De entrada, ese título, El poder de lo cuqui. Cuqui, adjetivo que a más de una persona le erizará los vellos, es la traducción que, con innegable acierto, ha escogido Albert Fuentes para el vocablo inglés "cute", empleado en el mundo anglosajón para calificar lo que por mono, rico, adorable o achuchable mueve a un estado de ánimo marcado por la ternura y el repliegue sobre el objeto que lo suscita. Esa reacción ante lo cuqui es un gesto de infantilización que, sin ir más lejos, tiene gran arraigo en la cultura pop. Ahora bien, la deriva hacia lo infantil, y por tanto hacia el niño interior a quien no conviene asfixiar, ha sido denigrada como escapismo por los que nunca han entendido su potencial transformador. Con mayor lucidez, el filósofo Simon May, le da una vuelta al concepto para denunciar su lado más siniestro. El de calmante golosina ofrecida para hacer más digerible un diseño social cada vez más feo e incierto.