Son las tres de la tarde del martes, día del ensayo general previo a la función del musical La bella y la bestia que esta noche, a partir de las 20:00 horas, representa la pequeña-gran compañía del Hogar Escuela, con más de un centenar de ilusiones, sobre las tablas del teatro Guimerá de Santa Cruz.

Los nervios se convierten en un protagonista más y la inquietud flota en el ambiente del concurrido y agitado salón de actos de un centro de enseñanza que gestionan las salesianas en la santacrucera calle de La Rosa, en pleno corazón del barrio de El Toscal.

La profesora y directora del montaje, Aurora Dávila, no permite que nada se abandone a la improvisación: cuida hasta el más mínimo detalle. Da pautas, como regidora de escena, corrige a mayores y pequeños, los sitúa, mide la intensidad de los efectos y, aunque en apariencia transmita una autoridad inflexible, en el fondo reconoce que "siempre me arrancan una sonrisa".

Con el musical Maín al hilo de Dios, inspirado en santa María Mazzarello -la cofundadora salesiana-, abrieron en el año 2015 su particular cartelera, una obra a la que se han ido sumando El Príncipe de Egipto, Peter Pan, Annie y, por último, La bella y la bestia.

Admite Aurora que estos musicales han trascendido el carácter de una herramienta pedagógica para convertirse en algo más. "Con estas actividades se intenta que los chicos aprendan a asumir la disciplina, que desarrollen habilidades creativas". Desde los decorados hasta los bailes, pasando por tareas de producción; todo lo hacen ellos. "Y me sigue sorprendiendo que sin ser profesionales hay momentos en los que asimilan esa condición y, además, con un enorme rigor", subraya.

La excitación propia de un estreno comienza a asomar a tan solo unas horas de la gran actuación. "Es normal que así sea, pero les insisto en que disfruten el momento. ¡El tiempo pasa tan rápido...!".

Y hace mención a un alumno de 2º de la ESO que "narrando es una maravilla" y, a propósito, se plantea que si es capaz de hacerlo en público con ese desparpajo, cara a cara frente a un teatro abarrotado, "qué no intentará, por ejemplo, ante un tribunal de oposiciones".

Daniel Martín Cabrera, de 13 años, es Din Don, el reloj, un papel que le encanta. "Siento alivio y libertad cuando me expreso a través de un personaje", explica con evidente soltura. "La obra me parece magnífica y es un regalo tener la posibilidad de participar".

El objetivo es diáfano y también simple: que el alumnado sea capaz de enfrentarse a los desafíos que les presenta la vida.

En la obra participan dos padres junto a profesores, alumnos de infantil, con edades desde los cinco años, y de Primaria, como Iván, que hace el papel de Chip, la tacita; los hay de Bachiller, que componen parte de la figuración, y otros estudiantes se encargan del atrezzo, la iluminación y el sonido, apoyados por maestros de la rama de tecnología. Es más, un exalumno que hizo FP de cocina, ya insertado en el mercado laboral, se ha reenganchado a la obra, y el papel de Lumiere lo interpreta un docente de Literatura, además tutor.

En resumen, una pequeña-gran compañía que está avalada por una enorme ilusión.

Durante el ensayo general, un grupo de niños se pone en la piel de una manada de lobos y escenifica una singular coreografía; otros hacen la función de cubiertos (tenedores, cucharas) y entre bambalinas sus compañeros apoyan la escenografía con recursos técnicos.

En los roles principales, dos cantantes de categoría. El papel de la Bestia lo encarna el bajo lírico Alberto Feria, padre de alumnos y una voz reconocida. En 1999 debutó como profesional en el escenario de La Maestranza de Sevilla y lo hizo nada menos que en un Don Carlo de Verdi y, en adelante, ha dado voz a significados personajes de ópera.

"No se ha podido hacer todo el montaje en directo, pero los playbacks están perfectamente sincronizados con el movimiento de los labios", explica Feria.

"Lo que prima son los alumnos", entona con su registro grave y hondo, "y lo hacen desde un amateurismo total", una característica a valorar y reconocer.

Feria pone el acento en esa evolución progresiva que se percibe ya desde los primeros ensayos, a partir de la lectura del libreto, y que se continúa hacia los primeros pasos sobre la escena, destacando la interpretación tanto de los profesores como de los niños. "Muchos de ellos han sacado una vis cómica y sin el más mínimo temor al ridículo".

Y ya no es que salga de nuevo a escena esta obra, que ya se representó el año pasado con notable éxito, sino que por petición de muchas personas que no la pudieron disfrutar se reedita ahora. El resultado ha trascendido a un simple musical al uso, de los que se entienden como un programa escolar, una de esas actividades más de fin de curso.

De otra parte, el personaje de la Bella lo interpreta la artista Claudia Álamo, compositora y vocalista, que oficia además como profesora de infantil en el centro.

"Contamos con empresas del barrio de El Toscal que están ligadas por vecindad al colegio y que nos echan una mano con el material de atrezzo", explica.

Asimismo, señala el hecho de que todos los años se va renovando el espíritu de esta representación, que significa "uno de los aspectos que más me gustan como docente, porque se desarrollan las capacidades artísticas, ya sea representando una pieza de teatro o un musical o también en otras disciplinas".

El musical se ha convertido en el "alma del colegio", subraya, y el hecho de representarlo en el Guimerá para los niños es un sueño y les supone asumir una cuota de responsabilidad, un compromiso de presentar y ofrecer algo suyo en público. "Hay calidad para el arte", concluye Claudia Álamo.

El espectáculo relata la historia de un joven príncipe que se transforma en una horrible bestia como castigo por su comportamiento cruel y egoísta, y de una muchacha, llamada Bella, a quien la bestia encierra en su castillo a cambio de la libertad de su padre. Para convertirse otra vez en humano, el príncipe deberá ganarse el amor de Bella antes de que sea demasiado tarde.

En definitiva, que la verdadera belleza está en el corazón.