Nacho Dean (Málaga, 1980) posee una fuerza de voluntad de hierro, actitud que le ayudó a dar la vuelta al mundo caminando 33.000 kilómetros a través de 31 países que recorrió en solitario durante tres años, aunque en algunos lugares del planeta le acompañaron algunas personas. Ha vivido muchas aventuras y algunas desventuras que le marcaron profundamente. Todas esas vivencias las recogió en el libro titulado Libre y salvaje, editado por Zenith.

Desgastó una docena de pares de zapatillas en el camino y su equipaje fue un carro que contenía algo de ropa, entre ella dos camisas, comida y agua que tenía que calcular según el área que atravesaba (desierto, montaña, selva), una tienda de campaña, un saco de dormir, una esterilla, un botiquín de primeros auxilios, un ordenador, un móvil, una cámara de fotos y poco más.

Este naturalista, escritor y conferenciante, además de aventurero amante y defensor del planeta y de su naturaleza, es uno de los protagonistas del Festival Internacional de Literatura y Viajes, Periplo, del Puerto de la Cruz, donde ha impartido varias conferencias en las que contó algunos detalles de su viaje por este mundo tan contradictorio y apresado por el temido cambio climático.

A este diplomado en Publicidad y Relaciones Públicas y técnico en Medio Ambiente también se le ocurrió desarrollar lo que bautizó como Expedición Nemo, unir los cinco continentes tras cruzar a nado cinco estrechos, en total unos sesenta kilómetros, aunque antes hizo 2.500 de entrenamientos.

Este malagueño, con sangre irlandesa y griega por sus venas, conoció por primera vez Tenerife cuando tenía 5 años, vino con su padre, que era marinero, a visitar a un tío suyo que vivía en Santa Cruz. Más de tres décadas después ha vuelto a Canarias para participar en la última edición de MiradasDoc (Guía de Isora) y al Festival del Mar en La Palma. "Algo debe cocerse en Canarias que me está llamando", apuntó.

¿Qué es ser aventurero?

Me defino como naturalista y aventurero profesional. Antes de la aventura está el motivo por el que lo hago. Doy la vuelta al mundo caminando para la defensa del medio ambiente y posteriormente me embarqué en la Expedición Nemo, una desafío de unir nadando los cinco continentes para lanzar un mensaje de conservación de los océanos. Me apasiona conocer el planeta en el que vivimos. Todo tiene un leitmotiv, concienciar de la importancia de cuidar el planeta.

¿33.000 kilómetros, por qué a pie y no en bicicleta o en barco?

Me gusta mucho viajar a pie. Había hecho antes rutas como la transpirenaica, cuatro variantes del Camino de Santiago, caminé por el círculo polar ártico, por Laponia.... Me gustaba caminar, sabía montar en bici, escalar.., pero en caminar había algo especial. Esa lentitud, esa manera de sentir el tiempo, el lugar en el que estás, el mérito que tiene llegar a los sitios por tu propio pie, el contacto con la naturaleza, había algo especial y estaba dispuesto a embarcarme a una aventura con mayúscula, soñar a lo grande, aunque una cosa era tener la idea y otra hacerla.

¿Cuántos kilómetros hacía de media al día?

Dependía del lugar, pero hacía una media de 45 kilómetros diarios. He pasado por todo tipo de lugares y vivimos momentos en los que es necesario apostar por la conservación de la naturaleza y sensibilizar sobre su degradación. Caminar es la mejor manera de conocer los estados de los ecosistemas que atraviesas. He caminado por montañas como el Cáucaso, los Andes, he atravesado desiertos como el de Australia, el de Atacama en Chile, regiones de jungla como en la India, Nepal o Ecuador y he atravesado poblaciones, zonas urbanas y capitales de todos los países. Tengo una visión global del planeta, de la naturaleza y de los núcleos urbanos.

¿Cómo se lo montó para comer, dormir, llevaba dinero?

Llevaba poco dinero, antes de empezar la vuelta busqué patrocinadores, pero como nadie me conocía tuve que financiarme con mis propios ahorros. Sobre la marcha tenía la confianza de que conseguiría el apoyo necesario y así fue. Conseguí donaciones, porque iba contando el viaje a través de una web e hice una crowdfunding, y luego la valiosa ayuda de la gente del camino, de las miles de personas que he conocido en todos los países que me han dado comida y alojamiento. Ha sido un viaje rozando la supervivencia, sin ningún tipo de lujos, durmiendo en mi tienda de campaña, comiendo lo que había en cada país. Ha sido un viaje muy largo, muchos años...

¿Ha temido por su vida?

Si. Es imposible viajar caminando y que no te pase nada. Simplemente pasar 24 horas al aire libre, a la intemperie. Contraje una fiebre en Chiapas porque me picó un mosquito y estuve convaleciente varias jornadas con 41 grados de fiebre y dolor en las articulaciones; me mordió un perro en Honduras y tardé dios días en llegar a un hospital en El Salvador para ponerme la vacuna contra la rabia; presencié un ataque terrorista en Bangladesh. También estuve a punto de acabar en prisión en la frontera entre Armenia e Irán por unas fotografías. Cada vez que cruzaba una frontera me hacía un selfie para mostrar en las redes sociales que había entrado en ese país caminando y me sorprendieron unos soldados. Estuve a punto de acabar el viaje. Me han asaltado varias veces con machetes en Honduras, El Salvador, en México... He vivido percances en ocasiones dramáticos.

¿Pensó tirar la toalla en algún momento, qué le mantuvo?

Sí, ante las dificultades físicas que pasas en algunas ocasiones, pasas hambre, a veces llueve, tienes frío, otras estás solo y te preguntas ¿qué necesidad tengo de estar aquí pasando penurias, cuando estaría mejor con los míos, tan tranquilo y seguro?. Pero bueno, tienes un objetivo, sabes que lo que haces tiene una trascendencia, que sirve para algo, que estás dejando tu granito de arena para mejorar un poco el mundo y piensas que después de un día malo vendrá uno bueno, con esa mentalidad vas tirando adelante. Al principio tienes mucha ilusión y ganas, mucha fuerza, y cuando te queda poco para terminar y estás cerca del final no lo abandonas, pero si me he planteado abandonar.

¿Qué ha atraído más su atención durante este viaje?

Cuando viajas solo estás mucho más atento y más conectado al entorno. Cuando viajas acompañado o en grupo pierdes un poco por estar comentando la jugada con los otros. Viajar solo te conecta a tu alrededor. Luego resulta un contraste curioso, porque después de pasar semanas en la naturaleza y llegas a las ciudades notas mucho ese ajetreo, el estrés, esa contaminación. Cuando estás siempre en ella no te das cuenta y luego vas desconectando del discurso urbano cosmopolita occidental y va aflorando un punto de supervivencia, ese olfato, ese instinto que te da el estar tanto tiempo en la naturaleza. El canto de los pájaros, levantarte cuando amanece, los ruidos de los animales alrededor de la tienda, y luego ver el estado en el que está por la contaminación de los plásticos, como se está derritiendo el polo norte, o como la minería está secando los ríos. Iba testando el estado del planeta, lo iba viendo con mis ojos, recorriendo con mis pies. Y por supuesto, la humanidad ha sido el mayor tesoro de mi viaje. Comprobar como he atravesado países hindúes, budistas, musulmanes, cristianos... En todos he encontrado un nexo común, en todos me han tendido una mano, me han sentado a la mesa como un miembro más de la familia y me han brindado su ayuda más allá de las diferencias ideológicas, del nacionalismo, de los idiomas. Ha sido un aprendizaje valiosísimo. El ser humano merece la pena,

¿Tuvo la tentación de quedarse en algún lugar?

He conocido lugares en los que me hubiera podido quedar, conoces gentes, se te abren puertas, pero tenía el objetivo de dar la vuelta al mundo para lanzar este mensaje sobre la conservación de la naturaleza y el medio ambiente. Es difícil llegar pero es más difícil marcharte, echas raíces, te encariñas y cuesta irse.

¿Surgió algún amor por el camino?

Hombre, en algún momento flaqueó el caminante. Sí claro, son muchos años caminando, estás en una situación máxima de vulnerabilidad. Todo es muy intenso, lo positivo y lo negativo y si, alguna vez me enamoré. Tengo contacto con muchas personas que conocí y los amores quedaron en el camino. Mi propósito era terminar esta aventura y luego siempre tendría la oportunidad de regresar a aquel lugar en el que te enamoraste, pero pasa el tiempo, la vida sigue y esas cosas quedan en el camino.

¿Cuál es su escala de valores?

Valoro la valentía, la honestidad, la generosidad. No valoro la pereza, la desidia. Es un milagro estar vivos y me parece injusto que haya gente muriendo mientras otros tienen el regalo de la vida y no hacen nada con ella.

¿Cómo ve el mundo, su futuro?

El mundo no lo veo tan grande, lo he recorrido con mis pies. Se lo que cuesta llegar a Australia caminando y volver por el otro lado del planeta caminando. Vivimos en un hermoso planeta que merece la pena cuidarlo. He visto regiones impresionantes y también que está muy castigada por la acción humana. No somos conscientes de la gravedad de la situación. Nos da igual lo que pueda ocurrir en Alaska o en Papúa, que suba el nivel del mar, la contaminación por los plásticos, por el calor. Es como si fuéramos impermeables. A pesar de la gravedad de la situación quiero mantener la esperanza de que caminamos hacia un mundo mejor. Los movimientos que han surgido para salvar el planeta son muy importantes, pero se tiene que traducir en acciones. Vamos a ver, porque también se acerca una gran ola tecnológica. Creo que viene un gran tsunami tecnológico que va a provocar escisiones sociales. Si ya las había sociales y económicas, ahora creo que va a haber una separación por el acceso a la tecnología. Se acerca un mundo complejo y todo eso tiene que lidiar con la conservación del planeta. No puede ser que el modelo económico que seguimos suponga la destrucción del planeta.

¿Cuál ha sido el mejor premio que ha recibido por sus hazañas?

El mayor fu una nominación al Princesa de Asturias y el Ayuntamiento de Málaga me entregó la Medalla de Oro de la Ciudad en reconocimiento a esta gesto. He sido nominado a otros, pero el mejor premio sería un cambio de modelo económico y social hacia un equilibrio con la naturaleza.

¿Algún nuevo reto en mente?

Estoy escribiendo un segundo libro sobre la Expedición Nemo y un documental. Me gustaría trabajar en la televisión y hacer documentales. También estoy preparando una nueva expedición que está en el aire, la tengo que definir. Me gustaría hacer algo navegando, cambiando de medio. Me parece estimulante y poder trabajar por la investigación y la conservación de los océanos.

¿Supongo que también la gustaría ver la tierra desde el aire, quizás ser astronauta?

Me encantaría, pero es una carrera muy difícil, como la de Pedro Duque. Hay otra manera, a través de compañías privadas que están surgiendo como Virgin pagando un montón de dinero. Tengo un amigo que es diabético y astronauta y va a ir al espacio para investigar como reacciona un diabético en el espacio. Me encantaría ver la tierra desde el espacio. De todas formas, aunque descubramos planetas donde se pueda vivir eso no es razón para no cuidar el planeta en el que vivimos.