Algunas personas que, cuando sufrieron la pérdida de su madre, habían madurado ya lo bastante para trascender el dolor de la pura orfandad cuentan que su sensación más angustiosa fue la de sentir que se había roto el lazo que les vinculaba al pasado de la especie. Se habían quedado con la espalda al descubierto, sin más anclaje retrospectivo que la propia memoria, y habían dejado de ser un eslabón intermedio de la cadena humana para convertirse en uno de sus extremos. Al japonés Yasushi Inoue (1907-1991), una de las cumbres de la riquísima literatura nipona del siglo XX, le tocó además ver cómo la demencia senil iba desvaneciendo a su enlace en los últimos años de su vida. Su búsqueda de consuelo fue la escritura de Mi madre, un texto hermoso y sutil en el que recrea los hitos de ese proceso de extinción. Muy grande.