El Grupo Planeta dio un golpe de efecto el pasado martes al premiar a dos autores que forman parte de la estructura de Penguin Random House, uno de sus principales enemigos a la hora de vender libros. "Yo pedí permiso a mi editorial para presentarme al concurso", señala el extremeño Javier Cercas (Ibahernando, 1962) en relación al reguero de comentarios que se hicieron después de conquistar este prestigioso galardón con Terra Alta. "Es un noir, aunque también muy luminoso. Al menos fue escrito con esa intencionalidad", acota.

¿En este libro vuelve a apostar por una literatura de perfil realista que se puede tocar?

Eso es esencial... La literatura no es lo que suena a literatura, es lo que suena a verdad. Todos los escritores queremos crear una realidad alternativa a la verdad. De todas las novelas que he escrito, Terra Alta es la que más próxima está a lo que algunos denominan ficción pura, que para mí es algo inexistente. El protagonista de la historia superficialmente o biográficamente no tiene nada que ver conmigo. No hay en el mundo un ser más alejado de mi experiencia personal... Eso no impide que meta dentro de él todo lo que llevo dentro.

¿Pero Melchior Marín, el mosso d'escuadra sobre el que gira esta novela, persigue la rendición o la redención?

Esa es una pregunta interesante. La venganza es algo fundamental en este libro porque también lo es el tema de la ley... Ambas cosas están unidas. Igual, lo más concreto sería preguntarse hasta qué punto la venganza es legítima porque hay un lugar al que no llega la ley, o hasta qué punto la ley llevada hasta sus últimos extremos puede convertirse en algo perverso. Melchior Marín es un hombre profundamente sediento de justicia.

¿Rendición o redención?

Está más cerca de la redención que de la rendición... Al menos hay un claro intento de redención que no sé si completo al cien por cien. Para contarle qué tipo de redención es tendría que hablar más de la novela y no me dejan (sonríe). ¿Rendición? No creo que haya demasiada porque este es un tipo que no se rinde nunca.

¿Alguna vez perdió el control de un persona?

Quien no lo haya perdido alguna vez no sabe lo que es escribir una novela. Un día le escuché decir a Cela que si un personaje se le descontrolaba le pegaba una ostia y lo metía en cintura. Los protagonistas que están bien construidos adquieren cierta lógica y te llevan a lugares donde tú no esperabas ir. Por supuesto que los puedes llevar a otro lado, pero sería estúpido.

¿Un autor que tiene tan buen gusto por la palabra qué piensa cuando observa el aislamiento verbal que se ha creado a partir de aplicaciones como Whatsapp?

Pero eso también son palabras. Ahora escribimos más que nunca, estamos todo el día mandando mensajes. Eso es comunicación. Otra cosa bien distinta es cómo estén escritos esos textos. La pregunta es ¿qué hacemos con todo eso? El mundo cambia y la cuestión es qué hacemos con la evolución, si la usamos para bien o para mal.

¿Cómo se consigue sobrevivir en un mundo literario con un pie en el pasado y el otro en el presente?

A mí no me cuesta hacerlo... Lo difícil es describir o mostrar esas dos realidades. El pasado siempre está presente, no se ha ido y está actuando sobre nosotros de forma permanente. Decir que el pasado es algo que queda para la historia es mentir. Sigue entre nosotros y es una dimensión más del presente. El ahora está mutilado si no contamos con él.

¿El secreto, entonces, es saber visibilizarlo?

Sí, pero eso ya lo dijo Kandinski cuando hablaba de hacer visible lo invisible. Yo escribo con ese objetivo, es decir, visibilizar una historia.

No voy a hablar de que son como dos gotas de agua, pero quizás en la edición de este año el binomio ganador, al margen de compartir año de nacimiento, hay más líneas de encuentro que de desencuentro, ¿no?

No somos dos polos opuestos y eso es una gran suerte cuando vas a pasar unos cuantos meses de promoción junto a otro autor. Tenemos muchas cosas en común, pero nuestras novelas son distintas... En el instante de leer Ordesa sentí que era una cuestión familiar, que era un libro duro pero no ajeno a mí. Yo nunca he escrito algo así.

¿Cuál es su posición en relación a los comentarios vertidos sobre los orígenes editoriales de los dos autores reconocidos en la reciente gala del Planeta?

¿A usted le importa si lo hace en un periódico u otro? (responde con un tono que denota incomodidad) No entiendo la trascendencia que se le está dando en los medios de comunicación a una cuestión que forma parte de las interioridades del mundo literario. Mi editorial no está enfadada conmigo por haber enviado el libro al concurso del Premio Planeta. Al revés, seguiré publicando con ella. Yo el caso de Manuel no lo conocía, pero me ha comentado que es parecido al mío. En estos momentos no me planteo sacar ni un solo libro de mi editorial: ellos conocían que había presentado una historia al Planeta. No hay ningún conflicto editorial. La discusión sobre dónde debo publicar mis libros es estéril.

¿Piensa seguir experimentando saltos creativos como el que aparentemente se anuncia con esta novela?

Ojalá pueda seguir originando este tipo de tirabuzones literarios, pero hoy no le aseguro nada. Eso es algo que no sé si está a mi alcance. Lo que sí sé es que ahora mismo me siento en un territorio nuevo que quiero explorar despacio. ¿A ver qué pasa por aquí? El otro territorio, el más conocido por los lectores que me dieron su confianza durante un buen número de años, tengo la impresión de que ya estaba agotado. A lo mejor vuelvo a él, pero en estos momento prefiero experimentar esta aventura. Siento que me estoy moviendo en un espacio virgen y eso me encanta. Lo que yo busco es materia fresca y le aseguro que ahora huelo y veo cosas diferentes.

En su itinerario como escritor hay dos elementos que han ido siempre de la mano: realidad y conflicto. ¿Esta España es una realidad en conflicto?

La realidad es conflictiva. Es todo es como el chiste que afirma que "la vida es absurda, todo depende de la realidad con la que la compares". ¿Si lo que me pregunta es si este país tiene un presente conflictivo? Sí que lo tiene. En Cataluña, por ejemplo, estamos viviendo estos días una actualidad compleja. Lo que trato de aclarar es que si nos comparamos con Dinamarca el lío que tenemos aquí es gordo, pero si lo hacemos con Venezuela el problema es minúsculo.

¿Todo depende del color del cristal con el que se mire?

Voy a decir una obviedad, que en el caso de Canarias se multiplica por varios dígitos... Vivimos en una de las zonas más privilegiadas de este planeta, pero eso no quiere decir que todo sea perfecto. Hay cuestiones que no hemos sabido resolver y otras que no se quieren aclarar. Vivir es estar en conflicto y esos niveles de conflictividad los aprovechamos los escritores a la hora de crear algo un relato como Terra Alta, el más que hice a lo largo de mi vida.