¿Qué fue de la flamenca y el torito que en el pasado muchos colocaron sobre el televisor de sus hogares?

Fue una de las imágenes icónicas del flamenco-hispanis, algo que dio la vuelta al mundo y que sirvió para conectar dos elementos tradicionales con este país.

Algunos lo acabaron sustituyendo por ese gato chino dorado que mueve el brazo de manera cansina.

Pues eso es verdad (ríe)... Parece que hay mucha gente obsesionada con la idea de ganar dinero.

¿Un bailador es de derechas o de izquierdas?

¿Se refiere desde una perspectiva de vista ideológica?

Sí.

Vamos por partes. Mientras me garanticen un lugar para trabajar yo no soy ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro... No soy de ninguno, si hay que saltar de un lado al otro, yo salto... A mí me importan poco unas siglas o el color de un partido si hay políticos que apoyan la cultura. Lo que le trato de decir es que soy de izquierda, de centro, de derecha, de un lado y del otro; soy de quien me llame.

¿Entiende que Vox se haya apropiado de una parte de las raíces que definen a la cultura española?

Esa es una pregunta comprometida, pero le voy a decir que yo no soy de Vox, ni de vez, ni de bis... Todos los políticos prometen mucho y cumplen menos. Ni Vox, ni vez, ni bis, nada... Al igual que el resto de los ciudadanos me paso el día escuchando propuestas que muchas veces no quedan en nada, es decir, que ni Vox, ni vez, ni bis.

¿Alguna vez se ha sentido rechazado o percibió algún síntoma de racismo en un escenario?

Gracias a Dios no... Me consta que hay compañeros de profesión que sí lo han sentido, pero yo no. A mí me han enseñado a respetar todas las culturas y razas. Lo importante es tener educación y optimismo. Sé que en torno al flamenco hay racismo, pero yo no lo he sufrido.

¿A qué se hubiera dedicado de no haber sido bailador?

Alguna vez pensé que estaría a gusto cerca del mundo empresarial. Soy curioso, inquieto y preguntón. Resumiendo, me agradan los retos que están por venir. No sirvo para vivir alejado de las situaciones donde se corren ciertos riesgos.

¿Por qué a los japoneses les gusta tanto el flamenco?

Por dos razones bien sencillas. Porque los que viven fuera de España valoran mucho mejor las cosas que los que estamos aquí y, sobre todo, por curiosidad... China y Japón se lo están comiendo todo: mercado cultural, tecnología, relaciones comerciales. Son dos gigantes que están hambrientos y quieren seguir alimentando su conocimiento.

Los chinos se lo copian todo, ¿no?

Todo... Lo replican todo y lo que no saben lo miran en internet. Solo hay una cosa que no pueden inventar...

¿Qué cosa?

El aire... Eso no lo pueden inventar. Me refiero al aire puro, no al de un ventilador. La sensación de estar respirando aire natural no se puede replicar.

¿Cómo y, sobre todo, con qué criterio elige el vestuario de un espectáculo?

Eso tiene que salir de lo más profundo del corazón. En ocasiones no eliges lo más bonito, pero sí lo más sentido. Respetar a los que vinieron antes es importante. Los más jóvenes son los que tienen que asumir retos que en ocasiones pueden generar polémica. Dar ese paso adelante significa evolucionar, no renunciar a unas raíces.

¿Alguna vez ha contado los lunares de una camisa?

Nunca (silencio), lo más que he hecho es decirle a un compañero: ¡Mira que se te ha caído un lunar! Y se lo creen, o al menos miran al suelo a ver si es verdad. Esa es una curiosidad que no he tenido aún, aunque a partir de ahora los voy a contar. Supongo que serán bastantes (sonríe).

¿Cuántos centímetros ha llegado a crecer subido en unos tacones?

Hasta siete y medio... ¡Igual que los drag queen; dos andamios de esos que ponen en una obra!

¿Qué es lo peor que le ha pasado trabajando?

Tener que subirme a un escenario horas después de haber fallecido una persona importante y tener que tragarme unas lágrimas.

¿Es religioso?

Creo que hay algo especial ahí arriba, pero no sé lo que es... Me acuerdo de él cada vez que estoy apurado, pero no voy a misa. ¡Vamos, lo de la mayoría!

¿Hace dieta?

Ni dieta, ni gimnasio. Sé que me debería cuidar algo más. Tanto la alimentación como el físico, pero a veces no hay pasta ni para ir a un fisio. Lo que gano comiendo lo quemo bailando. Ahora, le voy a contar algo, cada vez que vengo a Tenerife me encuentro con el mismo problema: las papas arrugadas con mojo. ¡Eso es un vicio!