¿Cómo es este nuevo trabajo, titulado Fuego?

Es un disco en el que hemos intentado, como hacemos en cada disco, que tenga su propio color. Las canciones están bien diferenciadas unas de otras y estamos muy satisfechos de cómo ha quedado. La letra, las melodías y las músicas están muy pensadas. Es uno de los discos a los que más tiempo hemos dedicado.

¿Cuál es la clave para mantenerse dos décadas sobre los escenarios?

Una dieta con mucho jamón y dormir mucho (se ríe).

¿Y en lo artístico?

Intentar siempre hacer lo que nos apetece, disfrutando al máximo de cada momento: firmas de discos, entrevistas, conciertos... Estamos aquí para pasárnoslo bien y este es un trabajo del que se puede disfrutar mucho, aunque en ocasiones sea un poco pesado, sobre todo la promoción. Pero siempre intentamos pasarlo bien en cada sitio. Y el buen rollo se transmite.

¿Alguna vez llegaron a imaginar llegar hasta aquí?

¡Qué va! En absoluto, en mayúsculas. Nuestra intención era hacer un disco y vender 4.000 copias para que se autorrenovara el contrato y tener la opción de grabar un segundo disco. Esa era nuestra preocupación y se consiguió superrápido. Nos dijeron: "Chicos, estáis renovados", y desde entonces no hemos vuelto a fijarnos en los números. Nosotros solo miramos para los conciertos: si la gente viene o no y, sobre todo, si se lo pasa bien. Ese es nuestro test.

¿Cómo cambió Estopa desde aquellos años hasta ahora?

Algo habremos cambiado, digo yo. Pero ni en el fondo ni en la forma hemos cambiado mucho. Somos más mayores y yo, que era el de la voz aguda, ya la tengo más grave. Pero seguimos teniendo los mismos gustos y nos siguen disgustando las mismas cosas. Lo que sí te cambia la vida radicalmente es tener familia, tener un hijo. Eso te hace tener otros horarios y esa responsabilidad, que es tu tesoro.

¿Cuáles son esas cosas que les disgustan y las que les gustan?

Lo que más nos gusta es pasárnoslo bien. Si nos lo estamos pasando bien y estamos disfrutando, no miramos el reloj ni nada. Lo que más nos disgusta, sin duda, es el clasismo: la gente que trata a otros según vayan vestidos de una u otra forma. Eso lo odio. Que traten mejor a alguien con corbata que a alguien con una camiseta del mercadillo o por llevar una trenza lo llevo mal. Es como una discoteca donde no te dejan entrar por llevar bambas. ¡Venga y que te den! Ahora ya no lo sufrimos tanto porque no vamos a ese tipo de sitios tan clasistas.

Estopa cambió mucho, pero también la industria musical.

La industria cambió mogollón. La cuota de mercado bajó muchísimo. Nuestro primer disco vendió 1.800.000 copias y ahora el que más pueda vender, como muchísimo, puede llegar a 80.000. No creo que haya llegado a esa cifra ni Rosalía, que es el fenómeno ahora mismo. Ahí está el techo. Muchos directivos de compañías han tenido que rebajarse los sueldos y, por desgracia, muchas fábricas de discos han tenido que cerrar, igual que muchos estudios. Esa es la verdadera pena: ya no hay fábricas de discos en España, tenemos que comprarlos en Europa. El disco físico tiene un mal futuro.

Hablaba de Rosalía, paisana suya. ¿Qué opinión le merece?

Todo nuestro reconocimiento, un aplauso de pie. Ha sabido hacer las cosas bien y haciendo lo que ella quería desde un principio. Todo lo hace con calidad y sabiendo qué quiere hacer. La fui a ver al Palau Sant Jordi y me pareció que era como la música del futuro, como en Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, que eran estrellas musicales en el futuro haciendo música rarísima. Salvando las distancias, porque su música no es tan rara, me recuerda a ello. ¡Ha sabido hacer flamenco sin guitarra española! ¡Ole tú! Me parece todo un logro.