"La música es para compartir, no para competir", subraya Vicente Alberola (Benifairó de la Valldigna, Valencia, 1970). Ha dedicado su vida a la música y poco imaginaba él, y mucho menos su abuelo cuando le puso un clarinete en las manos a los 9 años, que llegaría a convertirse en un gran intérprete de proyección internacional.

Estuió en el Conservatorio Superior de Música de Valencia y en el Royal Conservatoire de Antwerpen. Ha sido profesor de jóvenes orquestas, director artístico de la Orquesta Escuela de la Sinfónica de Madrid y sus actuaciones en las últimas funciones del Teatro Real y ha dirigido óperas en el Teatro Real de Madrid. Fue director titular de la Orquesta Sinfónica de Soria del 2007 al 2010.

Va a ser la primera vez que actué junto a Uchida, "porque casi todo lo que se había hecho antes fueron los primeros conciertos de Mozart, que no incluyen clarinetes", de quien destaca "el poder de transmisión de sus gestos".

Los españoles han ido incrementando su presencia en la orquesta. "Nos quieren mucho y nos consideran el alma del grupo", quizá por carácter y pasión, dice.

Sobre si la condición de nomadismo, uno de los rasgos que define a esta orquesta, puede provocar desarraigo, Alberola sostiene que "lo de ser nómada está bien, siempre que tengas la certeza de que vas a volver a tu casa". En su caso, tras vagar durante años desarrollando tanto su faceta de director, como impartiendo clases magistrales, este año ha decidido instlaarsu campamento base en Valencia, la tierra que lo vio nacer.

Eso sí, Alberola quiere desmitificar esa visión idílica que se tiene sobre los músicos. "Cuando voy a mi pueblo suelen decirme aquello de Vicente, ¿qué tal con la flautita?, como si me lo pasara pipa", explica con ironía, porque reivindica que tras ese universo fantástico que se ve sobre un escenario "hay un trabajo realmente duro; horas y horas de esfuerzo, de estudio, de renuncias, de soledades...".

A eso hay que sumar las enfermedades profesionales. "Los músculos se agotan y sobrevienen lesiones habituales y ya crónicas, como las tendinitis o las dolencias cervicales, y hasta hernias en el caso de los vientos". Todo, por la música.