¿Lagunear o laguneando?

Lagunear también es laguneando... La segunda forma es el infinitivo de hacer que alguien se mueva por estas calles para descubrir los atractivos, encantos y misterios de la ciudad... Lagunear no es un simple paseo, es un paseo comentado en el que se redescubren y entrelazan viejas amistades. Azorín lo llamaba los primores de lo vulgar. Y es que laguneando tenemos más posibilidades de ver las cosas pequeñas que se escapan con las prisas.

¿Aguere o Ciudad de los Adelantados?

Ni una cosa ni la otra. Aguere es una comarca, un territorio prehispánico, y la Ciudad de los Adelantados solo es un añadido... Para mí es San Cristóbal de La Laguna. En un principio fue San Cristóbal porque así fue bautizada, pero pronto se impuso el hecho físico de que la ciudad estaba ubicada sobre una laguna de aguas estacionales.

¿Cuáles son los requisitos que debe cumplir un cronista?

Debe tener, por encima de todo, amor por su ciudad, comprensión, curiosidad, sensibilidad y un cierto afán por comunicar lo poco que sabe a los demás... También es recomendable tener un afán de protagonismo chico y ser consciente de que solo es un enlace con ese vínculo tan extraordinario que es la tradición.

¿Qué pensó en el instante en el que le ofrecieron asumir ese rol en la ciudad en la nació?

Me quedé gratamente sorprendido porque era algo inesperado... En realidad, fue una iniciativa que activaron la Económica y el Instituto de Estudios Canarios. Un día me llamó el director de la Económica y me dijo: "¡Mire, don Eliseo quiero hablar con usted porque le voy a hacer un encarguito!". Yo en la Económica, salvo director había sido de todo, y entendía que ya no estaba para encarguitos. Entonces creí que se me había pasado el arroz, pero don Jorge insistió que se trataba de "otro tipo de encarguito... ¡Venga por aquí y le explico!", incidió.

¿Y aceptó?

No... Fui a la Económica y me dijeron que era la persona adecuada para ser el cronista de La Laguna. Mi intención seguía siendo no meterme en este tipo de berenjenales porque ya estaba de vuelta de todo. Pasó el tiempo y un día recibí una llamada de Fernando Clavijo, que entonces era Alcalde de La Laguna, y me dijo que el Ayuntamiento había acordado que yo fuera el cronista de San Cristóbal de La Laguna.

¿La historia de una ciudad hay que endulzarla o glorificarla?

Ni glorificarla ni endulzarla... La historia de una ciudad hay que vivirla y saber interpretarla. El cronista no debe profundizar en el hecho histórico de la misma manera que lo haría un historiador; este no es el que corta y pega sino el que interpreta los hechos históricos. El cronista, en cambio, es el que los narra.

¿Su alma es de periodista?

He sido periodista toda mi vida y lo sigo siendo, aunque lleve muchos años en el dique seco... El vicio del olor a la tinta de un imprenta se mete en tu interior y permanece ahí el resto de tu vida. Un periódico es algo natural; una necesidad tan vital como respirar. Cada vez que me preguntan por mi faceta laboral respondo lo mismo: toda mi vida la he dedicado a ser un obrero de la palabra. Yo fui uno de los muchos niños de la guerra que tuvo que dejar la escuela para trabajar, y mi primera experiencia laboral fue trasegar palabras...

¿Trasegar palabras?

Sí, me hicieron telegrafista... En los años que siguieron a la Guerra Civil ser un telegrafista estaba muy bien visto. Hoy no existen los telegrafistas porque todos nos hemos convertido en telegrafistas, es decir, cualquier persona que lleve en su bolsillo un móvil tiene una estación transmisora y receptora de mensajes, que en esencia es el trabajo que en el pasado desempenábamos los telegrafistas. Éramos lo más parecido que había a un sacerdote laico...

¿En qué sentido?

...Las personas nos confiaban sus mensajes, sus secretos, sus historias. Se creaba una relación especial entre el que te confiaba un texto, ya sea amoroso, familiar o mercantil, y el profesional que tenía la misión de transmitirlo.

Volvamos a Aguere, perdón, a San Cristóbal de La Laguna para jugar a futurólogos, ¿cómo debemos imaginar La Laguna que está por venir?

Yo conocí La Laguna triste y solitaria a la que escribía el poeta Zerolo, pero afortunadamente también he descubierto La Laguna rejuvenecida y llena de vida. El secreto de esta ciudad es ser la semilla de un modelo urbanístico que sirvió para construir ejemplos similares en América. Eso es lo que justifica por encima de cualquier otra circunstancia el hecho de que San Cristóbal de La Laguna sea en estos momentos Patrimonio de la Humanidad. No es sencillo conservar intacto una huella primitiva sin ceder a los cambios. Ese es el auténtico tesoro de esta ciudad. Al lagunero le gusta lagunear porque esta siempre te descubre algo distinto. No nuevo, pero sí diferente.