¿Después de 60 días y más de 2.000 llamadas, se ha quedado más cansada que en una gira de conciertos o que en la carrera San Silvestre a la que suele acudir en Madrid?

A la San Silvestre voy, aunque hago trampillas. No soy una gran corredora pero me gusta el ambiente, despedir el año así. Han sido 60 días de escuchar muchas experiencias, muchos dramas, muchas alegrías -de los que recibían la llamada de manera inesperada-. Ha habido de todo. Si pudiera resumirlo, diría que he estado leyendo libros de vida, realidades que he conocido de manera directa.

¿Cómo eran?

Hablaba con personas a las que llamaba de manera directa, sin intermediarios. Las conversaciones, salvo las que he puesto en Instagram, han quedado entre las personas con las que he hablado -que van desde la niña a la anciana de cien años- y yo. Esa es unas de las peculiaridades de esa acción: haber hecho algo casi privado. Ha trascendido, pero si no se hubiera hecho eco nadie de esas llamadas, se hubieran quedado en lo que eran, en esa decisión de ponerme en contacto directo con la gente y prestar mis oídos a lo que me contaran, darles alegría, consuelo, ánimos, compartir gustos musicales, decirles qué libro tan interesante estaban leyendo? Cada llamada era una aventura, muchas veces ni sabía el nombre de la persona a la que estaba llamando. A lo mejor tenía un resumen de la vida de esa persona pero se les había olvidado dejarme el nombre. Me cogían el teléfono y se encontraban con alguien que les decía: "Hola, soy Luz Casal". Primero recibían el impacto, no se lo creían, y luego hablaban con una franqueza extraordinaria. He conocido detalles que son cuestiones íntimas. Me hablaban sobre su ansiedad, su tristeza, cómo estaba siendo su trabajo, el que estuviera trabajando.

¿Qué le ha aportado esa experiencia?

Ha sido una experiencia vital fortísima y un contacto con la realidad de los otros enorme. No solo fueron las más de dos mil llamadas, sino lo que la persona te contaba del otro, de su pareja que estaba lejos, de su familia que estaba al lado pero no la podía ver. Para mí fue la evidencia de que para mucha gente soy una persona querida y eso ha sido muy reconfortante. Sabes que hay un público que te sigue, que -como dicen en México- está aprendido, sabes que le caes bien a alguien porque eres morena o eres gallega, lo que sea. Esto fue la constatación de que soy importante por muchas razones. Algunos consideran que soy una mujer fuerte porque en algunos momentos de sus vidas en los que han tenido una cierta fragilidad han pensado: "Ah, pues mira, si Luz ha podido, yo también puedo". Constaté esto a nivel privado, pero lo más relevante ha sido darme cuenta de las realidades de los otros y compartirlas. La otra parte gratificante es que de las 2.100 llamadas, a lo mejor cinco no se lo han creído y me han colgado, pero el resto sí. Al acabar cada una de ellas he tenido la sensación de que la gente se quedaba mejor, sobre todo al principio, cuando no se podía salir de casa. En la cuenta de Instagram están aquellos casos que de alguna manera daban una cierta esperanza o resultaban ejemplares. No me ha atrevido a poner una llamada que tuviera como protagonista el dolor o la desesperación.

Durante el confinamiento otros artistas se han dedicado a ofrecer actuaciones, ¿por qué decidió llamar a personas anónimas?

Porque no estaba en mi residencia habitual y tenía un teléfono. No toco la guitarra ni tenía un piano. No podía estar cantando a capela. Sé que hay mucha música mía a la que la gente recurrió. Dada la situación tan anómala que estábamos viviendo, sentía que tenía que responder de una forma distinta. Relacionarme con la música es lo que hago todos los días de mi vida desde que me acuerdo, con lo cual no haría nada diferente.

¿Tuvo algo que ver el hecho de haber padecido cáncer dos veces y recibir respaldo de la gente esa decisión?

Sí. Cuando he estado en esos dos episodios duros de salud, he sido reconfortada por cantidad de gente que me enviaba mensajes de ánimo y cariño que de alguna manera me sirvieron. Por eso dije, para la gente que esté mal, si les caigo bien, va a ser chulísimo. Y ha sido así. Es recordar, tener memoria y agradecimiento de un determinado episodio de mi vida. Para mí era importante darle un mensaje de ánimo, de esperanza, cambiarle la visión. La gente decía "nunca he estado tan sola". Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a estar rodeados de cosas, de estímulos externos, y cuando nos quedamos solos tenemos terror a descubrir ciertas cosas que a lo mejor no nos gustan. Es ese viaje interior que no hacemos habitualmente. No reflexionamos sobre lo que nos va bien, cuanto menos sobre lo que nos va regular.

Dice que ha aprendido lecciones de vida, ¿cuáles?

Múltiples. Cómo una niña que parecía, por lo que contaban sus padres, ajena a la vida familiar, resultó ser muy cariñosa, muy atenta, se portaba bien y sin caprichos, algo que no ocurría hasta ese confinamiento. Han sido innumerables lecciones. Aún estoy en esa fase de descompresión, de asimilar. De vez en cuando, me vienen recuerdos de determinadas llamadas. De gente maravillosa, no solo los sanitarios con los que he hablado, también los profesores que sentían desesperación de cómo sus alumnos podían resentirse de sus estudios por este periodo suspendido. De mujeres mayores que son tan fuertes y animosas a pesar de todo, de hombres con profesiones brillantes se encontraban cuidando de su familia casi por primera vez. Destacar una sería desperdiciar todas las demás. Podría decir que de las más de dos mil llamadas, he aprendido al menos unas 1.998 lecciones de vida.