A mitad de mayo escribí un artículo titulado: Sobre dos hoteles públicos que deberían estar abiertos, construyendo país. En el mismo citaba que una de las cosas que más se echa de menos de los gobiernos en estos días de coronavirus es la falta de ejemplo que dan, y también me refería a la crisis económica que ya nos ha sacudido de la manera más cruel que podría hacerlo en Canarias, suprimiendo de golpe lo mejor de nuestra economía, el turismo, llegando a un cero turístico.

Concretamente me quejaba entonces de que estuvieran cerrados el hotel Santa Catalina en las Palmas de Gran Canaria y el hotel Mencey en Santa Cruz de Tenerife, hoteles que nacieron con vocación de ayudar a Canarias a salir adelante en momentos tan difíciles como este, con vocación de servicio público, con vocación de construir país y de servir al conjunto de la sociedad.

El caso es que mientras la cadena hotelera Barceló se puso las pilas y abrió su hotel emblemático en Las Palmas de Gran Canaria y el Ayuntamiento de Las Palmas está ahí para ayudarles y compensarles, y además se involucraron e involucran diariamente con la sociedad de esa ciudad, en proyectos sociales, en mantener el hotel abierto también para la sociedad de la ciudad que le acoge, y que fue donde primero se reunieron los Reyes de España con el sector turístico haciendo todos, públicos y privados un esfuerzo por sacar este país adelante, pues resulta que en Tenerife (isla que estoy empezando a pensar que va a dejar de existir y de ser relevante como la cosa siga así) ni el Cabildo de Tenerife ha hecho nada, ni tampoco la empresa Iberostar, por abrir el Hotel Mencey, que sigue cerrado a cal y canto, como si se tratara de un resort turístico más y no del emblema de una ciudad. Del hotel más importante de la isla para nosotros los tinerfeños, porque es el hotel de referencia, de negocios, de encuentro.

El hotel Mencey es una obra de arquitectura demasiado emblemática para permanecer cerrada. El arquitecto Enrique Rumeu de Armas desarrolló allí su mejor trabajo y ahora no podemos disfrutar de sus patios y vegetación, su hall, sus impresionantes columnas, columnas, ni del jardín exterior donde tantas cosas importantes han ocurrido en la vida de todos los tinerfeños, que hemos vivido entre sus muros momentos importantes de nuestras vidas, actos, cenas, bodas, almuerzos. Hoy, este edificio ejemplar sigue manteniendo el sabor de un gran hotel clásico y la modernización del mismo, realizada por los arquitectos Corona y Amaral, Gutiérrez y Martínez es impecable, pulcra y conserva la elegancia del diseño original.

Quizás es que Iberosar no entiende el negocio de un hotel de ciudad, pero no se comprende por qué el Cabildo de Tenerife no ha hecho mayores esfuerzos para su reapertura, siendo de su propiedad. Ese hotel no nació solo para el turismo y es de propiedad pública. El Hotel Mencey pertenece al Cabildo de Tenerife (aunque lo gestione Iberostar).

No entiendo esta decisión de mantener cerrado un hotel así cuando ya estamos a 24 de julio y cada vez llegan más y más vuelos a Canarias y cuando se intenta poner en marcha la economía maltrecha de las islas. Una decisión que nos aleja más de la reconstrucción económica necesaria. Es una decisión incomprensible porque no construye isla, ni ciudad, sino que ayuda a profundizar aún más la depresión económica en que estamos entrando. ¿Qué es difícil? No debe serlo tanto cuando el Santa Catalina, el Contemporáneo y el Occidental (los tres hoteles urbanos de la cadena Barceló en Canarias) ya están a pleno rendimiento.

Dulce Xerach Pérez?Abogada y doctora en arquitectura?Investigadora Universidad Europea