Si hay un espacio que puede considerarse como un símbolo de Puerto de la Cruz ese es, sin duda, el Lago Martiánez. Esta edición, el Festival Mueca ha sabido sacarle provecho a las piscinas diseñadas por el lanzaroteño César Manrique y las convirtió anoche en un escenario musical muy especial. El Lago fue solo uno de los tres lugares elegido para el Mueca musical, que repetirá su agenda hoy a partir de las 19:30 horas con idéntica programación. En otras las dos sedes de los conciertos, el Jardín Botánico y el antiguo convento de Santo Domingo, también habrá una nueva oportunidad para vivir de nuevo experiencia.

Con el objetivo de garantizar al máximo la seguridad del público, los organizadores y los propios intérpretes, la velada musical se organizó en una suerte de circuito de conciertos de diez minutos cada uno bien separados entre sí y por el cual fueron pasando los grupos de personas que adquirieron sus entradas por dos euros a través de www.tickety.es.

En Martiánez, por ejemplo, la diversión comenzó de la mano Chani Martín con ElZurdo, que fueron los encargados de inaugurar la ronda de actuaciones junto al Homenaje al Mar. "Ya os queremos aunque no lo hayamos dicho pero es que preferimos decirlo cantando", explicó el cantante a su primer grupo de espectadores tras recordar los difíciles momentos por los que está atravesando el mundo de la cultura. En este primer concierto apuraron al máximo sus diez minutos de tiempo y lo cerraron con "una canción muy madrileña pero que nosotros cantamos en italiano inventado", bromearon.

Antes de llegar al segundo escenario, donde esperaba el grupo femenino Mar'a, los asistentes hicieron el recorrido junto al lago principal al ritmo de la batucada de Bloko. Desde la isla central, regalaron el estruendo de sus tambores, que resonaron por toda la ciudad turística. La segunda parada fue, por tanto, para las chicas de Mar'a y su genial combinación de música de raíz y percusión. "Gracias por el esfuerzo tan grande que ha hecho la organización y el Ayuntamiento y gracias a ustedes por estar aquí en estas circunstancias tan duras", explicaron antes de despedirse al ritmo de un peculiar tajaraste. Su escenario fue ubicado junto a otro de los geniales monumentos de Manrique, Raíces al cielo, formado por troncos de eucaliptos dispuestos al revés y con sus raíces apuntando hacia el firmamento. La última parada en este circuito musical portuense fue en la piscina infantil y al abrigo de esa especie de pulpo rojo y blanco en la que varias decenas de tinerfeños han jugado alguna vez en su vida. Se trata de La Jibia, que se transformó en escenario para el Vässil Ohn Quartet, encargado de recordar la etapa neoyorkina de Manrique.