No se ve el horizonte, ni siquiera la playa ni los acantilados de los espacios de las costas del litoral canario en los que la artista Lola del Castillo (La Laguna, 1952) se ha inspirado para pintar la colección Hijas de la Luna, una peculiar visión del mar, tema que nunca antes había plasmado en un cuadro durante los más de cuarenta años que se dedica a este oficio, tanto como docente en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna como creadora.

La romántica Luna la ha ayudado a dar con el título exacto para esta serie de obras integrada por veintiún óleos sobre lienzo, ocho collages y un montaje audiovisual. "Hijas de Luna es un poco lo que ocurre con las mareas que se mueven por medio de la luna y todo eso. Como el mar está presente en la exposición, más bien la luna, quise darle ese nombre un poco poético", aclaró Lola del Castillo.

La muestra gira en torno a la orilla del mar. "Quería hacer algo sobre el mar y me fijé que en la orilla es donde estaban pasando más cosas, donde se metía el agua entre las piedras, formaba riachuelos, chocaba contra una roca negra y lo negro y lo blanco de la espuma me sugería cosas, una piedrecita que rueda y deja un surco. Lo que hice fue pintar eso con la mirada mía fijándome en la orilla de nuestro litoral", señaló.

Esos detalles tan presentes en la vida diaria en las Islas son los motivos que ha plasmado en estas piezas, la gran mayoría primeros planos, llenos de contrastes en los que están muy presentes la piedra y la arena negra volcánica tan propia de la isla, la herrumbre del metal desgastado por el continuo golpeo del agua salada sobre su superficie en las diferentes piscinas naturales habilitadas en determinados puntos de la costa tinerfeña.

A pesar de que los espacios evocados en los óleos realizados por la artista no tienen referencias visibles a enclaves concretos de Tenerife, sí es verdad que pertenecen a lugares como las piscinas de Bajamar, la Punta del Hidalgo o Anaga, además de alguno de La Palma, explicó la autora que no ha puesto títulos a las obras.

"Cada uno puede identificarlas con cualquier sitio, porque entre otras cosas no pongo título por eso, para que la gente lo identifique con algo de su país y de su entorno más cercano".

Lola del Castillo considera que esta obra no se puede calificar como marina. "Creo que marinas se han hecho muchas en las que se ve el horizonte, el mar o las olas, y aquí no se ven en ningún momento. Yo quise hacer algo más personal, más de mi, más íntimo, más el charco en el que nos hemos bañado cuando éramos pequeños, donde hemos jugado con las olas, donde hacemos cosas que no se pueden hacer en alta mar".

En este sentido, aclaró que sólo hay un cuadro que no está inspirado en Canarias, una barca varada en la orilla en una playa de Cuba.

"Estaba paseando una tarde y vi una barca que el mar había echado fuera, un amasijo de hierros, plásticos y maderas. Fue tan fuerte y emocionante que quise meterlo en la exposición para hacer una llamada de atención con todo esto que está pasando en el mar, que se está convirtiendo en el cementerio de tanta gente. Lo primero que pensé cuando vi aquella barca fue qué habría pasado con aquella gente que iba dentro. Ese es el único cuadro que no está hecho sobre nuestras costas".

Reto

Lola del Castillo, como todo (a) artista, vive de continuos retos plásticos para no aburrirse y caer siempre en lo mismo, sobre todo a nivel de temática. "Pintar el mar fue un reto que me impuse porque siempre mis temas han sido especialmente arquitectónicos, luces, sombras y personajes que se ven, pero que se diluyen entre las arquitecturas. Siempre ha habido líneas rectas y en este caso quise romper con eso y me lancé a ver qué pasaba si pintaba el mar".

Ella tiene muy claro que la arquitectura y los espacios existentes entre los motivos que inmortaliza seguirán presentes en sus óleos, esos interiores donde hay juegos de luces y de sombras, a veces con figuras humanas, como alguien que pasa y deja un halo, aunque sabe que todo depende de la mirada con la que se realice.

Su forma de ver los motivos que lleva al lienzo está influida quizás por su trabajo en la Facultad de Bellas Artes, donde ha impartido durante muchos años clases de perspectiva a sus alumnos. "Lo importante es la mirada propia del artista. Mi mirada es siempre muy íntima, me gusta siempre hacer pinturas que sugieran intimidad".

Hace ya años que se decantó por el óleo para materializar sus producciones plásticas con un estilo de carácter figurativo. "No es hiperrealismo porque en el hiperrealismo nunca se ve la pincelada y en el mío sí se ve la pincelada, el gesto, es realismo", defiende, aunque también ha trabajado con lápiz y pastel, además de experimentar con otros materiales.

"Me encuentro más cómoda con el óleo. He probado con el acrílico, pero tiene un acabado un poco más plástico, menos jugoso. Me gusta más el acabado que tiene el óleo. Es una técnica que se hace más despacio que el acrílico porque el acrílico seca muy rápido. Me resulta mejor para las transparencias que sea más lento el secado".

Al igual que muchos otros autores, Lola del Castillo pinta para ella, pero "cuando lo tengo todo cocinado a fuego lento y en soledad ya necesitas que lo vea la gente, que cada uno vea lo que le sugiere, pero realmente no pienso nunca en el espectador cuando estoy pintando, pero si la necesidad de exponerlo cuando está acabado".