La búsqueda de oportunidades ha impulsado el concepto de ciudad a lo largo de toda la historia de la humanidad, desde que abandonamos las cuevas y nos pusimos en la tarea de vivir en sociedad. Desde las antiguas ciudades en los bordes de los ríos de Mesopotamia hasta el crecimiento explosivo de las ciudades durante la Revolución Industrial hasta el renacimiento urbano actual, las personas se sienten atraídas por las ciudades para mejorar su vida y la de sus familias.

Hoy el futuro del mundo depende de la salud de nuestras ciudades, porque con el crecimiento vienen los grandes desafíos y estos exigen un cambio fundamental en la forma en que los líderes de la ciudad toman decisiones. Cualquier ciudad busca estrategias que combinen tres objetivos fundamentales: un conjunto de condiciones de vida que contribuyan al bienestar de la población, el crecimiento de la economía y el pleno empleo. Para conseguir esos objetivos tienen que enfrentar desafíos como proporcionar acceso a una vivienda digna, transporte, servicios públicos, naturaleza, cultura y educación.

¿Cómo pueden los líderes garantizar que todos los residentes, independientemente de su posición social o económica inicial, compartan las oportunidades de crecimiento y enriquecimiento que la ciudad tiene para ofrecer? Seguramente con estrategias de urbanización y arquitectura inclusiva, donde hoy, lo digital, es una de las claves. Una ciudad inclusiva tiene que conseguir que la tecnología funcione para las personas, darles acceso a todos a oportunidades económicas, sociales y culturales y mejorar la calidad de vida para todos, mientras se hace el mejor uso de los presupuestos y recursos limitados de la ciudad.

Vivimos en un mundo hiperconectado en el que más y más interacciones cotidianas se gestionan digitalmente. Las personas se han acostumbrado al acceso 24 × 7 a los servicios que desean. Y las generaciones futuras serán aún más exigentes. La innovación digital está cambiando las expectativas en cuanto a la velocidad, la seguridad y la personalización de la prestación de servicios y al tiempo que abre una nueva vía para que las ciudades brinden acceso personalizado a los servicios básicos.

La tecnología bien utilizada puede ayudar a garantizar que ningún residente se quede atrás. Si de verdad se quiere acabar con las brechas de desigualdad, las ciudades tienen que tener una comprensión clara y detallada de las necesidades reales de sus residentes, hasta el nivel de cada calle, y para eso necesitan aprovechar las virtudes de la tecnología porque esta puede ayudar a prevenir esas brechas, estableciendo asociaciones entre el sector público y el privado.

Otra de las claves es la movilidad: el acceso sin fricción al transporte público permite que más residentes aprovechen las oportunidades educativas, culturales, recreativas y comerciales que toda ciudad tiene, vivan donde vivan. La optimización de la movilidad urbana va más allá de las nuevas carreteras, subterráneos y líneas de tranvía o tren. Implica repensar las estrategias en torno a los precios del transporte, la facilidad de pago y la gestión de la demanda, los horarios, etc., pero en Canarias, aún, la mayoría de las ciudades carecen de un plan sobre cómo conectar mejor a sus residentes con los recursos vitales que necesitan para prosperar, que es al fin y al cabo de lo que se trata. Un ejemplo a seguir en ciudades como Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria puede ser el de Singapur. Es cierto que en muchos aspectos aquí se vive mejor que allí pero ellos han conseguido llegar, desde el punto de partida de una islita perdida en Asia, a el segundo país más competitivo del mundo y en muchos aspectos han pasado ya por lugares que nosotros tendremos que transitar.