Nacida en Atami, un pueblo costero cercano a Tokio (1948), Mitsuko Uchida ha vivido en Europa desde los 12 años, primero en la ciudad de Viena, donde se inició musicalmente, y durante más de media vida en su residencia de Notting Hill, en Londres.

Esta legendaria pianista y directora regresa al Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) diez años después de su última visita, en 2010, y lo hace en su doble condición de solista y directora, al frente de la Mahler Chamber Orchestra (MCO) y con un proyecto en el que pone en evidencia uno de sus principios irrenunciables: expresarse directamente, sin la mediación de terceras personas.

Uchida brinda una visión profunda de la música a través de su propia búsqueda de la verdad y la belleza. Con una incuestionable solvencia técnica y musical, manifiesta un gusto estético muy personal y una forma de tocar el piano que ha conseguido hacer inequívocamente suya. Reconocida por sus interpretaciones de autores como Mozart, Schubert, Schumann y Beethoven, también ha iluminado la música de Berg, Schoenberg, Webern y Boulez para una nueva generación.

Cuando está sentada frente a un piano, Uchida asegura que no siente estar pulsando la libertad. "¡No, en absoluto! Miro el teclado y pienso: ¿Qué son? ¿Teclas blancas y negras? ¿Y qué hacen?".

Se deja llevar por el silencio del proceso creativo: "Está en todas partes y tan solo hay que saber encontrarlo. Es maravilloso que la música siempre comience desde el silencio, nunca desde otro sonido. Además, tiene tantos y tantos colores diferentes... Eso es todo lo que reconozco: el silencio de un lugar, de un día...".

Y pone como ejemplo la humedad y la temperatura, "que cambian el color del silencio. Por eso me detengo a escuchar el de ese día y ese momento y, a partir de ahí, comienzo el concierto".

Para Uchida ser músico significa, por encima de todo, estar al servicio de la música, desde la honestidad. "Con el público, sobre todo. Siempre espero ser honesta con ellos. Y conmigo misma, también. Todo lo que podemos hacer es depender de la música escrita. Lo que haya escuchado en el pasado no significa nada. Es lo que está escrito. Entonces miro el teclado, vuelvo la mirada sobre él y lo intento de nuevo. No creo que pueda llegar a hacer más que eso".

En cuanto a si lo suyo con Mozart es un amor ideal sostiene que "él nunca es predecible. No sé lo que va a venir a continuación. Cuando estoy interpretando su música siento que ya debería conocerlo y hay ocasiones en las que quiero creer que es así. Pero cuando suena tengo la impresión de que nunca antes lo había conocido. Es algo así como si él hubiera cambiado de registro, de opinión. Y de hecho, cada vez que toco la sensación resulta algo tan diferente, tan hermoso, tan fresco...". Y al referirse a la genialidad asegura que está en Wolfang Amadeus Mozart y William Shakespeare.

De su anterior estancia en Tenerife recuerda el edificio del Auditorio, "de aspecto muy interesante y con una arquitectura sencillamente maravillosa. Al final pasamos un momento fantástico tocando allí. ¡Y recuerdo los aguacates!", exclama. "Estaban muy sabrosos. Los mejores aguacates que he comido en mi vida".