"Nací artista y me crié en el humilde barrio santacrucero de Chimisay", con estas palabras arranca Héctor Socorro el relato de su vida. Este joven fotógrafo y su equipo de cinco personas "totalmente desinteresadas" han logrado hacerse recientemente con un tercer puesto en los Tokyo International Foto Awards. Nueve meses de trabajo, o lo que él mismo califica como "la odisea", transcurrieron entre el primer y el último disparo de su cámara para este trabajo. Nueve meses de esfuerzos para una propuesta editorial de moda con un presupuesto inexistente que se hizo con el bronce en la categoría Professional Advertising-Fashion. Para medir la importancia de esta distinción basta con hacer una simple comparación, el oro fue para una campaña real de Balenciaga con "presupuesto y recursos ilimitados". "Esto no ha hecho más que empezar, tengo curiosidad por saber qué tipo de fotos haré el día que disponga de presupuestos y recursos de una marca como Balenciaga", añade.

Los orígenes creativos de este fotógrafo tinerfeño se remontan, como él mismo asegura, a la infancia. "Recuerdo tener un enorme mundo interior desde niño, filtraba la realidad que me rodaba, la amplificaba y alteraba en mi imaginación para luego plasmarla dibujando, escribiendo o construyendo", detalla.

Pese a que tenía claro que su deseo era cursar estudios superiores ligados a la rama de las artes, la vida y sus derroteros llevaron a Socorro por otro camino. Se hizo funcionario del Estado con apenas 22 años. Pese a lograr con ello la ansiada estabilidad económica, tenía claro que aquella no iba a ser su única ocupación. "Al cabo de tres años empecé a notar un fuerte vacío, la vena artística comenzó a bombear con fuerza y es ahí cuando descubrí la fotografía", rememora.

Lo cierto es que a Socorro no le ha ido mal desde entonces. Aunque como todo creador tuvo que sortear un difícil período introspectivo hasta que halló su propio camino creativo. Lo primero que hizo, en 2010, fue matricularse en la Escuela de Arte Fernando Estévez, donde cursó estudios superiores en fotografía artística. "Una vez finalicé los estudios comenzó una etapa extremadamente dura: la de lograr mi propio estilo", reconoce. El fotógrafo no se conformó y continuó con su formación por su cuenta, interesándose por distintas expresiones artísticas y acudiendo en Madrid a cuantas clases magistrales pudo. Tardó tres años en hacer la primera foto para un proyecto personal en una serie que, curiosamente, fue plagiada. "Consistía en construir una realidad distópica en elaboradas escenografías que mezclaban estilos de vida propios del siglo XX con una ambientación inspirada en la pintura barroca", explica. La segunda fotografía de la serie fue publicada por un medio norteamericano especializado en fotografía y, al cabo de unos meses, Socorro descubrió con asombro que "la idea y la escenografía que había creado para esa foto había sido recreada fielmente en un videoclip de Lana del Rey". La situación, lejos de desanimar al tinerfeño, le sirvió de acicate. "Ese plagio gratuito me animó a seguir trabajando en mi línea", asegura.

No se considera un fotógrafo profesional porque no vive de ello, pero se ha propuesto crear su propio estilo. Esa búsqueda constante le ha convertido en fotógrafo habitual del blog de Broncolor, el fabricante suizo de equipos de iluminación de estudio. Con un estilo propio, prosigue explicando, se puede conseguir un "potente portfolio" con el que tocar con éxito en las puertas de las grandes capitales de la moda. Su principal necesidad ahora mismo es la libertad creativa y por eso financia cada uno de sus proyectos con su salario de funcionario. Cuenta con la ayuda de un equipo de creativos (maquilladores, peluqueros, modelos) y de su mano derecha y pareja, Miriam Brito. Es, asegura, "una estilista de moda y publicidad con una visión muy avanzada".

Sus trabajos son cien por cien "personales". "Mis fotografías son el reflejo de cómo observo e interpreto la realidad, nada queda en manos del azar", añade.

La serie con la que fue galardonado en los Tokyo Internationals entre las miles de propuestas presentadas parte de un concepto "basado en las plantas como elemento decorativo en estructuras geométricas artificiales". La planta doméstica "en un hábitat de construcción geométrico como símbolo de desarraigo a la naturaleza". La piezas que visten las modelos son del diseñador Marc Philguer, cuya colección está basada en las rosas.