Totalmente. A mí me gusta mucho una cosa del libro que es cómo ese conjunto de rituales casi mágicos asociados al alquiler de una película en el videoclub se va empobreciendo hasta acabar con el visionado de un capítulo de una serie elegida al azar en una plataforma. Me interesa explicar ese arco, cómo se ha perdido toda esa magia.

En esos años, la persona que le hace de guía en el mundo de las películas es su primo Ángel.

Angelito, sí. Es la persona a quien yo debo mi amor por el cine. Pero, además, a la hora de escribir esto me servía mucho, porque en él ya está la semilla de algo que me voy a encontrar en los años posteriores, que es que mis modelos, la gente que me rodea, van a ser hombres, hasta que llega un momento de cuestionamiento. Él es el primero que me dice que si no me ha gustado una película es porque no la he entendido, y eso es algo que voy a tener que escuchar luego muchas veces.

Una chica en un mundo abrumadoramente masculino como el del cine de terror. ¿Era consciente de la anomalía?

Veía que era un entorno muy masculino y detectaba cosas que no acababa de entender, sobre todo a la hora de valorar algunas películas en las que yo veía elementos que no me cuadraban, como el modo de representar la violencia ejercida sobre las mujeres. Pero sería deshonesta si dijera que ya sabía que algo fallaba. Yo me dejaba llevar, por inercia o por miedo a llevar la contraria. Me he vuelto mucho más consciente en los últimos diez años y creo que eso tiene que ver con un cambio de coyuntura, con la aparición del #MeToo, del Time’s Up, los nuevos feminismos… Y, claro, con la llegada de una nueva generación de directoras que hacen cine de terror.

Y que lo hacen desde unos postulados que cuestionan, o desafían, a un sector de los fans tradicionales del género.

Exacto. Yo entiendo que haya fans del cine de terror que defiendan un cine de género puro, sin coartadas. Pero en los últimos años se ha extendido ese sambenito de que películas como Babadook, La invitación o Relic, dirigidas por mujeres, son dramas que usan elementos de cine de terror y son menos válidas por eso. También La semilla del diablo, El exorcista o Amenaza en la sombra juegan a lo metafórico y tienen una gran carga emocional detrás y han pasado a la historia como clásicos del cine de terror. Son películas que apelan a miedos muy profundos y muy personales. La muerte de mi padre, por ejemplo, es Amenaza en la sombra. El dolor que yo siento es el que transmite esa película.

Esa irrupción de nuevas voces femeninas en el cine de terror, ¿ha cambiado su manera de relacionarse con el género?

Sí, sí, para mí ha sido importantísima, y Reina del grito es producto de todo eso. El libro empieza siendo un canon muy masculino, hablando de películas dirigidas por hombres, y acaba destacando el trabajo de estas mujeres [Jennifer Kent, Karyn Kusama, Alice Lowe, Ana Lily Amirpour, Claire Denis, Ana Biller…] porque me doy cuenta de que yo viajo en paralelo a ellas. Las suyas son películas contadas desde la experiencia, desde lo que han vivido. Y ver que hay otras mujeres que cuentan lo que les pasa de una forma tan honesta me anima a mí también a contar mi historia.

¿El miedo es el eje central de su historia?

Es una parte muy importante. El miedo ha sido una constante en mi vida. Yo he dejado de hacer cosas por miedos que pueden parecer absurdos. Tener miedo a la muerte o a la oscuridad es normal, pero tener miedo a llegar al hotel y que no funcione la llave de la habitación…

O miedo a las fiestas de cumpleaños infantiles.

Buf, es que el chiquipark es un lugar terrorífico. Ahí sí he pasado miedo. Yo he llegado a estar tres noches sin dormir antes de un cumpleaños infantil. En el chiquipark se me disparan todos los miedos respecto a mis hijos: a que se caigan y se hagan daño, a perderlos de vista, a que los rapten… Lo paso mal de verdad.

Y, sin embargo, publicar un libro confesional como este exige una valentía considerable.

Para mí ha sido como una necesidad. Los últimos años de mi vida han sido muy complicados y han potenciado una serie de nuevos miedos relacionados con la edad, con hacerse mayor. Sentía que o convertía todo eso en algo creativo y lo compartía o lo acababa proyectando contra mí. Y pensé que una forma útil de compartir estos miedos era hablar de cómo el cine de terror me ha dado instrumentos para entenderlos y manejarlos. Explicar que el terror puede ser un refugio contra el miedo.

Una vez publicado el libro, ¿ha funcionado el exorcismo?

De entrada ha sido bastante liberador. Yo tengo tendencia a obsesionarme con la recepción de las cosas que escribo y creo que esta vez he conseguido romper eso. El libro me ha servido, si no para tener menos miedos, sí para saber relativizarlos. Así que podría decir que ha cumplido su función. Hay miedos que me van a acompañar siempre, pero ahora sé que tener miedo no me hace una persona débil.

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¿Has oído a Desirée gritar alguna vez? Esta pregunta se hizo por Whatsapp a tres personas que son o han sido muy cercanas a De Fez. Las respuestas fueron: “Gritar de levantar la voz, sí. Chillar, no”; “Ostras, no. Si Desi pegara un grito, el grito se convertiría en una frase brillante y articulada”; y “Diría que no”. De modo que la autora de Reina del grito no grita... hacia fuera. Otra cosa es hacia dentro. En su cabeza debe de haber un campeonato constante de silbo gomero. Los capítulos dedicados a sus miedos respecto del embarazo, la maternidad y cómo marcará ella a sus hijos son de una sinceridad y una brillantez inusuales. Tal vez De Fez no tenga más miedos que la mayoría de nosotros y solo piense más y con más claridad en ellos. En cuanto a saber reírse de sus miedos, no tiene rival. “Nada indica que mis suegros sean líderes de una secta satánica como los Castevet, pero es verdad que se toman demasiado en serio lo de ser presidentes de su escalera de vecinos”, escribe en el capítulo Miedo a la home invasion.

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