Fue al mediodía del miércoles 3 de junio de 1970, hace ahora cincuenta años, cuando se inauguraba oficialmente la que se llamó entonces Primera Feria del Libro Español en Tenerife.

El obispo de la Diócesis, Luis Franco Cascón, procedió a bendecir la muestra, en presencia del gobernador civil Gabriel Elorriaga (enfrentado con las fuerzas vivas del país), quien, tomando las tijeras de manos de Rosario Llarena Borges, la Miss Tenerife de aquel año, cortaba la cinta simbólica.

Posteriormente, y tras los preceptivos aplausos, las autoridades realizaron el habitual recorrido por los stands, nada nuevo. Eso sí, la pandemia del coronavirus, que no es cosa de ficción, ha impedido rememorar aquella fecha.

Desde hacía años se venía hablando de la necesidad de montar una Feria del Libro en la Isla, coincidiendo con el final de la década de los años sesenta y la aparición de una nueva generación de narradores canarios.

La crítica literaria hablaba de un resurgimiento de la narrativa canaria, de un boom, influenciada quizá por el auge de la literatura hispanoamericana, el impacto del realismo mágico, un escenario que ofrecía unas perspectivas óptimas para los creadores, pues hasta entonces, los escritores con notoriedad habían logrado el éxito marchándose fuera de las Islas.

En esa nómina figuraban los jóvenes J.J. Armas Marcelo; Fernando Delgado; Juan Cruz Ruiz; Juan Manuel García Ramos; Luis León Barreto o José Rivero Rivas, entre los más destacados.

La actividad, impulsada finalmente por un entusiasta grupo de personas, ponía el punto y final a un viejo ideal tinerfeño.

Así, tras varias reuniones celebradas en la Delegación Provincial del Ministerio de Información y Turismo, con presencia de diversos representantes del ramo del libro, cristalizaba la constitución de una Junta de Gobierno de la Comisión organizadora, encargada de hacer realidad el sueño.

Salvador Martín y Antonio Guglieri, presidente y secretario de esta junta, respectivamente, en unión de los miembros de esta comisión dedicaron horas de trabajo a perfilar esta iniciativa cultural. En septiembre de 1969 tuvieron lugar las primeras reuniones con el objetivo de establecer si era factible o no celebrar la feria.

El Instituto Nacional del Libro Español contribuyó con 150.000 pesetas; la Delegación Provincial de Sindicatos aportó 100.000, mientras el Cabildo sumaba la cantidad de 50.000 y con 25.000 la Delegación Provincial de Información y Turismo, la misma cantidad que el Ayuntamiento de La Laguna y la Universidad.

El ayuntamiento de la capital, por su parte, cedió el espacio de la plaza de La Candelaria, además de aportar la iluminación y la custodia del lugar durante el tiempo que duró la feria.