Un elemento universal común a las distintas tradiciones folclóricas y culturales son los diversos dichos, refranes, creencias y métodos predictivos del tiempo atmosférico. Por lo general están basados en cálculos sobre el calendario o en la observación de los cielos, la luna y otros astros, el comportamiento de los animales, las mareas, amén de otros fenómenos. Todo ello con el propósito de hacer un pronóstico meteorológico ligado casi siempre al mundo rural: agrícola y ganadero, y a las comunidades pesqueras. En las islas, pastores, hombres del campo y de la mar son los poseedores de los conocimientos necesarios que sustentan esta tradición. De manera que mediante la observación de ciertas manifestaciones naturales son capaces de vaticinar fenómenos atmosféricos como la lluvia, el frío, el calor, las mareas o la sequía. Estas técnicas son conocidas desde antiguo como "cabañuelas" o "aberruntos", y con frecuencia -por lexicalización- han acabado formando parte del refranero popular.

Entre los dichos predictivos de carácter meteorológico registramos el aquí comentado: "Navidades en casa, Carnavales en (la) plaza". Con ello se asevera que cuando en periodo natalicio hace mal tiempo, y hay que quedarse en casa, en Carnavales suele hacer buen tiempo y la gente sale a la calle a divertirse. Este refrán sobre el tiempo, como la mayor parte de estos dichos, funciona o se concibe a modo de cabañuela. Y tiene su antónimo en otro dicho que asevera: "Pascuas secas, Carnavales remojados" (versus"Pascuas remojadas, Carnavales secos"). [En una parte de la tradición cristiana es habitual referirse a las Navidades como "las pascuas", en plural. Así se le llama al periodo que va desde la víspera de la Natividad del Señor (24 de diciembre) hasta la Epifanía de los Reyes (6 de enero). El nombre ("Pascuas") se explica por una relación impropia establecida por el cristianismo entre el verdadero origen de la Pascua de "resurrección" con la conmemoración del "nacimiento" de Cristo. Como se sabe, la fecha de celebración de la Pascua la marca cada año el primer plenilunio de primavera, y con ello queda establecido el martes de Carnaval, que cae cuarenta días (cuaresma) antes del domingo de Pascua].

Estos refranes, como la mayoría de los dichos predictivos, nacen de la constatación conclusiva a través de la sucesiva observación de fenómenos atmosféricos y que con el tiempo alcanzan el valor de máxima y pueden ser constatados por el vulgo. A fin de cuentas, como dice la sabiduría popular: "No hay mejor señal de lluvia que cuando llueve".

En relación al dicho comentado, resulta posible su verificación en la actualidad -al menos parcialmente- por medio de un aserto popular que se ha impuesto en los últimos años. Se escucha con frecuencia, incluso de boca "de quien no es amigo de refranes" y menos aún de aberruntos. Nos referimos a la afirmación que se ha convertido casi en una exclamación infausta: "¡por Carnavales siempre llueve!". Fenómeno meteorológico que puede constatar hasta el menos versado en las artes adivinatorias o predictivas sobre el tiempo. Observación que no está ligada, como es fácilmente comprensible, al beneficio que pueda aportar la lluvia para los campos y la agricultura en estas fechas, sino como inconveniente a la pura diversión. Y eso lo saben bien los veteranos carnavaleros, "con muchos mogollones en el cuerpo", que un año sí y el otro también no deja de caer "chipi-chipi" o un "chubasco" en la madrugada "para aguar la fiesta" (y cuando no, "¡hace un pelete?!"). Pero es la primera parte del refrán la que pasa desapercibida para muchos ("Navidades en casa?") y que sin embargo nos aporta la información deductiva principal. Como la cabañuela que dice: "Si no llueve en la segunda quincena de diciembre, (casi seguro que) lloverá por Carnavales". Entre los dichos afines, en la Península, un viejo refrán afirma: "Carnestolendas aguadas, Pascua soleada" (o "lluviosas las carnestolendas, las Pascuas buenas").