Primeros días del mes de marzo. Luis Cansino, un versátil barítono que le sonará al público de la Isla por sus recientes actuaciones en programas de Ópera de Tenerife como El gato montés o Rigoletto, se encuentra de gira interpretando el rol de Giorgio Germont en la Traviata, una producción de los Amigos de la Ópera de Sabadell. Aún sin saberlo, el día 10 representaba la que a la postre sería su última función. Ya la Generalitat había comenzado a cancelar y suspender espectáculos en salas con aforos superiores a las mil localidades, como también en el resto del país. Fin del primer acto.

Nuevo decorado. El día 11, este cantante cambia repentinamente su papel y apoyado por un elenco de voces formado por compañeros de cuerda (Sandra Ferrández, Javier Franco, Federico Figueroa y Emilio López) se decide a lanzar una campaña en la plataforma change.org para recoger firmas de apoyo, reclamando ayudas urgentes. La reivindicación, sostenida por más de 25.000 rúbricas virtuales y con un timbre rayando la angustia, llega a oídos del Ministerio de Cultura, que ya había empezado a establecer contactos con diferentes sectores.

El 14 de marzo se publica en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el Decreto Ley por el que se declara el estado de alerta para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la Covid-19. El escenario cambia y se torna dantesco. "Desde el ministerio me pidieron la redacción de un dossier en el que expusiera la situación y las necesidades del colectivo", documento que presentaba el 24 de marzo. Fue entonces, a coro, cuando entendieron que el siguiente paso debía ser organizarse, precisamente porque la lírica era el único colectivo que no contaba con representación en el sector de las artes escénicas y la música. Así, el 25 de marzo se registraba el sindicato de Artistas Líricos de España (ALE), para cubrir un vacío, pero no con espíritu de hacer sindicalismo de barricada".

Subraya Cansino que "somos muchas personas", en referencia a quienes intervienen en los espectáculos de ópera y zarzuela -que considera la representación artística más completa-, desde cantantes, actores, bailarines, directores musicales y de escena, con sus ayudantes, figurinistas, diseñadores, iluminadores, maquilladores, repertoristas... Todo un mundo.

Y sus peculiaridades laborales los convierte en uno de los segmentos más vulnerables. "Nuestros contratos, en el mejor de los casos, duran cincuenta y tantos días, cuando se trata de grandes teatros, pero en los más pequeños pueden llegar a un mes, semanas o un solo día". Y esa temporalidad, esa intermitencia, los excluye del acceso a muchísimas de las ayudas que ha arbitrado el Gobierno.

El trabajo del artista, en su amplio registro, es singular, con características específicas, de manera que "no disponemos de nóminas, ni se nos puede aplicar un ERTE, en un 98% en el caso de la lírica somos eventuales y no cobramos lo mismo cada mes: vivimos como freelance", explica Cansino.

Tampoco pueden acceder a la prestación extraordinaria de los trabajadores autónomos, tal y como ha sido aprobada, porque les resulta imposible demostrar que sus ingresos de los últimos meses se han visto afectados en un 75% y, además, "nunca percibimos la misma cantidad".

Ni siquiera cuentan con la posibilidad de acogerse al paro una vez concluidos sus contratos. Cuando se decretó el estado de alarma, quienes estaban cumpliendo su trabajo y aquellos que no lo finalizaron se quedaron al margen del derecho a percibir el subsidio de desempleo.

Pero, además, la lírica también vive al margen de la prestación a los trabajadores temporales, que se establece para contratos de un mínimo de dos meses.

Y aunque parezca un canto dramático, esta tragedia no es ficción. Si desde el Gobierno se repite que nadie va a quedarse atrás, "no puede abandonar a tanta gente durante meses sin ningún ingreso", sostiene Cansino.

El ministro desafina

Fue el 7 de abril cuando se extendió el descontento tras la rueda de prensa del ministro de Cultura. Uribes no anunció ayudas específicas al sector, ni facilidades administrativas ni tampoco planes de promoción. Citó a Orson Welles: "Primero la vida y luego el cine". Indignante. El ministro desafinó.

La Unión de Actores convocó un apagón cultural de 48 horas, que se suspendió cuando la portavoz del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, salía el pasado viernes a escena para anunciar una nueva reunión ayer con el conjunto del sector.

Por entonces, el secretario general del sindicato de Artistas Líricos subía unas octavas y lo hacía, además, conservando las notas originales hasta llegar al sobreagudo, el llamado Do de pecho. "El ministro no supo leer la dimensión de lo que sucedía y nos hundió en el desaliento". Tal fue la sensación de frustración, que el sindicato emitió un comunicado contundente y el mismo Cansino le envió a Uribes un mensaje privado pidiéndole que rectificara.

Pero de fondo suena, además con tono grave, la incertidumbre. "Hemos sido los primeros en sufrir la aplicación de las restricciones y vamos a ser los últimos en incorporarnos al ritmo de vida y trabajo", repite como un estribillo.

¿Y el día después? Cuando la economía comience a reactivarse, las perspectivas de futuro son realmente inciertas. "No sabemos cuál va a ser la programación, ni cuándo se abrirán teatros ni salas, ni en qué condiciones".

Como melodía, el hecho de que no existe colectivo más sensible que los artistas, "que ofrecemos nuestro arte a diario desde las webs, los balcones y las ventanas, acompañando a la gente en este aislamiento", una forma de cantar su normalidad, lejos del boato escénico, de su condición de trabajadores distanciados socialmente.

Y a la cita de Orson Welles, responde con otra de Winston Churchill: "Si sacrificamos nuestra cultura.., ¿entonces para qué hacemos la guerra?".

Final del segundo acto.

Por primera vez, todas las asociaciones relacionadas con las artes escénicas y de la música se han unido para hacer frente común. Al grito de Fuenteovejuna, un total de 41 entidades suscribieron un documento proponiendo 52 medidas, aunque sobre todo demandan un plan común, una actuación coordinada de las administraciones y medidas directas.

La batería incluye acciones en ámbitos como la contratación pública, la Seguridad Social, la financiación empresarial, las subvenciones públicas y los impuestos. Reclaman, por ejemplo, la reprogramación de las actuaciones suspendidas temporalmente, el pago anticipado de una parte de las aplazadas y la ejecución íntegra del presupuesto de gasto en artes escénicas consignado por las diferentes administraciones públicas para 2020. Y proponen líneas de crédito oficial en condiciones ventajosas, fondos para cubrir la falta de ingresos y los perjuicios causados por las cancelaciones, el aplazamiento de la deuda tributaria y la reducción del IVA y el IGIC en el precio de las entradas y las contrataciones.