La piel llega a las librerías en plena La pieldesescalada

Todo depende de lo que dure, porque la verdad es que yo no tengo claro que esto se vaya a prolongar mucho ni que vaya a provocar un cambio social de gran calado. Más bien creo que esto se irá disolviendo y que, en unos meses, la nueva normalidad será la normalidad a secas. Lo que temo es que, si se prolonga mucho y seguimos distanciados unos de otros, eso sí que no solo acabaría acelerando una distancia afectiva, sino que tendría unas consecuencias sociales. Lo cierto es que no sabemos relacionarnos con los demás sin tocarlos, es algo que forma parte del ser humano, y aún diría de todos los mamíferos, y que también atañe a sociedades, consideradas más frías, como las escandinavas, o mismamente la alemana. En todas ellas, también en las orientales, aunque aparentemente no lo muestren, la afectividad se construye a través del tacto.

Habrá lectores que solo le conocen por el libro La España vacía

No es nada extraño en mi trayectoria, ni siquiera en La España vacía, porque todos mis libros tienen una carga autobiográfica evidente y muy fuerte que aplico en todos los temas que abordo, ya traten de la historia de España, del paisaje, de la geografía o de mí mismo, como es este caso. De todas formas, yo no concebí La piel para hablar de mí y de mi enfermedad. Es una excusa, un punto de partida para llevar el libro a otros terrenos mucho más afines a lo que hice en La España vacía, de manera que si allí hablaba del paisaje del país, aquí hablo del paisaje del cuerpo. No creo que tenga que explicarle nada al lector porque La piel está escrito, ante todo, con mucha naturalidad.

En este libro confiesa que padece psoriais, en La hora violeta aborda la dolorosa muerte de su hijo, en La hora violetaLo que a nadie le importa

No, en absoluto. Escribo sobre la vida, sobre lo que ocurre o me ocurre, pero no tengo la tentación de aplicarme una autoterapia. De hecho, rechazo la literatura terapéutica y no me interesa la autobiográfica. Es más, por el contrario, concibo el escribir como contar historias, meterte en la piel de los demás, en otras vidas, entre otras razones para entenderlas, para entender a los demás. A lo que yo aspiro como escritor es a que el lector metabolice mis libros y los haga suyos,

En La piel

Este libro es una especie de toma de conciencia, de constatación de que la psoriasis me ha afectado porque te confieso que, durante mucho tiempo, me negué a que esta enfermedad fuese algo más que una molestia que no me definía ni tenía nada que ver conmigo. Pero llegó un momento en que, después de conocer la galería de monstruos de la novela, tuve que reconocer que a mí también la psoriasis me ha condicionado mucho y que muchos de mis rasgos personales, de mi manera de ver el mundo y relacionarme con los demás, están condicionadas por esta dolencia. Una enfermedad crónica es algo así como un destino y, por mucho que uno se empeñe, ese destino va a estar ahí, porque tú estás dentro de una tragedia de la que no puedes salir. No me cabe duda de que, si tuviera una piel sana, sería otra persona, y lo sería hasta un punto muy profundo.

Me llama la atención que entre los temas de la novela, derivados de la psoriasis, se encuentre el racismo: ¿Acaso, más que al color de la piel, el racismo no se debe al miedo a la pobreza o a lo desconocido?

Sí, eso es cierto, pero la discriminación por la piel es un aprendizaje cultural que todavía persiste, y mucho, en especial en sociedades como la de Estados Unidos. Es que la piel llama mucho la atención y su reclamo racista todavía continúa siendo muy poderosa y además esta muy vigente, aunque no exista ya un racismo oficial, un racismo de Estado.

Dice que la sociedad norteamericana es especialmente racista. ¿La presidencia de Obama

En el fondo, las políticas raciales que aplica Trump son solamente un poquito más duras que las de Obama. Y me explico: durante la presidencia de Obama hubo una persecución de los inmigrantes tan fuerte como la que hay ahora. Lo único que ha hecho Trump es endurecer lo que ya había. Como señala en su último libro Brett Easton Ellis, en algunos círculos se cree que la legislatura de Obama fue una especie de oasis de los derechos y las libertades, casi de comuna hippie, cuando no lo fue ni muchísimo menos. En Estados Unidos, hoy en día, no es extraño encontrarte con mucha gente que dice que, de negro, Obama solo tenía el color de piel, y que es el tipo de afroamericano aceptable y admitido por la high society, en la que nunca le percibieron como presidente negro, ni tampoco como un político especialmente defensor de los derechos de los negros ni de las otras minorías raciales.

La España vacía

Tampoco creo que haya que hacer nada ni estoy especialmente convencido de que haya que revertir la población o que sea un objetivo que tenga que imponerse una sociedad, sobre todo cuando la densidad de población de la España vacía siempre ha sido baja. No estamos hablando de grandes metrópolis que hayan sido abandonadas sino de pequeñas poblaciones con una economía agraria muy débil. Pienso que los objetivos tienen que enfocarse en que los habitantes de esta España vacía, esos siete millones de españoles, formen parte del proyecto del Estado español y se sientan ciudadanos perfectamente equiparables a los ciudadanos de resto del Estado y no ninguneados como hasta hace muy poco. En ese sentido, se ha dado un salto de gigante porque, cuando yo escribí el libro, en el 2016, esto no le importaba a nadie, no estaba en ninguna agenda política, ni en ningún medio? Pero a partir del libro y de la popularización de la expresión la España vacía (reconvertida últimamente en "vaciada") se empezaron a poner en marcha varias iniciativas y debates.

Retomando el asunto del Covid, se extiende la opinión de que los países en los que más se ha controlado son los de regímenes autoritarios. ¿Debemos prepararnos para sufrir una grave restricción de las libertades incluso en las democracias más consolidadas?

Han pasado cosas muy preocupantes, en España sin ir más lejos, y eso que de la nuestra se puede decir que es una democracia consolidada, como así lo ha demostrado superando las crisis económicas que han venido desarrollándose en lo que llevamos de siglo. Pero, sí, no cabe duda de que empiezan a asomar aires autoritarios porque el miedo los alimenta. Cuando cunde el pánico social, las tentaciones autoritarias tienen un fermento muy propicio para crecer. Dicho esto, yo no creo que el Gobierno de España tenga tentaciones autoritarias, pero lo que sí es cierto es que una vez que abres ciertas espitas, es muy difícil volver a cerrarlas. Hemos abierto un montón de precedentes muy peligrosos y que van a requerir de un concurso y una participación de la ciudadanía muy activa para que eso no se consolide en un modelo siniestro. Felizmente, de momento, ha habido una respuesta positiva de la sociedad española ante algunas maneras reflejadas por las fuerzas del orden público durante el estado de alerta, y además las propias instituciones del Estado son las que están intentando ponerle freno. A mí esas reacciones me suscitan optimismo frente aquellos que pretenden poner en riesgo el sistema de libertades. Pero amenazas, las hay, sin duda, como hay amenazas para la Unión Europea, y sería catastrófico que saliese muy tocada de esto. En una primera fase, se debe procurar mantener todo lo que habíamos conseguido hasta ahora.

¿Es sostenible el actual modelo de organización territorial de España, o no hay más remedio que cambiarlo, sea para una mayor o menor centralización?

El modelo autonómico actual tiene muchas debilidades porque se diseñó para salir del paso en un período muy complicado. Se trataba de una solución provisional para contentar a todos y, luego, afrontar ya reformas más a fondo y construir el modelo de Estado que se quería. Estos modelos no suelen durar mucho tiempo, pero el caso es que llevamos ya cuarenta años de Estado de las Autonomías, lo cual quiere decir que, bueno, tan mal pensado no estaba. Y es verdad que provoca muchas peleas pero no es menos verdad que ha generado un caos en el que los actores que intervienen en él han establecido unas reglas de juego que, ordenada o desordenadamente, lo cierto es que hacen que el sistema funcione. Y, claro, con un sistema con el que, en el fondo, hay muchísima gente que está contenta y satisfecha, lo difícil y lo arriesgado es pretender cambiarlo. Y le diré más: si este sistema ha sobrevivido a la crisis catalana de 2017, es que ya puede sobrevivir a cualquier cosa. No me extrañaría que, dentro de cien años, todavía estuviésemos en la España de las autonomías.