Llega a la Isla de la mano de Carles Francino y su programa de la SER ¿Cómo se las está arreglando para promocionar su nuevo libro, Todo lo carga el diablo, en estos tiempos?

Yo me estoy moviendo bastante. Con todas las precauciones, claro. Defiendo el lema de que la cultura es segura. Tenemos que contribuir todos a que esto siga en marcha y no se pare. La promoción se hace a medio gas pero no pasa nada. Es mejor eso que pararse. Ya había retrasado el lanzamiento de este libro, que iba a salir el 24 de mayo. Es el día del cumpleaños de Bob Dylan. ¿Cuándo si no estando yo implicado? Lo pasamos a octubre y no que querido esperar más. La buena noticia es que todos los amigos libreros están encantados, están vendiendo libros como si fuera Navidades. Las editoriales dicen que van a alcanzar sus previsiones. Parece que en los momentos de aislamiento la gente ha decidido que de la cultura no puede ser como Santa Bárbara y acordarte nada más que cuando truena. En los momentos malos, de miedo o necesidad, un libro conforta, entretiene y te lleva a otros lugares. Esperemos que no se olviden de eso.

Es un año atípico para los escritores que estrenan libros sin poder acudir a las míticas ferias del libro.

Veamos también la parte positiva de eso. Soy un optimista irredimible. Podría decirse que soy un pesimista mal informado. Hay que hacer de la necesidad virtud. Alegrémonos de vivir en un mundo en el que existe internet. Hemos podido hacer programas de radio por teléfono y tenemos los libros digitales y demás.

Esta es ya la quinta entrega de la saga de novelas protagonizada por su Juan Urbano.

Sí, esta es la quinta. Voy por la mitad y tengo la sensación de que todo es ya un poquito cuesta abajo, estoy aliviado. También es verdad que cada vez me lo paso mejor con estas novelas y que en esta se nota mucho la intención de toda la serie de mezclar muchos géneros, de que haya una parte de novela policiaca y una parte de novela de amor, una parte de novela de aventuras y una parte incluso de novela gótica, casi de miedo. Cada vez me lo paso mejor y si consigo llegar a las diez luego me va a dar pena. Al principio creía que era una locura.

¿Por qué diez concretamente? ¿Por qué ese objetivo tan ambicioso?

Porque es un número muy cabalístico, mágico y redondo. Implica el cierre de un ciclo. Desde el principio entendí esto como un proyecto de largo recorrido donde todas las novelas se pueden leer de manera independiente pero donde existen conexiones. Por ejemplo, en esta hay un personaje muy importante que es Isabel Escandón que ya estaba en Ajuste de cuentas de otra manera, en otra versión. Me pareció que estaba bien cerrar todos esos juegos divertidos en un número tan completo como el diez, que a fin de cuentas es el centro de todas las dianas.

En este caso se acerca a otra historia no contada y relacionada con el mundo del deporte femenino.

¿Sabes qué pasa? Me dicen a veces que mis novelas son didácticas. Yo sé que lo son para mí porque aprendo muchas cosas escribiéndolas. Conocía bastante bien la época en la que comienza la novela, que son los años 30. He trabajado mucho la Generación del 27 y en el caso de las mujeres he trabajado mucho sobre María Teresa León, María Zambrano, Maruja Mallo, etcétera. Sabía bastante del mundo político de la época, de cómo uno de los grandes empeños del gobierno de la República fue conseguir que las mujeres ocuparan un lugar natural en la vida, a la misma altura que los hombres. Eso consiguió que muchas de ellas llegaran a lo más alto en el mundo de las ciencias, de las bellas artes, de la política y también del deporte. ¿Qué pasa? Que del deporte yo no sabía nada. Escogí ese punto de vista porque así iba a aprender cosas. Descubrí a estas dos mujeres extraordinarias: Margot Moles y Ernestina Maenza. Una era de derechas, la otra de izquierdas. Una era republicana y la otra partidaria de la sublevación. Fueron adversarias ideológicas y rivales deportivas y sin embargo amigas durante toda su vida. Es un ejemplo que está muy bien atender y ojalá cundiera, aunque me temo que no va a ser así. A partir de ahí empecé a contar toda la historia y me inventé un personaje de ficción, Caridad Santafé, que es por el que me van a juzgar a mí. A los novelistas se nos juzga por lo que nos inventamos, no por lo que investigamos.

La salud también forma parte del libro y está relacionada, curiosamente, con otra epidemia.

Sí, fíjate que son las casualidades que ocurren cuando estas escribiendo un libro. La empecé hace dos años y medio, cuando no teníamos ni remota idea si quiera de qué era Wuhan. El marido de Caridad Santafé tenía una industria química que es la que hereda su hijo, que luego encarga a Juan Urbano que busque a su madre desaparecida. Hay toda una descripción de la farmacéutica de la época bastante divertida, con todos esos medicamentos milagrosos donde cualquier jarabe te curaba desde la miopía hasta las cefaleas. También se narra un episodio terrible y no resuelto del todo como es el de la poliomelitis, aquella epidemia que se pudo evitar y que no se evitó porque el gobierno de la dictadura no quiso vacunar a toda la población sino solo a unos privilegiados. Esperemos que esta vez no ocurra eso, estoy seguro de que no. Aquello llenó España de un paisaje donde fueras donde fueras veías a esos niños con los hierros en las piernas. Fue un horror y fue un error que quedara impune, como tantas cosas en nuestra historia.

¿Cuando creó a Juan Urbano, le puso cosas de alguien? ¿Quizás de un amigo o incluso de usted mismo?

La idea era no pensar nadie. Quería crear a alguien que se pareciera más a los lectores que a los héroes o heroínas de las novelas. Es un profesor de instituto con una curiosidad que le ha llevado a estudiar episodios que merecen ser recordados. Se ha ido convirtiendo en un detective de novela negra. La clave era que el personaje pudiera ser casi cualquiera, lo mismo que la clave era que las novelas tonteasen con muchos géneros: de detectives, de amor, la novela gótica, etcétera.

¿Ha evolucionado? ¿Se le ha escapado de las manos?

Eso es muy importante. Los personajes siempre se escapan de las manos. Me ha ocurrido en este caso con Ernestina Maenza, que es un personaje real pero al que me he tenido que inventar. De Margot Moles se sabía algo más. Igual es porque se ha trabajado más en la recuperación de algunos personajes republicanos que de los otros, que tienen esa carga de antipatía de haber apoyado un golpe de estado. Es, sin embargo, una figura interesantísima y una mujer extraordinaria. Cuando empecé con ella, no pensé que iba a cobrar la importancia que tiene pero hay personajes que de pronto te dicen: ‘Benja, lo siento macho, yo para secundario no vengo’. Me ha pasado con ella y con Isabel Escandón. En Ajuste de cuentas acabó en la cárcel y ahora reaparece. Cuando estaba escribiendo pensé que en una historia con tantas mujeres que lucharon con tanto tesón contra viento y marea tendría gracia que Escandón fuera tomando relevancia y robándole plano a Urbano. De hecho es ella quien encuentra una de las pistas más importantes para descubrir qué ocurrió con Caridad Santafé, dónde está y si está viva. Eso son cosas que se te ocurren mientras escribes y que son las más divertidas, las que no tenías planeadas.

¿Trabaja ya en la siguiente?

Llevo muchos años sin publicar un libro de poemas y me gusta mucho mantenerme siempre en esos dos géneros. Mi plan ahora es conseguir acabar con un poemario en el que llevo trabajando mucho tiempo. En el momento en el que lo acabe me podré a hacer la sexta y espero poder publicarla en dos años.

Está usted muy vinculado al mundo de la música ¿Será esta la estocada definitiva al sector?

Hace falta entender que no todos son Joaquín Sabina, Leiva o Vanessa Martín. Detrás hay muchas personas trabajando y hay que ayudarles. No puede ser que el Ministerio de Cultura sea único en el que el ministro sale en su primera comparecencia pública y dice que esto tampoco es tan importante. No me imagino a ningún otro ministro o ministra diciendo eso de sus respectivos departamentos. La cultura es muy importante: entretiene, ilustra, nos vuelve más inteligentes y menos manipulables.