El paso del tiempo lo había colocado en ese espacio en el que ya no resulta tan sencillo saber si estaba vivo o muerto. Kirk Douglas (1916-2020) lo tenía todo para ser considerado la última leyenda del viejo Hollywood. Una filmografía repleta de éxitos, un puñado de líos de faldas, los ingrediente que fabrican a un personaje maldito -no es normal que un actor de este calado no conquistara nunca un Óscar por lo que hizo en una película- y una longevidad casi sobrenatural. Lo normal sería entregarle el título del último "dinosaurio" del séptimo arte sin mirar a los lados, es decir, organizar un rápido ejercicio de memoria para certificar que ya se han marchado de este mundo Burt Lancaster, Charlton Heston, Henry Fonda, Humphrey Bogart, John Wayne, Paul Newman o

Robert Mitchum... En la otra acera sigue con vida Olivia de Hallivand (1916) como abanderada del mejor cine del siglo XX... Con Kirk Douglas se pierde una de las piezas más valiosas de un puzle en el que aún hay clásicos como Robert Redford (1936), Al Pacino (1940) o Robert de Niro (1943).

De luchador a boxeador

En Kirk Douglas se concentraba el mito de las grandes leyendas de la industria hollywoodiense que alcanzaron la cima desde la nada; la vida de jóvenes que lo consiguieron todo a partir de su tenacidad. De campeón de lucha libre universitario a boxeador. Ese fue el punto de inflexión que cambió la vida de un aspirante a actor a un intérprete con posibilidades de dominar el mercado durante décadas. El ídolo de barro, título por el que recibió su primera nominación a los Óscar, no solo puso en el escaparate a un ser que se comía las cámaras gracias a su temperamento indomable, sino a un actor que ya empezaba a ser incómodo para la industria por unas ideas demasiado incómodas.

Años antes de que Kirk Douglas se convirtiera en un actor Disney -cobró 175.000 euros por el rodaje de 20.000 leguas de viaje submarino- su vida sentimental ya era una auténtica montaña rusa en la que se intercalaron relaciones extramatrimoniales con Marlene Dietrich, Rita Hayworth, Mia Farrow...

Una década dorada

Kirk Douglas encontró su maná cinematográfico a los 40 años, tras asombrar una vez más a la crítica por su interpretación en El loco del pelo rojo, pero la Academia prefirió galardonar al mítico Anthony Quinn como Mejor Actor Secundario. El intérprete que dio vida a Van Gogh perdió la estatuilla dorada, pero ganó el Globo de Oro por el mismo papel. Su divorcio con los académicos ya era un secreto a voces.

En sus mejores años no faltó un western, género dominado en los 50 por John Wayne y Gary Cooper, como Duelo de titanes. Wyatt Earp (Burt Lancaster) y Doc Holliday (Kirk Douglas) entregaron a John Sturges un mano a mano tan equilibrado como el que 12 años más tarde edificaron Robert Redford y Paul Newman en Dos hombres y un destino.

Tras abandonar el oeste, Douglas aceptó otro encargo que está catalogado como una obra maestra del cine. Stanley Kubrick le dio 350.000 dólares por lucir el uniforme del coronel Dax. Bryna, la productora de Kirk Douglas, entró en la planificación de este rodaje debido a los problemas de financiación con los que se topó el director de 2001 una odisea en el espacio (1958).

Antes de que Espartaco viera la luz -Peter Ustinov ganó un Óscar como Mejor Actor de Reparto-, en una nueva colaboración entre Kubrick y Douglas, el actor neoyorquino volvió a coincidir con Richard Fleischer en Los Vikingos (1958).

Una imagen de Espartaco fue la que empleó ayer la Academia en las redes sociales para despedir "a una de las leyendas del cine", reconoció no sin recibir múltiples reproches en los que se acentuaban los "olvidos históricos" cometidos con respecto al padre de Michael Douglas y suegro de Catherine Zeta-Jones. Esa caza de brujas se inció hace seis décadas.

La conexión con Dalton Trumbo, guionista de Espartaco y uno de los componentes de los Diez de Hollywood (un grupo de personas ligadas al mundo del cine que se negó a prestar declaración en el Congreso de los Estados Unidos ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses) ratificó la condición de "proscrito" de Douglas.

Tripleta honorífica

El caso de Kirk Douglas no es idéntico al de Redford y Newman, pero sí tiene ciertos paralelismos con las constantes negativas a concederle un Óscar. Newman ganó el honorífico en 1985, Douglas en 1996 y Redford en 2001. La única distinción entre el actor que falleció en la noche del pasado miércoles y sus compañeros de lista es que Robert Redford se llevó otro por la dirección de Gente corriente (1980) y Paul Newman uno por El color del dinero (1986).

Esa "antipatía" de la industria que hoy echa de menos a Kirk Douglas no impidió que la penúltima leyenda del viejo Hollywood fuera reconocida con el Cecil B. de Mille (Globo de Oro honorífico) de 1968, el César concedido por la Academia Francesa en 1980 o el Oso de Oro honorífico del Festival de cine de Berlín de 2001. En España, además, recibió el Sant Jordi de 1957 por Hombres olvidados y el premio Zulueta del Festival de cine de San Sebastián de 1958 por Los vikingos. Además fue reconocido con la Orden de las Artes y las Letras, concedida por el gobierno de Francia en 1979, la Medalla Presidencial de la Libertad de 1981 o la Medalla Nacional de EE.UU.