En medio año llega a los 50; cinco décadas en las que acumula muchos recuerdos compartidos. Màxim Huerta (1971, Valencia) fue uno de esos rostros que se colaban en millones de hogares a través de un televisor, tuvo cartera de ministro y escribe novelas como 'Con el amor bastaba' que lideran las listas de ventas. "No soy una persona rencorosa; si le contara que fueron a por mí le estaría dando el titular que quiere... Busquemos otro", propone.

Al margen de promocionar su última novela, 'Con el amor bastaba', ¿en qué anda metido?

Estoy enredado con la continuación de Una tienda en París. No me pongo plazos para terminarla, pero le he dado un buen impulso durante el confinamiento...

Sin desvelar su contenido, ¿en qué fase está?

En la fase alegre (ríe)... En ese periodo en el que escribes con ganas. Una novela es un reflejo de las experiencias vividas por su autor. Los mismos fantasmas que te acompañan durante la infancia se convierten en tus amigos cuando llegas a la madurez. Por eso siempre es mucho mejor elegir una historia con la que te sientas bien; algo casi autobiográfico que permita avanzar rápido y, a su vez, transmita buenas sensaciones a los lectores.

¿Encontró esas "buenas sensaciones" en su último libro?

Sí, es un grito de libertad. Muchos asocian esta novela con una fábula, pero yo creo que es un canto a la felicidad. Con el amor bastaba es una evasión; una válvula de escape necesaria para alejarnos de una realidad difícil... Todos necesitamos ese ratito de ficción para huir a un lugar desconocido... Encontré un niño que siente que vuela sin límites. Elio es diferente y eso es algo que está conectado con la idea de ser un hijo único... Los que han crecido con esa sensación de "soledad" saben de lo que hablo. En los años 70 no había tantos entretenimientos (móviles u ordenadores) y la lectura se convirtió en un refugió para mí; también la pintura.

¿Pinta?

Lo intento... El confinamiento lo pasé en soledad escribiendo y pintando: por las mañanas con el ordenador y por las tardes con los colores. También leí. Soy uno de los españoles que aparecen en las estadísticas de lectores durante la cuarentena (ríe). Escribir, pintar y leer, ese es un triángulo que me ha acompañado desde niño. Yo asocio la felicidad con la tranquilidad.

Demasiada soledad, ¿no?

A veces la soledad es deseada y sirve para reflexionar, pero si encima recortan tus movimientos llegas a odiarla. Vivo en un piso que no tiene balcón, pero eso no impidió que saliera a aplaudir. Al principio fue muy emocionante, pero las rutinas son peligrosas y con el paso de los días se perdió la esencia de ese homenaje.

¿Qué sensaciones le transmitió la gran capital durante el estado de alarma?

Madrid estaba amordazada; perdió la alegría y el bullicio. Yo prefiero el Madrid costumbrista; la agitación de la gran ciudad.

Escritor, periodista, pintor y hasta ministro; su vida es camaleónica... Su piel escritora vuelve a iluminarse con los capítulos de 'Con el amor bastaba'?

La verdad es que ya lleva unos cuantos años encendido... Mi piel es de escritor, pero la tuve de periodista y de ministro. Bueno, en realidad la de periodista continúa estando muy presente en mi vida. El primer oficio nunca se pierde.

La de ministro fue extremadamente fina...

Cuando acepto una responsabilidad asumo todas las consecuencias. No soy una de esas personas que se recrean mirando al pasado y, por lo tanto, no hay espacio para el arrepentimiento. Al revés, que me ofrecieran una cartera ministerial fue un honor; un placer breve pero intenso.

¿Fueron a por usted?

No soy una persona rencorosa; si le contara que fueron a por mí le estaría dando el titular que quiere... Busquemos otro.

¿Tiene la sensación de que se ha librado de una buena?

No, tengo la sensación de que me hubiera empleado a fondo para ayudar a mi país... Es cierto que la cultura está en el pozo, pero no podemos olvidar que forma parte de la marca España y que genera dinero. Seguramente, seremos los últimos en salir del hoyo pero hay que levantar los lápices y los pinceles para propiciar esa recuperación cultural.

Reconstruir en medio de tanta crispación política no va a ser una tarea sencilla.

Pues habrá que buscar ese punto intermedio en el que todos estemos cómodos, ¿no? Igual debemos aprender del sentido patriótico de los franceses, lo que nosotros llamamos chauvinismo francés, pero que siempre les mantiene unidos para superar las crisis. Hay que dejar de alimentar al troll con mentiras o verdades interesadas. Los titulares han envalentonado a la ultraderecha con noticias que causan daño. El periodismo debe empezar a descodificar los mensajes que vienen envueltos en violencia; hay que saber a quién le podemos dar voz.