Es la pieza original. Desde hace unos días, el conocido como Monumento al gato, Monumento al gatoobra del surrealista tinerfeño Óscar Domínguez que había permanecido confinada en un depósito municipal de la ciudad francesa de Hèyres desde la década de los setenta del pasado siglo, luce ahora en toda su plenitud, al aire libre.

La escultura está inscrita en el corazón del jardín de La Banque, como parte de un conjunto en el que la figura de la vizcondesa Marie-Laure Noailles, la amante del artista, está representada por una pequeña fuente, en forma de hoja de laurel, que en su emplazamiento original en el jardín de la Villa Noailles se encontraba situada al pie mismo de la escultura.

En opinión de Isidro Hernández, conservador de la Colección Domínguez en TEA Tenerife Espacio de las Artes, "se trata de una escultura cargada de resonancias y significaciones simbólicas, que da cuenta de la relación amorosa mantenida entre 1952 y 1957 por Óscar Domínguez y Marie-Laure de Noailles". En este sentido, el experto considera que el Monumento al gato "hay que entenderlo en este contexto".

Santa Cruz de Tenerife alberga una réplica de esta obra, levantada con ocasión de la I Exposición de Esculturas en la Calle celebrada en el año 1973 y presente, desde entonces, en el ahora conocido como paseo Arístides Ferrer del parque García Sanabria, pieza que se creó siguiendo los datos aportados por el vizconde Charles de Noailles, a través de documentos fotográficos del original y también mediante dibujos del autor.

La vizcondesa muere el 29 de enero de 1970 en París y a partir del mes siguiente, su marido, el vizconde Charles de Noailles, decide desprenderse de esta propiedad. La ciudad de Hèyres adquiere en 1973 el castillo de Saint Bernard y la villa. El castillo se había deteriorado con el paso del tiempo y presentaba un aspecto ruinoso en el momento de su venta, además reinaba un desorden agravado por las fantasías de la vizcondesa. Correspondió entonces a la municipalidad emprender la restauración de un espacio extenso, movilizando para tal fin a los socios culturales públicos para salvar de la ruina la primera casa construida por Robert Mallet-Stevens, que había sido registrada en un inventario complementario de monumentos históricos.

Las operaciones se iniciaron en particular con el Monumento al gato, a fin de resguardarlo y asegurar su conservación. Tanto más desde que esta instalación, en el pequeño jardín de inspiración cubista y oriental diseñado por Gabriel Guévrékian, fue realizada con desprecio de su diseño.

El gato, protegido por un sólido encofrado creado a su medida, fue así conservado durante años en dependencias municipales, oculto a la vista y al tiempo, antes de ser devuelto a la ciudad gracias a la colaboración del Club de Rotarios de Hèyres.

El Monumento al gato, que Óscar Domínguez emprendió en 1952, se concluiría un año más tarde. Es una escultura compuesta de formas geométricas rectangulares: cuatro pilares coronados por un frontón rectilíneo sobre el que descansan dos ojos de vidrio tintado, mientras en su centro cuatro varillas de hierro forjado blanco asemejan los bigotes del animal. Las piedras en forma triangular sirven como orejas y un fragmento también triangular perfila la nariz del felino.

Pero acaso esta obra, más allá de detalles, de reflexiones técnicas y estéticas, tendría que traducirse desde la clave sustancial del amor, el que protagonizaron el genio tacorontero y la que ha sido considerada como la gran mecenas del surrealismo.

Óscar y Marie Laure se conocieron en París, durante la presentación de una obra de Picasso, y fue entonces cuando ella lo invitó a su residencia del castillo de Saint Bernard, en la localidad de Hèyres, en la Costa Azul. Por aquel entonces le encargó cuatro obras en hierro forjado para el jardín de su residencia: el gato, el pájaro, la mujer corriendo y el pirata, que precisamente viajaría a la exposición celebrada en Tenerife.

Después de estas primeras relaciones, fue en el verano de 1951 cuando Óscar Domínguez prosigue su obra con un fresco taurino de inspiración picassiana. y en 1952 emprendía definitivamente el trabajo del Monumento al gato.

La iconografía

La iconografía del gato está presente en el artista tinerfeño que pintó, dibujó y esculpió este animal antes de acometer la escultura. No en vano, a partir de 1951 le presenta a Marie-Laure un cuadro que parece anunciar la obra que está por venir. Ambos descubrirán así una misma pasión por la figura del gato, un punto de partida de la relación particular que convertirá a Óscar en el amante oficial de la vizcondesa desde 1952 a 1957, un amor ferviente y ardoroso. Ella tiene 50 años y él, 46.

Y surge un gato monumental y al tiempo minimalista, cuya pureza refuerza la presencia y el enigma, aunque tras esta apariencia tranquila, la pareja ese muestra tan asombrada que protagonizarán una vivencia surrealista. Él alcohólico, violento y provocador. Ella, sumamente rica y subversiva, a la vanguardia de la vida artística y social.

Ahora, la escultura se erige como una presencia que permite homenajear a un artista cuya obra , de contenido pacífico, fue una victoria temporal sobre la desesperación que lo atenazaba y que encuentra en este lugar la oportunidad de sobrevivir, incluso a la muerte.

Sin embargo, el misterio permanece. Y la idea de que un gato, transformado en piedras, haya cruzado el tiempo para venir a vigilar un museo y su jardín genera controversia. Pero una cosa es cierta: esculpido como un pórtico, frente a La Banque, que mira en silencio, quedará una puerta siempre abierta a nuestro deseo de interpretar el paisaje.