Aquitania tiene buena pinta...

...para mí es una obra merecedora de un Planeta. Eslava Galán, que sabe mucho de historias de este perfil, dice que es la novela que a él le hubiera gustado escribir; una catedral literaria que está número uno en ventas y ahora es el título mejor reseñado.

Lo que los lectores no echarán en falta es un descenso a las catacumbas de la documentación para sostener los capítulos; eso es como escribir dos novelas en una, ¿no?

Ahí los límites los pone el escritor... En la trilogía de la Ciudad Blanca, por ejemplo, podía haber renunciado a la documentación, pero necesitaba un buen perfilador criminal: me tuve que hacer siete cursos policiales porque mi objetivo era ofrecer lo mejor a los lectores. El trabajo de documentación acaba cuando el novelista domina la jerga de los especialistas. Ese es el momento de parar...

Usted es una escritora que ha logrado que sus páginas dieran el salto al cine, ¿se quedó satisfecha con el resultado de El silencio de la ciudad blanca?

Yo solo le puedo hablar de mi caso y de cómo lo viví... El proceso fue desempoderador porque cuando un novelista escribe un libro las decisiones creativas las toma él, no otras personas por él...

Intuyo que no le gustó.

En mis libros yo soy la que decide si hay que matar a alguien o lo dejo con vida un rato más (silencio)... Ahí no hay un editor tomando esas decisiones por mí. Ser una autora con un buen puñado de ventas te da autoridad y respeto para que nadie cuestione tu trabajo. Eso no pasa en el mundo del cine o la televisión y, por lo tanto, supuso un aprendizaje para mí... Un novelista no decide quién va a hacer el director, el guionista y ni siquiera la ciudad dónde se va a ambientar la película. Recuerdo que uno de los guionistas me dijo, “pues igual no la ambiento en Vitoria y me la llevo a Bilbao”. Mi respuesta fue: ¿Cómo no la vas a ambientar en Vitoria si todo lo que escribo tiene que ver con Vitoria?... Durante años he soportado como mis lectores me echaban en cara –a través de las redes sociales– que no le gusta un personaje o el otro. ¡Ojalá hubiera sido la encargada de elegir a los actores! A mí no se me consultaba nada y tampoco tuve derecho a veto.

¿Sigue molesta?

... Sigo siendo el rostro más visible de un proyecto que no es mío, pero que sí que parí antes de que pasara por las manos de cien personas que tomaron unas decisiones y luego desaparecieron para siempre; al final, el espectador carga las culpas en la mochila de la escritora, no en la del director, el guionista o el productor, que la mayoría de las veces no los conoce. La magia de La Ciudad Blanca se quedó en el libro, porque al cine no llevaron ni lo que estaba en mi cabeza ni la idea que se hicieron más de un millón de lectores...

Uno de esos libros estuvo finalista en Tenerife Noir.

Sí, pero no consiguió ganar el concurso, aunque debo decir que fue una etapa más en el acompañamiento de una de las experiencias literarias más bonitas que he experimentado.

¿Usted se considera escritora o autora de género?

Algo que me sorprende mucho del mundo editorial, no del literario, son las etiquetas que le ponen a los libros... Tres años después de escribir la saga de los longevos no sabía nada de las claves editoriales, pero seguía enamorada de una historia que nació con el propósito de realizar una revisión del mito de Los inmortales y llevarla a la cotidianidad del siglo XXI en España...

¿Y qué ocurrió?

Que los editores y los libreros no sabían dónde meterla... Estuvieron un buen rato pensando si se trataba de un thriller, de una historia contemporánea, ciencia ficción, histórica, romántica... Lo peor es que un montón de años más tarde continúan sin saber dónde encajarla.

¿Dónde la “encaja” usted?

Hay lectores que son muy de novela negra y solo leen negra, pero, en general, los lectores no son de géneros: son de autores. A los míos les da igual que escriba la saga de los longevos, que nadie sabe dónde cuadrarlo, una historia en clave negra o una trama histórica como Aquitania.

Cerremos el círculo; ¿qué se van a encontrar los lectores en las páginas de ‘Aquitania’?

Los que me conocen y valoran mi manera de narrar saben que me gustan los personajes potentes... A mí las novelas me salen mestizas, es decir, que me muevo en varios géneros. Descubrí a Leonor de Aquitania, única monarca que fue reina de Francia e Inglaterra, cuando me documentaba para la trilogía ambientada en la Ciudad Blanca. Fue un personaje con una enorme carga feminista en pleno siglo XII. Aquitania es un proyecto que proporciona un equilibrio histórico y literario a los lectores.