En junio de 1995 se reunía en una sala de la Facultad de Filología de la Universidad de Laguna un grupo de personas interesadas en la teoría y la práctica de la traducción. Las convocaba el profesor Andrés Sánchez Robayna, también escritor y traductor, quien, a partir de ese momento, ha coordinado hasta hoy un seminario permanente de traducción cuyos frutos —numerosos libros y una revista especializada— han sido ampliamente reconocidos. 25 años después, Andrés Sánchez Robayna lleva a cabo un breve balance de lo realizado en el Taller de Traducción Literaria.

¿Se han cumplido las expectativas que tenía cuando promovió la creación del Taller en 1995?

Nuestro objetivo principal, practicar la llamada “traducción creativa”, se ha cumplido ampliamente. Es decir, queríamos conciliar el rigor filológico y el espíritu creador, y eso se ha conseguido en todos los trabajos que hemos hecho hasta hoy. Se trataba y se trata de huir tanto de la traducción filológicamente correcta, pero pobre y carente de espíritu, como de los excesos “creativos” que se alejan peligrosamente del texto de partida y llegan incluso a olvidarlo. Dicho de otro modo: la traducción rigurosa y creativa es posible. Hemos luchado contra el principio de la intraducibilidad de la poesía, y cuando digo poesía no me refiero sólo, claro está, a los versos, sino a cualquier texto estéticamente complejo, porque hemos traducido no sólo a poetas, sino también libros de ensayo como el Prefacio a Shakespeare del doctor Samuel Johnson o los Cuadernos de Valéry, novelas como El síndrome de Gramsci de Bernard Noël, o el Diario de Seferis.

El Taller ha traducido textos de lenguas muy diversas, desde el inglés, el francés o el alemán hasta el polaco, el sueco, el italiano, el rumano, el danés, el checo, el catalán, el griego e incluso el chino, siempre con la colaboración de hablantes nativos. ¿Se ha quedado algún proyecto en el tintero?

Nuestro método de trabajo, es decir, una reunión semanal para traducir textos a veces muy difíciles (los Cuadernos de Valéry, por ejemplo, o El puente, de Hart Crane, supusieron, ellos solos, muchos años de trabajo), nos ha impedido realizar, simplemente por falta de tiempo, algunos proyectos que nos han ilusionado mucho, como traducir textos clásicos griegos y latinos y también, por cierto, a algunos autores árabes. Lamento muy especialmente no haber podido realizar hasta hoy uno de nuestros proyectos más acariciados: una versión muy amplia (ya que no completa) del extenso Zibaldone de Leopardi, hasta hoy conocido en español de manera muy fragmentaria. Esa falta de tiempo ha imposibilitado acometer otras empresas de largo aliento, porque sabíamos que nos iban a llevar varios años (como nos los llevó también, por ejemplo, la antología de poetas metafísicos ingleses). Hemos preferido, por eso, empeños más breves, más realistas y realizables en términos de tiempo. Pero no hemos abandonado los trabajos ambiciosos. Ahora estamos, por ejemplo, con una amplia selección de pasajes de la Comedia de Dante. No sabemos cuándo la acabaremos.

A partir del otoño del 2011empezó a publicarse el Boletín del TTL con la voluntad de “dar una noticia más amplia y detallada de las actividades que realiza” y, al mismo tiempo, presentar algunos escritos teóricos que sustentan su práctica. Han salido ya 36 números, los dos últimos, especiales, dedicados a celebrar el 25 aniversario de Taller. ¿Hasta qué punto ha podido el Boletín responder a la idea que lo hizo nacer?

El Taller genera multitud de documentos de trabajo, notas, datos, comentarios que se realizan en el proceso mismo de traducción, que nosotros, desde el primer momento, hacemos de forma colaborativa, sobre todo con el método de la traducción individual revisada colectivamente. El Boletín nació en 2011 a raíz de una larga reflexión acerca de cuál podría ser el medio más adecuado para difundir mejor nuestras actividades. Opté por una publicación modesta en el aspecto material, pero muy seria en sus contenidos. Y también dinámica, con textos breves, pero también extensos cuando hace falta (publicados en números sucesivos) y con adelantos de nuestros trabajos en curso. Abordamos cuestiones teóricas o de método, pero también prácticas, con una sección de notas (históricas o no) sobre el significado de la traducción y las dificultades de su práctica. El Boletín se envía gratuitamente a numerosas universidades, centros de traducción y traductores de todo el mundo.

¿Hay otros centros como el Taller en universidades españolas?

No, que yo sepa, pero sí seminarios inspirados en el nuestro, como el de la Universidad de Yale o el Taller de Traducción de Atenas. Una estudiosa italiana, Giuliana Calabrese, publicó en 2013 un trabajo sobre el Taller en el que nos ve también como “un’alternativa per la didattica della traduzione poetica…”. Me gustaría añadir que, para mí, nuestro Taller está continuando el viejo empeño de un ilustre profesor de la Universidad de La Laguna, Alejandro Cioranescu, gran traductor él mismo, que en los años sesenta del siglo pasado hizo en La Laguna el primer curso de Literatura Comparada impartido en España. Hoy sabemos que traductología y comparatismo resultan inseparables. Nosotros somos, en realidad, los herederos de Cioranescu, que fue un pionero en este tipo de trabajo. Nos guía su ejemplo.