Vaya por delante mi reconocimiento de que esta nueva entrega de Terminator es sustancialmente mejor que las anteriores, una meta no demasiado complicada habida cuenta el listón tan bajo exhibido en Terminator: Génesis en 2015 y el agotamiento reflejado en Terminator: Salvation en 2009. En cualquier caso, el repunte de calidad de Terminator: Destino oscuro tras el continuo y pronunciado declive sufrido a partir de la llegada a las salas de proyección de Terminator 2: El juicio final (1991) -sin duda, la mejor de toda la saga- resulta incuestionable. Recuerdo perfectamente el día de su estreno, un cinco de diciembre de hace dieciocho años en el antiguo Cine Aguere de La Laguna. Un auténtico acontecimiento cinematográfico que cosechó cuatro premios Oscar, además del aplauso generalizado de crítica y público.

Con este último, son seis los largometrajes producidos al amparo del célebre "cyborg" surgido de la mente de James Cameron. Existe incluso una serie de televisión basada en la vida de Sarah Connor. Nos hallamos, por tanto, ante un producto tan exprimido que ya ha dado todo de sí. Personalmente, disfruté mucho con su segunda parte, que sigo visionando con agrado cuando se emite por algún canal o plataforma. Sin embargo, cada nuevo proyecto supone la constatación de un intento fallido para progresar en la trama y mejorar el nivel de entretenimiento. Como sucede en tantísimos otros casos, las productoras se resisten a, una vez asumido el éxito alcanzado, lanzarse a explorar otros caminos y prefieren recrearse en las elevadas cifras de beneficios, estancándose así en un prolongado bucle que solo puede conducir al ocaso.

Para empezar, la contemplación de un canoso Arnold Schwarzenegger representando a sus setenta y dos años a un indestructible robot cibernético resulta, como mínimo, patética. De hecho, conscientes de tal evidencia, los responsables del film le relegan a un segundo plano y otorgan un mayor protagonismo a la también veterana Linda Hamilton y a los jóvenes Mackenzie Davis (a la hemos visto en Blade Runner 2049 y Marte), Edward Furlong y Gabriel Luna. No obstante, conviene también ser honestos y reconocer que quienes deciden acudir a ver una sexta aventura de Terminator lo hacen, en gran medida, movidos por la nostalgia de un pasado que no volverá y que, en consecuencia, abandonarán la butaca con un sabor de boca más amargo que dulce.

Dirige Tim Miller, que debutó con la primera parte de Deadpool y que ha elegido para su segunda incursión detrás de la cámara este Terminator: Destino oscuro. No puede negarse que los efectos especiales son correctos, posee ritmo y las secuencias de acción están bien rodadas, pero numerosos planos y escenas recuerdan inevitablemente a aquellas primeras entregas y, puestos a comparar, no hay modo de superar el trabajo de James Cameron lustros atrás, cuando todavía no se había empecinado en rodar de forma ininterrumpida cuatro secuelas de Avatar.

Tras el día del Juicio Final, justo a continuación de los sucesos ocurridos en Terminator 2, Sarah Connor se verá obligada a luchar del lado de Grace. De ellas dependerá el futuro de la Humanidad, gravemente amenazado por un nuevo y poderoso Terminator recién enviado del futuro. Para esta nueva batalla, recibirán la ayuda del anticuado modelo T-800.

En honor a la verdad, creo que es la saga la que necesita un verdadero Terminator que acabe con ella de una vez. Es hora de pasar página. Y, si se quiere rememorar los viejos tiempos, basta con echar la vista atrás y recuperar las obras iniciales. Esta perversa tendencia de la industria de Hollywood a eternizar los personajes y prolongar más allá de lo necesario las tramas a base de quintas, sextas o séptimas partes, ha degenerado en una epidemia peligrosa. En otras palabras, en una práctica enfermiza y decadente de lo que, se supone, encierra una expresión artística.

'Terminator: Destino oscuro'

Dirección: Tim Miller

Intérpretes: Linda Hamilton, Mackenzie Davis, Arnold Schwarzenegger