Pablo Derqui y Maria Ribera llegan esta noche al Teatro Leal de La Laguna, a partir de las 20:30 horas, para poner en escena una "obra dura", tal y como la define el actor catalán, pero al mismo tiempo muy necesaria. La danza de la venganza muestra la fuerte de discusión de una pareja separada que pelea por la custodia del hijo. "Se trata de una obra de pareja y es normal que al espectador no le apetezca presenciar una bronca, pero tiene una cosa muy teatral que la hace interesante", explica Pablo Derqui, quien la define como "un thriller emocional que no sabes cómo va a terminar".

Ha tenido que adelantar su llegada a la Isla por las protestas que se están produciendo en Cataluña. ¿Cómo se está viviendo esa situación?

Es un tema complicado. No me gusta significarme mucho ante el público pero no está siendo agradable. Quiero pensar que es un momento de cambio y, como todos los momentos de cambio, son traumáticos. Pero hay que pasar por ellos, aunque no sea agradable ni para unos ni para otros.

Vuelve a participar en el Festival Telón un año después de poner en escena Calígula en el Teatro Guimerá. ¿Se está convirtiendo Tenerife en una cita ineludible en su agenda?

Me haría feliz poder venir cada año porque además tengo raíces canarias: mi padre vivió su juventud en Santa Cruz de Tenerife y tengo una relación muy bonita con la Isla.

Llega a Tenerife con La danza de la venganza, una obra muy diferente a la que protagonizó el pasado año, Calígula.

Es un palo muy diferente el de ahora. Hace un año estuvimos en Tenerife con un clásico moderno y ahora llegamos con una obra con la que estoy muy contento, de un dramaturgo catalán como Jordi Casanovas. Participar en este proyecto es uno de los regalitos que te da esta profesión: poder encarnar un texto por primera vez, una cosa que nunca me había pasado. Hasta ahora siempre había tenido algún referente anterior para preparar mis papeles pero en este caso estoy creando el personaje desde cero, haciéndolo a mi medida. Está siendo muy bonito.

¿Y cómo ha sido ese proceso de creación acompañado en el escenario únicamente por un actor más?

Ese también es otro de los factores interesantes que nos planteamos cuando empezamos a trabajar. Es un texto que plantea una discusión de pareja en presente continuo. Eso es muy apetecible para un actor porque mi compañera y yo estamos solo acompañados por el público mientras la historia se desarrolla en tiempo real. El público acaba siendo un participante cómplice y eso lo hace morbosamente divertido.

La obra cuenta con dos personajes en escena pero en realidad son tres los protagonistas porque el hijo de la pareja está muy presente. Se trata además de un protagonismo que desgraciadamente también adquieren los menores en la vida real.

Como en todas las discusiones de parejas que se separan, hay un niño de por medio, que en esta ocasión es el que desencadena toda la trama. Está muy presente sin estar físicamente y es el arma arrojadiza de los dos protagonistas, que quieren decidir de quién va a ser ese ser humano que nos perpetúa en el mundo.

Así que se trata de un argumento duro, no solo por el tema que trata sino porque además está de plena actualidad.

Sí, la obra empieza con una bronca con la que nos podemos sentir todos identificados y poco a poco se va enrareciendo el ambiente sin que el espectador se de cuenta. Tratamos precisamente de que el público no se percate de la tensión que va creciendo en el diálogo hasta que es inevitable que les hierva la sangre. En ese sentido, la obra no rehúye de ser un artefacto teatral y eso lo hace tan interesante. A mí me gusta cuando las cosas no rehúyen de sus costuras.

¿Cómo se ha enfrentado a ponerse en la piel de un personaje tan detestable como el hombre al que interpreta?

En mi carrera profesional cuento con todo un catálogo de seres detestables y odiosos. La verdad es que ya ni me lo planteo y no es una traba sino un añadido, un aliciente. Si me planteara reparos morales al final no haría ningún papel. Además, cuanto más reprobable es un personaje, más humano. En este caso, se trata de alguien marcadamente detestable y mi trabajo es hacer que la gente se pueda llevar a casa este personaje y que se den cuenta de que eso es patológicamente preocupable. Es bonito tratar de hacer empatizable a personajes que difícilmente lo son porque cuanto más oscura sea una persona, más luminosas serán las grietas que encontraremos en ella.

La sinopsis de la obra plantea una pregunta: ¿Vivimos inmersos en una violencia sistémica?. ¿Ha encontrado una respuesta para esta cuestión?

Se me ha helado un poco la sangre al ver la respuesta del público, que ha sido muy dispar. Hay gente que disfruta muchísimo y hay otra que rechaza la obra porque no lo pasa bien. Además, esto me ha permitido conocer las historias de mucha gente. Parece que estamos en una época en la que las relaciones humanas se pervierten y, en vez de querer, acabamos dominando y teniendo relaciones bélicas y jerárquicas. Tampoco sé si estas historias se dan en mayor o menor cantidad que antes, pero sí es cierto que ahora es todo más explícito. La dominación o el amor mal entendido es un mal que siempre ha existido y esa es una tendencia que debemos cambiar porque yo creo que ahora somos mejores que hace años, cuando la sumisión estaba mucho más asumida.

¿Se congrega pues en esta obra público de todo tipo?

Sí, eso es lo que sorprende: obtenemos respuestas de todo tipo de personas porque la adulteración del amor no tiene edad, y la mala interpretación de las cosas puede llegar en cualquier momento. Esta obra también trabaja las afecciones mentales mal llevadas porque uno de los personajes ha sufrido depresión, una de las afecciones mentales más a la orden del día y de la que se habla poco. La depresión nos toca mucho y muy fuerte y mal llevado puede ser un problema.