Kirk Douglas fallece al borde mismo de la inmortalidad física, la eternidad mítica la conquistó un siglo atrás. Su rebeldía, guiño a Espartaco, le ganó el rechazo perpetuo del 'establishment' hollywoodiense y le perdió el Oscar. Sin embargo, otro Douglas de nombre Michael me matizó este desencuentro. "Más que rebelde, porque ha vivido en Beverly Hills o Palm Springs, mi padre fue independiente, un solitario". Este aislamiento castigó a su hijo hasta el punto de que renegó durante décadas del parentesco con el gigante de la pantalla que había abandonado a su madre, y transformó a su progenitor adoptivo en el único que reconocía.

La reconciliación de Kirk y Michael se selló precisamente en suelo mallorquín, en la que sería la última visita del protagonista de 'El compromiso' a España. Para entonces, el hijo ironizaba que "a mi edad espero haberlo matado ya freudianamente, porque de lo contrario es demasiado tarde". La "personalidad impresionante" del padre ahora fallecido remite a la época dorada de Hollywood, sellada con la desaparición del actor centenario.

La inteligencia de Kirk Douglas no remite únicamente a su dureza en escena, hoyuelo de la barbilla incluido. Lector despierto, en los años sesenta adquirió los derechos de un libro de Ken Kesey, bajo el extraño título de 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. No solo aspiraba a obtener un beneficio económico con la producción de la película, también pretendía protagonizarla. Aquí vuelve a entrar en escena el veinteañero Michael, para encargarse de la producción y decirle a su padre que era demasiado mayor para asumir el rol principal. "Fue muy duro y doloroso. La decisión previa era del director Milos Forman, y creo que estaba bastante claro porque mi padre tenía unos 55 años". El papel fue para un Jack Nicholson a quien Michael Douglas no conocía, el resto es historia. Y no, el lúbrico Kirk tampoco pasaría la prueba del #metoo.